Guillermo Martín Abbruzzese empezó a coleccionar billetes cuando tenía 12 años y hoy tiene más de 10.000 piezas
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No lo supo en ese entonces, pero aquel regalo que recibió a los 12 años marcaría su vida. “Soy un guardián de la historia”, dice Guillermo Martín Abbruzzese (53) mientras exhibe algunas carpetas con su más preciado tesoro: los billetes que colecciona desde hace más de 40 años y que lo llevaron a escribir varios libros sobre numismática.
“Tengo más de diez mil piezas entre billetes, vales, bonos y cualquier tipo de pago en papel de todo el mundo. El billete más antiguo es uno japonés del año 1600. Es un hobby en el que se aprende mucho. Una cosa es juntar y otra coleccionar. El que junta los tiene ahí y listo, pero el que colecciona, como yo, sabe muy bien lo que tiene, la historia de ese objeto”, explica.
Dentro del mundo de la numismática, Martín -como todos lo llaman- tiene una singular predilección: los billetes argentinos con errores. De esos tiene más de mil y tres de sus libros tratan este tema.
“Los billetes se hacen por plancha. Hoy, el valor de producir los billetes es más caro que el valor nominal de los billetes que se emiten. Por eso no interesa cómo salen a la calle... Uno encuentra que hay errores y también horrores”, dice y confiesa que le encantaría trabajar en Casa de Moneda.
Para comprender la pasión que Martín siente por la numismática es necesario remontarse a su infancia en Ituzaingó. Desde que empezó el secundario, todas las mañanas ayudaba a su padre en el puesto de diarios (un negocio que actualmente mantiene) y por las tardes cursaba el secundario. Fue en esa época que su papá le regaló unas estampillas con la idea que empezara a coleccionar.
“Cuando me las regaló, me anoté en un club de Numismática y Filatelia que había en Ituzaingó. Ahí empecé con las estampillas, pero los billetes siempre llamaron mi atención”, cuenta.
-¿Cómo se produjo el cambio de estampillas a billetes?
-Un día, leí un artículo de Segundamano que decía que alguien vendía una colección de billetes. Así que me fui a ver al vendedor. Cuando lo conocí me contó que su hermano era taxista y alguien había olvidado un maletín lleno de esos billetes. Me dijo que lo habían llamado muchos coleccionistas y vendedores, pero que él me las iba a vender a mí. ‘Sos chico, pero veo que te interesa mucho’, me dijo. Yo me había ido con la plata en la media, eran los ahorros que había juntado por ayudar a mi viejo en el puesto de diario. Así empecé.
Como aquel día, Martín piensa que su gran colección está compuesta por muchas situaciones buena ventura. Aún recuerda el día que una señora llegó al centro y contó que tenía un montón de billetes. “Mire el único que junta es ese chico, pero plata no tiene”, dijo alguien a la mujer y lo señaló. “Es que yo no los quiero vender. Nene venite al taxi que me está esperando afuera que tengo un montón de billetes para vos”, contestó la señora.
“Me dio tres bolsas llenas de fajos de billetes. Le pregunté de dónde habían salido y me contó que su marido había muerto y que limpiando su oficina habían encontrado una caja fuerte con todos esos billetes antiguos. Me los regaló todos. Como entre otros billetes, había un montón de 1 peso me anoté en “Intercambios Internaciones”. Empecé a escribir cartas a coleccionistas del extranjero. En ellas yo les ponía un billete de 1 peso y después cuando ellos me respondían me mandaban un billete de su país, así junté de Costa Rica, Australia... hasta recibí un billete de 500 euros. Así que cambié muchos hasta que empezaron a abrir la correspondencia en Aduana”, cuenta.
Su pasión creció tanto que siendo apenas un adolescente se anotó en el centro de Numismática de Capital Federal donde aprendió a “mirar” los billetes y empezó a concurrir a los remates privados. “Iba cada dos o tres meses. Cuando quería algo, levantaba la mano y la sostenía. “Nene, mirá que son 50.000 pesos”, me decían y yo seguía con la mano levantada. Si algo me había gustado, lo compraba”, cuenta.
-¿Sacrificaba mucho para poder participar de los remates?
-No, porque yo en ese momento era chico y no había como hay ahora celular, zapatillas de marca... Te ponías la ropa que te compraba tus papás... Jugaba pelota y después, en casa, me dedicaba a los billetes.
-Imagino que siendo tan joven los más expertos deben haberte dado algunos consejos...
-Me aconsejaron que evitara comprar billetes de Argentina, Uruguay o Chile porque eran los más comunes. Y alguien me dijo que intentara comprar lo caro, porque lo barato lo iba a conseguir más fácil e incluso hasta te lo podían regalar, pero lo caro no. Lo difícil siempre lo vas a tener que comprar.
Luego de terminar el secundario Martín estudió Educación Física y tres años Odontología pero dejó cuando un hermano falleció de cáncer. “Fue shock para la familia. Tenía que ayudar a mis padres... por eso me quedé en el puesto de diarios y revistas”, dice.
-Pero el hobbie por los billetes nunca lo dejó...
-En el único momento que paré unos años fue cuando me casé. A las mujeres no les gusta. Estuve 17 años casado con mi exmujer y creo que nunca lo entendió. Ahora estoy de novio con alguien que es coleccionista como yo. Compartimos la misma pasión, los dos coleccionamos billetes. Ella me entiende y me incentivó para que escribiera los libros.
