Jackie Higgins es licenciada en Zoología y desmiente el concepto desarrollado por Aristóteles hace más de 2.300 años
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Es curioso pensar cómo algunas ideas antiguas, creadas hace siglos y milenios, son capaces de quedar “pegadas” en nuestra mente hasta el punto de que ya no cuestionamos su veracidad. Un ejemplo de esto es la noción de que estamos dotados de únicamente cinco sentidos, un concepto que fue desarrollado por Aristóteles hace más de 2.300 años y que todavía se enseña hoy desde la primera infancia.
Pero el avance de la ciencia nos permite comprender mejor la complejidad y diversidad de las herramientas que tenemos para entender el mundo que nos rodea. Hoy en día, los científicos señalan que tenemos muchos más de cinco sentidos.
Este, de hecho, es el tema del libro Sentient -What Animals Reveal About Our Senses (“Consciente: lo que los animales revelan sobre nuestros sentidos”)-, escrito por la británica Jackie Higgins.
Es licenciada en Zoología de la Universidad de Oxford en Reino Unido, donde fue alumna del famoso biólogo y escritor evolutivo Richard Dawkins. Luego siguió una carrera como guionista y directora de documentales sobre la naturaleza, que fueron producidos y emitidos por la BBC, National Geographic y Discovery Channel, entre otros.
En Sentient, publicado en inglés en 2021, Higgins defiende la idea de que tenemos 12 sentidos.
Los 12 sentidos explorados en el libro de Jackie Higgins
- Vista
- Oído
- Olfato
- Gusto
- Tacto
- Color
- Placer y dolor
- Deseo
- Equilibrio
- Tiempo
- Dirección
- Cuerpo/propiocepción
Además de los cinco sentidos convencionales, el resto hablan de capacidades que todos utilizamos a diario. Como sugiere el nombre, el sentido del color explica cómo percibimos los colores de todo.
El placer y el dolor están relacionados con los nervios ubicados debajo de la piel que captan estas señales ante estímulos externos.
El deseo se rige por feromonas, sustancias químicas que los animales (incluidos nosotros) liberan para atraer parejas potenciales.
El equilibrio es la capacidad de permanecer de pie en un ángulo de 90 grados, y no con el cuerpo inclinado hacia un lado o hacia el otro.
El sentido llamado tiempo tiene que ver con nuestro reloj biológico o el ritmo cíclico de vigilia y sueño.
Finalmente, la dirección involucra nuestra “brújula interna” y cómo logramos ubicarnos en un entorno. Y el cuerpo/propiocepción habla de cómo somos capaces de percibirnos a nosotros mismos en relación con todo lo que nos rodea.
La experta admite que su lista está lejos de representar un consenso entre los expertos en la materia: algunos estudiosos dicen que tenemos más de 30 sentidos diferentes.
“Quería transmitir la idea de que vivimos en un mundo rodeado de diferentes señales y estímulos. Pero solo podemos percibir aquellos que nuestros órganos sensoriales son capaces de captar y llevar a nuestro cerebro”, expresó en entrevista con BBC News Brasil.
-¿Por qué decidió escribir un libro sobre los sentidos?
Hay tantas respuestas a esta pregunta... Al principio del libro, hay una cita de Leonardo da Vinci que encuentro muy interesante. Habla de la noción de que miramos sin ver, oímos sin oír, tocamos sin sentir... Y estas ideas realmente resuenan en mí.
Hay una tendencia en el pensamiento contemporáneo a fomentar la atención plena, el estar presente y, a menudo, una forma de hacerlo es canalizando los sentidos, pensando realmente detenidamente en lo que ves y sientes, en el peso de tu cuerpo mientras estás sentado en el suelo, donde la piel toca el suelo.
Hay otra cita que me gusta mucho. Fui alumna de Richard Dawkins y me encantan sus libros. Y siempre habla de esta “anestesia cotidiana”. Creo que estas dos citas, de Da Vinci y Dawkins, son paralelas. Me dan la idea de que miramos el mundo sin verlo realmente. Y me gustaría cuestionar todo esto.
