Fue una tarde de verano de diciembre, cuando la temperatura calentaba el asfalto con 35° C. Cuando bajó un poco el sol, Carolina Fletcher decidió salir a dar un paseo junto a su novio y tres de sus perros. Caminaron unas cuadras hasta que uno de los animales se detuvo. Algo había encontrado en el piso.
"Toby tiene la costumbre de marcar lo que encuentra y no agarrarlo. Cuando miramos de cerca nos dimos cuenta que era un pichón de un ave. Estaba deshidratado, casi no se movía y apenas respiraba. Buscamos un nido cercano pero no encontramos nada. Nuestra primera decisión fue sacarlo de la vereda y colocarlo en el cantero de una casa en la tierra. Lo dejamos ahí y volvimos a casa pensando que su madre lo iría a buscar -esto es lo que le enseñan a uno de chiquito-. Pero, una vez en casa, no podíamos parar de pensar en el pichón y si sobreviviría o no", recuerda Carolina. Entonces decidió volver al lugar donde lo había dejado y allí lo encontró, pendiendo de un hilo de vida. "Era muy chiquito, todavía no abría los ojos. Nunca habíamos rescatado un pájaro, por ende no sabíamos qué hacer, qué tipo de pájaro era ni qué le podíamos dar de comer".
No perdieron tiempo y lo llevaron de inmediato a un veterinario especialista en aves. El médico confirmó que era un benteveo, que tenía menos de 15 días de vida y que, de no haberlo rescatado, no hubiera sobrevivido. Le hizo una revisión completa y advirtió que tenía un golpe fuerte en la zona del pecho y en las alas. Finalmente indicó un tratamiento y su alimentación básica. También recomendó simular un nido para que se mantuviera quieto. Si lograba salir adelante, al mes, deberían llevarlo nuevamente para un chequeo.
Los primeros días fueron difíciles. Zazú, como habían bautizado al pequeño benteveo, pedía comida cada media hora y había que alimentarlo con una jeringa hasta llenarle el buche. Dormía en una caja, con unos trapos que simulaban un nido. De a poco fue creciendo, empezó a querer aletear y fue necesario entonces buscar una jaula. Ya instalado en su nuevo espacio, al poco tiempo, Zazú empezó a comer solo. "Se ensuciaba mucho con la comida así que había que bañarlo, porque si el alimento se le pegaba a las plumas, se le caían. Zazú como todos los benteveos ama bañarse, haga frío o calor. Así que le improvisamos una bañera con una palangana".
Carolina y su pareja siempre habían tenido en mente liberar al ave cuando llegara el momento indicado. Para eso tenía primero que curarse, aprender a volar y a comer por sus propios medios. Aunque vivía en su jaula, todos los días lo soltaban en el jardín para que intentara volar.
Al mes de rehabilitación, al menú alimenticio se le sumaron zophobas, que son larvas de escarabajo vivas. "Se las dejábamos en el pasto para que él las buscara. Durante esas salidas hacia vuelos cortos de no más de tres metros ya que por un tema de estrés por la caída del nido Zazú tiene un problema de crecimiento en las plumas de las alas y la cola".
Antes de que se decretara la cuarentena, en la última visita, el veterinario le sacó las plumas que tenía mal para darle espacio a las nuevas. Así fue como su cola mejoró y empezó a tener más control del vuelo y cubrir más distancias. Pero todavía no estaba listo, le faltaba mejorar las plumas de las alas.
Una tarde, estaba suelto en el jardín, volando de un lado a otro, siempre al alcance de la mano, hasta que decidió volar pasando la medianera y se perdió de vista. "Y ahí empezó la búsqueda, porque Zazú todavía estaba en recuperación. Hicimos la logística de dónde podría haber aterrizado y salimos a tocarle el timbre a los vecinos (en plena cuarentena) para que miraran en sus patios/jardines. Todos nos ayudaron a buscarlo pero no lo encontramos. Lo vimos pasar una vez volando mientras era perseguido por otro benteveo, son pájaros muy territoriales. Y más tarde, lo vimos en el techo de unos vecinos, quienes nos abrieron la puerta y nos dejaron subir al techo para que lo tratáramos de agarrar. No tuvimos suerte. Zazú pasó su primer noche afuera solo y nosotros preocupados pensando dónde estaría y si volvería. Le dejamos la jaula abierta con comida y agua por si volvía. Admito que no dormí, tenía emociones encontradas".
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Pero la mañana siguiente, cerca de las siete, Zazú volvió. Tenía mucha sed, tomó agua y comió. A partir de esa escapada sus humanos tomaron otras precauciones a la hora de soltarlo. "Si bien nuestra intención siempre fue ayudarlo para luego liberarlo, nos encariñamos un montón con él. Además el veterinario, en una de las tantas visitas que hicimos, nos dijo que Zazú estaba muy sociabilizado y que no era buena idea liberarlo ya que no podría sobrevivir. Por lo que decidimos que, si se iba a quedar, teníamos que darle la mejor vida posible. Mientras vamos a evaluar qué será lo mejor para él en un futuro".
Carolina y su pareja compraron con esa intención jaulón grande para que Zazú tenga espacio para volar. Además, lo están acondicionando para que sea lo más parecido a un árbol dentro de lo posible. "Es increíble como este pajarito llegó y se robó el corazón de todos. Desde los que lo conocemos personalmente y compartimos cada día con él, hasta los que comparten sus aventuras a través de su Instagram (@zazu_elbenteveo). Todos los días lo saludamos, lo malcriamos (generalmente con comida), nos preocupamos por él. Y todo ese amor que le damos se nota, en sus plumas, en su mirada y en sus cantos".
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