Cuál es la mejor manera de preservar la espinaca sin perder su frescura
Las técnicas adecuadas de almacenamiento pueden prolongar la vida de esta verdura; cómo es posible evitar que sus hojas se marchiten rápidamente debido a su alto contenido de agua
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Algunos alimentos parecen tener un reloj biológico mucho más ajustado que otros, y la espinaca definitivamente encabeza esa lista. Esta verdura, apreciada por su versatilidad en la cocina y sus aportes nutricionales, tiene una corta vida útil si no se toman los cuidados adecuados. Sin embargo, al seguir ciertos consejos prácticos y sencillos, es posible extender su frescura considerablemente.
Uno de los primeros errores al intentar mantener fresca la espinaca ocurre antes de guardarla y se relaciona con cómo se selecciona en la verdulería. Según un artículo de Foods, elegir productos frescos en buen estado es clave para su conservación. En el caso de la espinaca, las hojas deben tener un color verde intenso, estar sin marcas o magulladuras, y ofrecer cierta resistencia al tacto. La textura es uno de los mejores indicadores de frescura.
Lo particular de esta verdura es que se deteriora rápidamente por su alto contenido de agua en las hojas, que oscila entre un 90% y un 93%, y es responsable tanto de su liviano aporte calórico como de su rápida degradación. La humedad no solo favorece la pérdida de textura, sino que acelera los procesos de descomposición, lo que conduce al conocido efecto de marchitamiento. Por eso, mantener las hojas secas es un factor crucial en la preservación de vegetales con alta cantidad de agua.
Una vez comprada la espinaca se debe decidir cómo guardarla de manera que se conserve fresca durante más tiempo. La recomendación más contundente es lavarla solo al momento de consumirla. Esto además de prevenir la acumulación de humedad, también disminuye las probabilidades de que aparezcan manchas negras o zonas blandas que suelen preceder la descomposición. Si se decide lavar previamente, es fundamental secar bien las hojas con un paño limpio para absorber la humedad restante.
El uso de recipientes herméticos también juega un papel importante. Según el estudio de Postharvest Biology and Technology, las verduras como la espinaca conservan su frescura más tiempo cuando se almacenan en recipientes sellados que limitan la exposición al aire. Además, agregar una capa de papel de cocina entre las hojas ayuda a absorber cualquier vestigio de humedad, y prolonga su vida útil.
Para aquellos que prefieren comprar en grandes cantidades o desean aprovechar ofertas, la congelación de la espinaca es una alternativa válida. Aunque la textura cambia después de descongelarla, los nutrientes se mantienen en gran medida. De igual manera, congelar verduras permite conservar gran parte de sus propiedades antioxidantes y vitamínicas.
Para aquellos que desean incorporar espinaca en su alimentación diaria sin desperdiciar grandes cantidades, es recomendable planificar las comidas con anticipación. Dividir las hojas en porciones pequeñas facilita su uso en diferentes recetas. Además, se pueden combinar crudas en ensaladas o cocidas en salsas, sopas y guisos, lo que permite aprovechar sus nutrientes de diversas maneras.
Beneficios de incluir espinaca en la dieta
Aparte de su sabor y versatilidad, la espinaca destaca por sus múltiples beneficios para la salud. Es fuente rica en vitaminas A, C y K, y en minerales como hierro y calcio. El ácido fólico presente en sus hojas juega un papel importante en la producción de células sanguíneas, mientras que su alto contenido de nitratos contribuye a la salud cardiovascular. A la vez, un artículo publicado en Healthline demostró que el consumo regular de espinaca puede mejorar la salud ocular debido a su contenido en luteína y zeaxantina, antioxidantes que protegen contra la degeneración macular.
Además, la espinaca favorece la digestión gracias a su alto aporte de fibra, que regula el tránsito intestinal. De esta manera, una dieta rica en fibra, como la que proporciona la espinaca, contribuye a prevenir enfermedades digestivas y promueve una microbiota saludable.
LA NACION
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