Las colecciones
-¿Cómo se fija el valor de un billete de colección?
-Hay un catalogo de billetes que se llama Colantonio. El precio de un billete depende de varias cosas: si es raro, su estado de conservación y cuántos hay en circulación porque si hay muchos, vale menos. Hay algunos que valen una fortuna. Tengo un billete que lo pagué 80.000 pesos, pero yo trato de no fijarme en el valor porque si empiezo a hacerlo me convierto en un comerciante y es justo lo que no quiero. Por eso, no sé lo que vale mi colección. Y no me importa.
-¿Y qué es lo que te interesa?
-El hobby. Me gusta aprender soy muy autodidacta.
-¿Hay algún billete de su colección por el que guarda un especial afecto?
-Tengo unos que compré en Francia antes de la pandemia, tienen un gran valor histórico. Son billetes que 1939 usaban los nazis para pagar a los judíos en los guetos.
Billetes con errores (y horrores)
Aunque muchos coleccionistas juntan sus billetes por letra o por número de serie o por la firma de los presidentes del Banco, Martín prefiere coleccionar uno de cada tipo. “Salvo que cambie el billete, como pasó con el billete de Evita que tiene varios tipos, por ejemplo la serie A que es conmemorativa”, aclara. Él prefiere focalizar en los que tienen errores.
-Tiene más de mil billetes con errores. ¿Cómo surgió el interés de coleccionarlos?
-Empecé a juntarlos cuando recibí uno que no tenía el número de serie.
-¿Por qué se emiten los billetes con error?
-Los billetes se hacen por plancha. Cada plancha tiene entre 28 o 50 billetes, según sean los billetes viejos o nuevos. La nueva plancha es de 50. La plancha de papel tiene una muesca para darla vuelta una vez que se imprime y pueda secarse. Muchas veces no terminan de secarse y se produce el repinte, es lo que sucede cuando el dibujo del frente del billete se pasa para el otro lado. Eso se produce porque colocan todas las planchas, una sobre otra, sin secarse y la presión hace que la tinta fresca actúe como un sello. Estos errores se pagan bien. Otra veces sucede que se les mezclan las tintas y el caballo, por ejemplo, queda color negro.
Martín cuenta que los billetes que más errores tienen son los de mayor numeración porque son los que más se emiten. Entre los errores que encontró, Martín especifica: “Con los billetes de Evita era terrible, había sin cara, con la cara manchada o fantasma... Hoy la mayoría de los billetes tienen errores, pero se pagan los errores más extraños o muy graves, por ejemplo, salieron billetes de 1000 que de un lado tiene una L y del otro una LL, la filigrana (N. de E.: marca que se aprecia a trasluz) al revés, doble numeración.... Hay errores y también horrores”.
-¿A qué se refiere cuando habla de “horror” en un billete?
-Un billete de 100 pesos, un Roca, que dice “desierto” con “c”. Hubo una convención y Nora Matassi, que estaba en Casa de Moneda, dijo que ese error no podría haberse producido y dio una explicación larguísima. Al final de la charla, yo me acerqué, le dije que tenía el billete y se lo mostré... ¡No podía creerlo!
-Cuando alguien recibe un billete con los errores que menciona podría pensar que se trata de un billete falso...
-No. Porque el billete en sí está bien, pero es un billete de curso legal que debería corregirse. Para eso hay que llevarlo al banco y te lo cambian. Desde el banco lo tienen que enviar para que lo vuelven a hacer con “R” que significa “reposición”, pero mucho no lo hacen porque prefieren venderlos... Por un billete de 200 pesos que tenía la banda de seguridad del otro lado, un error grave, he llegado a pagar 10.000 pesos.
Guardián de la historia
Hace un tiempo Martín sumó una nueva pasión: los bonos de de trueque. “Es una moneda social que se creó en el 2000 y 2001, a la par de los bonos provinciales, ante la necesidad de la gente”, explica.
-¿Por qué le interesó coleccionar los bonos, no eran ni siquiera moneda de curso legal?
-Los bonos de trueque fueron una moneda social que tenían mucha confianza de la gente, más que el Lecop, Patacon u otras monedas provinciales. Es parte de nuestra historia y yo, con lo que hago, me siento un guardián de la historia.
-Hoy con los avances de la tecnología pareciera que hay una tendencia a que el billete físico deje de existir. ¿Eso le preocupa?
-No, mejor para mí. Porque puedo empezar a profundizar en el pasado, porque hoy los coleccionistas también tenemos que estar atentos a lo que sale nuevo. De esta manera, podría focalizarme.
-¿Si alguien tiene billetes antiguos qué debe hacer?
-Primero ir a una casa de numismática para saber cuánto vale ese billete, en Buenos Aires hay varias. Después, sabiendo el precio que tiene en el mercado puede buscar venderlo a un coleccionista a través de las redes o Mercado Libre. Aunque aparecen cosas muy comunes.
-¿En el futuro piensa seguir juntando billetes?
-Sí, voy a seguir coleccionando a pesar de que mi hija no tenga interés. También colecciono otras cosas como los muñequitos del chocolatín Jack, boletos capicúa, los tazos... El coleccionista es así, juntamos de todo.
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