Artemis es una base lunar formada por cinco domos que dan servicio a una pequeña industria pesada y al turismo espacial. Pasarla bien en la luna es caro, y a muchos jóvenes no les alcanza el dinero para subsistir. Los apartamentos son tan pequeños como cajas, se comparten instalaciones de aseo comunales y se comen unos snacks de algas muy baratos. La pobreza ha persuadido a muchos de armar una comisión criminal: un sabotaje en la superficie lunar. La luna se ha convertido en un campo de batalla para el crimen organizado que persigue una nueva tecnología que podría revolucionar todo el sistema de comunicación de la Tierra.
Esta es la trama de Artemis, la segunda novela de Andy Weir, escritor del bestseller The Martian, que esta vez nos lleva a la luna a espiar a posibles poblaciones futuras y sus conflictos. Mientras la ciencia ficción sigue encontrando en el espacio un lugar fértil para emplazar sus historias, una nueva ola de empresas, científicos e inversionistas predice sociedades interplanetarias y construye un presente prometedor para las próximas tres décadas de exploración y conquista espacial en la que las bases de habitantes permanentes en la luna, subsidiarias de empresas en estaciones espaciales privadas, miles de constelaciones de satélites brindando servicios permanentes o hasta el turismo a Marte salen del terreno de la ficción para ser ciencia.
A mediados de la década del 90, el fin de la Guerra Fría había desinflado a las principales agencias espaciales. Así como la NASA logró poner hombres en la luna, la ex URSS logró los mayores récords de permanencias humanas en el espacio a bordo de sus estaciones espaciales. Pero con el cambio de política contaban con mucho menos presupuesto y por ello debieron abrirse hacia la colaboración con iniciativas privadas. "Las actuales agencias espaciales siempre tendrán su participación en la actividad espacial por más que existan las empresas privadas, ya que por un lado las primeras tienen la experiencia y las segundas tienen recursos para afrontar una nueva actividad espacial en la cual prima la optimización de recursos con los cohetes reutilizables, por ejemplo, ya que los costos corren por su cuenta, en la jerga científica se dice que las compañías privadas están subidas a hombros de gigantes (las agencias espaciales) ya que utilizan su experiencia y la mejoran", describe Diego Córdova, investigador de historia espacial y vuelos tripulados, periodista y autor del libro Huellas en la luna, que se publicará en abril próximo, a días de que se cumplan los 50 años del programa lunar Apolo 11.
Más que competencia de naciones contra empresas, existen hoy cientos de programas en colaboración entre ambos mundos. La rigurosidad, detalle y planificación a largo plazo de las agencias nacionales se mezcla con la agilidad, la no adversión al fracaso y la ambición de actores privados, generando un escenario de alta ebullición. Por ejemplo, este año Estados Unidos volverá a contar con sus propias naves tripuladas para enviar a sus astronautas a la Estación Espacial Internacional (ISS), algo que no podía hacer desde 2011, cuando la flota de transbordadores de la NASA (integrada por el Discovery, el Atlantis y el Endeavour) fue retirada del servicio activo y sus astronautas, hasta el día de hoy, vuelan a bordo de las naves rusas Soyuz. Ahora volverán al espacio de la mano de SpaceX, con su nave Dragon (la cual ya realizó vuelos no tripulados llevando suministros a la Estación Espacial Internacional) y de Boeing con su nave CST-100 Starliner. "También, para 2024 las principales agencias espaciales (NASA de EE.UU., JAXA de Japón, ESA de Europa, CSA de Canadá y Roskosmos de Rusia) están planificando una nueva estación espacial llamada Deep Space Gateway, que orbitará en torno a la luna, será más pequeña que la actual en órbita terrestre, pero por primera vez un complejo orbital tripulado estará fuera de la órbita terrestre, lo cual será un pequeño paso en la exploración de nuevas tecnologías para los futuros vuelos interplanetarios", describe Córdova.
La nueva liga espacial
En el mundillo aeroespacial se los conoce como los protagonistas del Newspace, son una coalición de magnates que están corriendo los límites de lo posible en términos de innovación con visiones de trascendencia terrestre. Su esfuerzo colectivo genera una competencia que actúa como un catalizador para el progreso. Un poco por ego, poder y también altruismo, hay un trío de alto perfil que viene conquistando nuevos hitos cada semana, generando una infraestructura y una visión que los trascenderá.