Durante mi carrera, siempre he explorado los sentidos. Yo era productora de documentales, así que estaba realmente interesada en la visión. Cuando hacía películas sobre la vida salvaje, sentía curiosidad por explorar los mundos privados de otros animales.
Una vez, cuando trabajaba para Oxford Scientific Films, tuve que filmar una picadura de abeja para un documental de National Geographic. Necesitábamos esa imagen de primer plano. Para ello, profundicé en la apicultura y me interesé mucho en comprender cómo sienten las abejas el mundo que las rodea.
Hubo varias razones para escribir el libro; pero, volviendo al principio, creo que esta noción de que miramos sin ver y oímos sin escuchar es muy poderosa. Y me di cuenta de que había mucho que explorar en esa frase.
-Mencionó a Richard Dawkins. ¿Cómo fue ser estudiante de un nombre tan famoso en el mundo científico contemporáneo?
Fue un gran privilegio. De hecho, tuve la oportunidad de volver a verlo recientemente. Hice una entrevista al profesor Dawkins en una famosa librería de Oxford, llamada Blackwell’s, mientras estaba publicando un nuevo libro sobre el vuelo de los animales.
Antes de esta entrevista, pude charlar con él, y el profesor comentó que elige tres o cuatro alumnos al año para enseñar sobre el comportamiento y la evolución animales. Le pregunté cuánto tiempo llevaba haciendo esto y me dijo que unos 30 años. Me hizo darme cuenta de lo increíblemente privilegiada que era de ser parte de este grupo de personas. La mayoría de ellos se convirtieron en referentes de la zoología.
Para mí, el profesor Dawkins es muy especial porque es uno de los pocos que une mundos diferentes. Consigue unir el mundo de la ciencia con la filosofía. Como científico, se centra en cuestiones filosóficas y las responde con la ciencia. Para mí, esto es fascinante.
Por si fuera poco, es un gran comunicador. Porque no basta con desarrollar una idea. Sabe explicarla de forma casi poética. Utiliza un lenguaje que prácticamente te da escalofríos. La ciencia a menudo parece restringida a los hechos y se congela un poco. El profesor Dawkins muestra cómo la ciencia es capaz de liberar la mente y ser romántica, poética, colorida, y eso es algo maravilloso.
-Volviendo a los sentidos, una de las cosas más interesantes de su libro es cómo la noción de que tenemos cinco sentidos está arraigada en nuestra cultura. Aprendimos esto en nuestros primeros años en la escuela. Y este es un concepto que, como explica, fue desarrollado por Aristóteles hace milenios…
Sí, el concepto fue desarrollado hace más de dos milenios, más precisamente en el año 350 a.C. y estamos de acuerdo en que es una idea muy interesante y fácil de entender. Pero esa es una buena pregunta: ¿qué hace que la noción de los cinco sentidos sea tan atractiva? Creo que es tangible y simple, casi obvio.
Tengo hijos y recuerdo cuando eran pequeños. En la guardería tenían un juguete llamado Mr. Potato Head, en el que podían poner ojos, oídos, nariz... Incluso para los niños, entender los cinco sentidos es algo que tiene sentido. En otras palabras, esta es una noción tan duradera porque es muy simple.
-¿Ayuda en esto el hecho de que las estructuras responsables de estos sentidos sean visibles? Relacionamos fácilmente la lengua con el gusto, la nariz con el olfato, los ojos con la visión, los oídos con el oído y la piel con el tacto. Los otros sentidos que menciona en el libro están relacionados con nervios, músculos y glándulas que no son tan fáciles de identificar a menos que seas un científico…
Tiene sentido. Pero debemos tener en cuenta que la idea de los cinco sentidos es un mito. Este es un consenso entre expertos y publicaciones académicas. Los científicos coinciden en que los sentidos son mucho más diversos y van mucho más allá de los relacionados con los órganos que vemos.
-¿Cómo llegó a la lista de los 12 sentidos que forman parte del libro?
En realidad, fue muy divertido. Cuando estás haciendo un documental o un libro, terminas reuniendo diferentes ideas y necesitas organizar la información de una manera que permita contar una historia.
No existe consenso sobre cómo definir qué es un sentido. Esto me dio cierta flexibilidad en la forma en que armé el libro. Al inicio del proceso, leí un informe que se publicó en la revista New Scientist sobre el tema. En el texto había una tabla muy sencilla que resumía una lista de diez sentidos. Pero otros científicos hablan de 33 sentidos.
