La salud de la piel: cómo afrontar los cambios de estación y los trucos para tenerla radiante
La llegada del frío o el calor puede afectar al órgano más extenso del cuerpo humano; qué tener en cuenta y las claves para una hidratación constante
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La piel es el órgano más extenso del cuerpo humano y está constantemente expuesta a una variedad de factores ambientales que afectan tanto su estado como su apariencia.
Los cambios estacionales no son la excepción, pues cada uno de los cuatro períodos del año vienen acompañados de diversas características climáticas, es decir, con su propio rango de temperatura y humedad que pueden generar ciertos desajustes a nivel de la dermis.
“La piel tiene mecanismos adaptativos mediante los cuales mejora su función de barrera como compensación a los cambios de estación. Por ejemplo, en el invierno, la baja humedad produce mecanismos de defensa que evitan la pérdida de agua, como el engrosamiento de la piel y la producción de factores humectantes naturales. Sin embargo, en algunos casos, estos mecanismos podrían no ser suficientes para equilibrar el deterioro de la barrera cutánea ante los cambios climáticos, por lo que se recomienda establecer una rutina de cuidado de la piel que esté acorde a las condiciones y necesidades de cada persona”, señaló Zelenia Merma, dermatóloga de la Clínica Internacional.
¿Qué factores ambientales contribuyen al impacto en la piel?
La piel experimenta una serie de cambios durante cada estación del año debido a diversos factores ambientales.
- En primer lugar está la temperatura. La dermatóloga explica que una temperatura baja disminuye la producción de sebo y transpiración, deshidratando así la piel y volviéndola más sensible y propensa a la irritación. Por otro lado, una temperatura alta produce una mayor proliferación de bacterias y hongos que empeoran el acné, además de que el exceso de sudor agrava la dermatitis, principalmente en personas con antecedentes de atopia o de hiperhidrosis, puesto que el propio sudor puede generar irritación y picazón.
- En segundo lugar está la humedad, que también tiene un fuerte impacto en la piel. En grados inferiores se genera una mayor evaporación de agua, lo que hace que la piel pierda su capacidad de producir humectantes naturales, mientras que una humedad alta hace que la capa más superficial de la piel absorba el agua del ambiente, mejorando así la hidratación cutánea, explicó la doctora Diana Mestanza, especialista en medicina estética de Zazá Medic Láser Center.
“De igual modo, la exposición solar con la radiación UVA y UVB ocasiona un daño severo en la piel y no solo a nivel de manchas, sino también puede provocar la degradación del colágeno, lo que puede manifestarse, como arrugas, flacidez y otros signos de envejecimiento prematuro. Asimismo, la contaminación del aire, la cual se incrementa durante el invierno, trae consigo un mayor estrés oxidativo en la piel, al igual que el viento, que también es otro factor que suele ocasionar resequedad e irritación en la misma”, indicó la experta.
¿Cuáles son los principales cambios que experimenta la piel durante cada estación?
Como la piel está en constante contacto con el entorno, sus propiedades y apariencia pueden verse impactadas por ciertos cambios climáticos. Desde luego, como mencionó la experta de la Clínica Internacional, cada estación presenta una serie de desafíos específicos a nivel cutáneo, incluyendo:
- Otoño: La temperatura empieza a descender y el aire se vuelve más fresco y seco, lo que puede ocasionar sequedad en la piel y exacerbar ciertas condiciones, como la dermatitis y la psoriasis.
- Invierno: Durante los meses de invierno, el aire tiende a ser más seco, provocando una mayor pérdida de humedad en la piel. Ciertamente, esto puede resultar en sequedad, descamación e incluso agrietamiento de la piel. También la exposición al frío extremo puede causar irritación y enrojecimiento.
- Primavera: Generalmente, la temperatura y la humedad comienzan a incrementar, lo que puede llevar a un aumento en la producción de sebo en la piel, ocasionando brotes de acné y piel grasa.
- Verano: En esta estación, la piel está expuesta a niveles más altos de radiación ultravioleta debido a la intensidad del sol. En efecto, esto puede derivar en quemaduras solares, hiperpigmentación, arrugas y aumentar la prevalencia de desarrollar cáncer de piel. Además, el sudor y la humedad pueden obstruir los poros, generando así acné y otros problemas de piel.