En otras palabras, todo depende de cómo se define qué es un sentido. Puedes definirlo según el sensor que exista en el cuerpo. Por ejemplo, en la visión, tienes células en los ojos llamadas conos y otras que son bastones. Pero también puedes considerar que existen tres tipos de conos, que nos permiten ver los colores.
Si piensas en el gusto, hay cinco sensores diferentes. En el olfato, entonces, tenemos miles de estas estructuras... En otras palabras, puede resultar algo complicado llegar a una lista única, que reúna todos los sentidos.
Mi libro tiene en cuenta este concepto y define los significados a través de experiencias. Lo que hice fue profundizar y dividir lo que Aristóteles definió como un grupo de cinco sentidos. La visión se dividió en dos direcciones diferentes. Por un lado, tienes los bastones y los conos encargados de ver. Pero también hay diferentes células que te permiten ver los colores.
El tacto fue un sentido muy curioso de investigar, porque es diverso. Existe la sensación del tacto cuando agarramos un objeto, por ejemplo. Pero este simple acto también implica entender si el objeto es rústico o sensible, su tamaño, la temperatura, el placer o dolor que implica… Hay muchos detalles involucrados en el tacto, que es algo muy fascinante.
-Durante la investigación, ¿alguno de los 12 sentidos le pareció más curioso o interesante?
Fueron muchos, sin duda. Como dije antes, me sorprendió mucho el tacto. Comprender cómo funciona fue algo que me maravilló. Y este es también un sentido que está en la frontera de la ciencia moderna.
Actualmente, los científicos están tratando de comprender cómo se relaciona el tacto con nuestros sentimientos. Además, el libro fue producido y publicado durante la pandemia de Covid-19, cuando la sociedad en su conjunto extrañaba poder tocar cosas y a otras personas.
Fuera de eso, el sentido que encontré más extraordinario y difícil de explicar fue el de propiocepción. ¿Cómo entender el concepto de nuestro cuerpo en relación con el mundo, cómo se compara con todo lo que lo rodea? Es difícil de entender porque es prácticamente imposible imaginar nuestra vida sin esta capacidad.
-¿Cómo fue describir esta complejidad de la propiocepción en un libro dirigido al público en general?
En el capítulo que abordo este sentido, tuve que deshacerme por completo de esta “anestesia cotidiana” mencionada por Dawkins. Y profundizar en la propiocepción fue algo que realmente me abrió los ojos.
De hecho, abrió todo mi cuerpo… Comprender este y otros sentidos fue no sólo un desafío intelectual, sino también emocional. Pude dedicar tiempo a comprender cómo funcionan los sentidos y cómo definen quién soy.
-A lo largo del libro, menciona una serie de especies que utilizan sus sentidos de manera diferente a los humanos. Tenemos la idea de que ciertos animales tienen sentidos mucho más evolucionados que los nuestros: siempre recordamos el increíble sentido del olfato de los perros o la capacidad de los colibríes para ver diferentes colores. Pero su libro da una idea de que los sentidos de los seres humanos están particularmente bien desarrollados y avanzados. ¿Tuvo también esa impresión mientras escribía el libro?
Sí, estoy completamente de acuerdo con esa impresión. El estudio de diferentes especies de animales me permitió distanciarme del análisis de los hechos. Esto sucede cuando hablo de la capacidad de ver los colores de cierto tipo de camarón, por ejemplo. A partir de esta comparación es posible pensar en nosotros mismos y en lo extraordinarios que somos como seres humanos.
Tenemos esta tendencia a comparar, a pensar quién es mejor o más evolucionado. Pero lo cierto es que la evolución de las especies ha permitido encontrar soluciones mejores para nosotros y para cada animal.
Para mí, la idea de que existe un orden de superioridad en relación con los sentidos no refleja la realidad. No quería dejar esa impresión en el libro. Los seres humanos no somos superiores. Para evaluar los sentidos y capacidades de cada especie, primero hay que entender lo que se busca. Nosotros somos brillantes en determinadas situaciones, mientras que los perros destacan en otras.
Tenemos especies que ven diferentes colores en relación a lo que podemos capturar. Esto es fascinante, porque podemos imaginar un mundo diferente al nuestro. En el libro quería transmitir la noción de que vivimos en un mundo rodeado de diferentes señales y estímulos. Pero solo podemos percibir aquellas que nuestros órganos sensoriales son capaces de captar y llevar a nuestro cerebro.
Por ejemplo, hay información eléctrica en el agua que el ornitorrinco puede sentir, pero nosotros no. Esto es muy fascinante y refuerza lo extraordinario que es el mundo. Nos gusta ver documentales sobre animales porque son diferentes a nosotros. No son ni mejores ni peores. Son diferentes. Y esta diferencia es fascinante.
-Y cuando se conocen estas diferentes habilidades de los animales, uno puede imaginar mundos a los que nosotros, como seres humanos, no tenemos acceso…
Sin lugar a dudas. ¿Y no hace eso que nuestra vida cotidiana sea aún más especial? La forma en que vemos, oímos, sentimos… Puede ser que un animal que está justo a nuestro lado tenga una interpretación radicalmente diferente de ese mismo entorno. Me encanta pensar en esto.
-El mundo moderno parece interferir constantemente con nuestros sentidos. Tenemos luces que iluminan la noche. Los ruidos de la gran ciudad. Los aromas de restaurantes o de cloacas. ¿Cómo interfiere nuestro estilo de vida actual con la forma en que lidiamos con este mundo exterior?
El estilo de vida actual plantea desafíos a nuestros sentidos, que no evolucionaron para afrontarlo. Nuestros cuerpos no se desarrollaron para permanecer sentados en un vehículo durante horas en una carretera de alta velocidad. Nuestro sentido del equilibrio, por ejemplo, puede verse afectado.
Otro ejemplo interesante es el sentido del tiempo. Disponemos de fotorreceptores que detectan la luz. Básicamente, controlan la parte de nuestro cerebro responsable del reloj biológico y de los ritmos del día y la noche. Y ciertamente nuestros cuerpos no evolucionaron para los viajes en avión intercontinental, en los que salimos de un rincón del planeta y, en cuestión de horas, estamos en otro lugar, en un huso horario completamente diferente.
El desfase horario es una complicación de esto, ya que nuestro organismo no ha evolucionado hasta el punto de adaptarse tan rápidamente a una nueva zona horaria.
Definitivamente, la vida moderna y la tecnología desafían los límites de nuestros sentidos.
-En la portada del libro, usted cuestiona qué revelan los animales sobre nuestros sentidos. Pero, en su opinión, ¿qué revelan los sentidos sobre el ser humano?
Al escribir este libro, me conecté mucho más con mis sentidos. Ahora, cuando salgo a caminar, presto mucha más atención a los colores, las luces, los sonidos… Y también a cómo me hacen sentir.
Del libro también me di cuenta de que hay mucha diversidad entre nosotros. La percepción de los colores, por ejemplo. El rosa que ves puede ser diferente del rosa que veo. Y hay gente que simplemente no ve los colores. De hecho, en el capítulo de colores me fascinó la historia de un hombre que no ve los colores, algo que lo convirtió en un brillante fotógrafo que trabaja en blanco y negro. También hay artistas ciegos capaces de pintar paisajes complejos.
Me parece que, cuando no tenemos o perdemos un sentido, el cerebro se vuelve más experto en los demás... El libro me hizo pensar entonces en la variedad de criaturas que comparten este planeta con nosotros y las diferentes maneras de ver, oír, tocar y experimentar el planeta.
Para mí, el libro no explica una única forma de ser humano. Muestra las diferentes formas en que podemos ser humanos.
-¿Qué le falta aún por descubrir a la ciencia sobre los sentidos?
Se están realizando muchas investigaciones sobre nuestra piel. Para hacer una comparación, el conocimiento que tenemos sobre la piel es algo similar a lo que sabemos sobre las estrellas o el fondo del océano. Comprender cómo la piel y el tacto se relacionan con nuestros sentimientos y cómo percibimos el mundo que nos rodea es la última gran frontera en la comprensión de nuestros sentidos.
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