“En definitiva, el impacto de los cambios de estación también puede variar según el tipo de piel, por ejemplo, las pieles secas, al igual que las sensibles, durante el invierno o el otoño, pueden volverse aún más secas debido al frío y la baja humedad, generando una mayor descamación e irritación. En cambio, las pieles mixtas pueden experimentar una combinación de problemas durante los cambios estacionales, ya que la zona T puede ser más grasa durante las épocas cálidas, mientras que, las mejillas pueden tornarse más secas durante los meses más fríos. En el caso de las de textura grasa, puede haber una mayor producción de sebo con las altas temperaturas, causando brillo facial e incluso acné”.
¿Cómo adaptar la rutina de cuidado de la piel a los cambios estacionales?
De acuerdo con la doctora Merma, durante las estaciones cálidas (primavera y verano) se debe considerar lo siguiente:
- Baños diarios, fríos, cortos y frecuentes: el sarpullido por calor se produce cuando las glándulas sudoríparas se bloquean por el sudor y esto genera una erupción muy pruriginosa en la piel.
- Usar ropa ligera y holgada hecha de algodón.
- Aplicar protector solar de amplio espectro, resistente al agua y con un SPF de 50 o más. Es vital aplicarlo cada 3 a 4 horas en las zonas del cuerpo que están más expuestas al sol. Además, es necesario complementar con el uso de medios físicos, como sombrero de ala ancha, sombrilla, ropa protectora oscura y gafas de sol.
- Priorizar el uso de syndet (limpiadores sin detergentes) según el tipo de piel, ya que ayudan a eliminar el exceso de sebo, sudor y polución, pero sin quitar la grasa natural de la piel.
- Hidratantes tópicos de texturas ligeras, como serums, lociones y geles hidratantes, los cuales se absorben fácilmente por la piel sin dejar una sensación pesada o grasa.
- Utilizar productos no comedogénicos en cara, cuello, espalda y pecho. La etiqueta puede decir “oil free” o “no obstruye los poros”.
Ingredientes recomendados: alfa y beta hidroxiácidos (ácido láctico y salicílico), niacinamida y vitamina C.
Por el contrario, en las estaciones más frías (otoño e invierno) la experta recomendó:
- Hidratantes tópicos, los cuales tienen que ser de texturas más densas, como cremas o ungüentos. Estos deben ser aplicados luego del baño.
- Baño con agua tibia en lugar de agua caliente para evitar que la piel seca empeore.
- Emplear limpiadores de piel suaves y sin fragancias o syndets.
- Evitar la exfoliación de la piel seca en invierno.
- Evitar el uso de productos que contengan concentraciones altas de alfa hidroxiácidos (ácido glicólico) o beta hidroxiácidos (ácido salicílico) porque pueden ser irritantes en invierno e incrementar la sequedad de la piel.
- Abrigarse con ropa y mantas en lugar de aumentar la calefacción, pues el calor seco elimina la humedad del aire, por ende, causa una mayor resequedad de la piel.
- Se puede agregar humidificadores en dormitorios para mejorar la piel seca.
- Es importante proteger la piel del viento frío y las bajas temperaturas utilizando prendas adecuadas y aplicando cremas hidratantes.
Ingredientes recomendados: ácido hialurónico, ceramidas y glicerina.
“De igual manera, es importante recordar que, durante todo el año, es esencial priorizar una dieta equilibrada y nutritiva para lograr una piel saludable, la cual se mantenga fuerte y protegida contra los efectos adversos del clima y los distintos factores ambientales. Por lo tanto, es indispensable consumir alimentos ricos en antioxidantes, como frutas (fresa, arándanos, sandía y naranja) y verduras (brócoli y espinaca). Además, es fundamental incluir grasas saludables, como los ácidos grasos omega-3 y aquellos alimentos que sean una buena fuente de vitamina C y E. Por último, es vital beber dos litros de agua a diario aproximadamente, con el fin de fortalecer la barrera cutánea, mejorar la elasticidad, la flexibilidad y la apariencia de la piel”, precisó la experta en medicina estética.
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