Fue la inspiración para crear al personaje de Tony Starke en Ironman, Elon Musk, el empresario nacido en Sudáfrica comenzó SpaceX en 2002 con US$ 100 millones procedentes de su previa fortuna en PayPal, de la cual fue uno de los fundadores. También, creó Solar City, The Boring Comany, entre otras. La compañía ya ha lanzado casi 70 cohetes y ha obtenido contratos con la NASA, la Fuerza Aérea de EE.UU. y las principales agencias espaciales para colocar satélites en órbita y ayudar a reabastecer a la Estación Espacial Internacional y pronto llevar también tripulaciones allí. Tuvo lanzamientos fallidos, con explosiones y pérdidas multimillonarias, pero también lanzó un auto Tesla (también fundada por Musk) al espacio como parte de su proyecto del cohete Falcon Heavy. Musk, amante de los anuncios grandilocuentes, planea enviar a la gente al espacio en vuelos comerciales. El año pasado, anunció el primer "turista en la luna" de SpaceX, que será el millonario japonés Yusaku Maezawa. Pero un objetivo final es enviar vuelos tripulados a Marte y eventualmente colonizar el planeta rojo.
Tuitero verborrágico, Musk suele soltar primicias y chicanas en 240 caracteres. El 11 de enero último mostró en Twitter el prototipo de su cohete Starship, hasta ese entonces conocido como BFR, con la que espera de podamos viajar a Marte. La foto es tan increíble que lo llevó a aclarar: "Esta es una imagen real, no una representación". La nave Starship Hooper tiene ocho metros de diámetro, como lo será el futuro cohete, pero es más corto que su versión orbital que se espera para junio. Sus primeros vuelos de prueba suborbitales, que alcanzarán varias decenas de kilómetros en el aire antes de volver a aterrizar en la Tierra, podrían llegar en marzo o en abril. Esa versión se combinará con un potente cohete conocido como Super Heavy. SpaceX ha dicho que el dúo, algún día, podría transportar personas de ciudad a ciudad en la Tierra en muy poco tiempo, así como propulsar a los pasajeros alrededor de la Luna, a la superficie lunar, e incluso a Marte y viceversa. Musk cree que de tener éxito le estará dando a la raza humana la mejor oportunidad de supervivencia en el futuro.
Alguien que conoce bien a Elon Musk es el astronauta Garret Reisman, que por siete años fue el Jefe de Operaciones Espaciales en SpaceX, hasta mayo último. Previamente había sido astronauta en la NASA y hoy continúa como consejero senior de la empresa de Musk y entrena alumnos desde la Universidad de California del Sur. "Como astronauta de la NASA, pude volar en el transbordador espacial y en la estación espacial internacional. Al realizar tres caminatas espaciales, tuve la oportunidad de ver nuestro frágil planeta en su totalidad. En SpaceX fui parte de la nueva vanguardia y ayudé a liderar esta empresa dinámica y altamente innovadora hacia un nuevo futuro comercial en el vuelo espacial humano", le explica a LA NACION revista Reisman, que no duda en que será SpaceX la que llegue primero a la luna y Marte. "Creo que estamos al comienzo de una nueva era dorada de la exploración espacial. Uno de los aspectos más visibles será el turismo espacial y la otra característica definitoria será que los humanos abandonen la órbita terrestre baja por primera vez desde principios de los años setenta", dice.
El multimillonario inglés Sir Richard Branson ha estado persiguiendo el turismo de vuelos espaciales desde 2004 con Virgin Galactic, cuando logró el primer vuelo suborbital superando los 100 kilómetros con un piloto comercial. Cuenta ya con 600 personas preinscriptas dispuestas a pagar un ticket de 250.000 dólares para hacer turismo por el espacio. En diciembre pasado, luego de un vuelo exitoso con su nave Unity, que llegó a una latitud de 83 kilómetros, cerca de la cuarta capa de la atmósfera (los vuelos comerciales vuelan a 12 kilómetros, aproximadamente) declaró que él mismo lo tomará este año para luego abrir la experiencia a los turistas que quieran transformarse en astronautas, al menos por un rato. Todavía lucha con el fantasma de inseguridad que dejó un intento fallido en 2014, que se cobró la vida de un copiloto.
Como si ser el hombre más rico del planeta y el fundador de la empresa más importante no lo tuviera ocupado, Jeff Bezos también se subió a la conquista de las estrellas. Una compañía menos publicitada que Amazon que tiene el rey del comercio electrónico es Blue Origin, que busca sobresalir en la industria espacial con transporte a Marte, satélites orbitales y vuelos espaciales humanos. Bezos, distinto de Musk, prefiere dar pasos firmes, pero sin grandes anuncios. Desde 2016, ha vendido US$ 1000 millones de sus acciones de Amazon cada año para poder mantener la empresa en activo. Su objetivo, como el de SpaceX, es reducir el costo de los viajes espaciales produciendo cohetes reutilizables. En el pasado, los cohetes se descartaban después de un solo lanzamiento. También está preparando el envío de turistas espaciales en un vuelo suborbital, con boletos que podrían costar unos US$ 300.000 por persona. Bezos tiene ambiciones de formar una sociedad con la NASA para probar la posibilidad de asentamientos humanos permanentes en la Luna.
Otro jugador de peso en la empresa Boeing, que junto con SpaceX trabaja en naves que puedan llevar tripulaciones a la ISS muy pronto. La astronauta Kavya Manyapu es parte del equipo de desarrollo de la nave espacial Starliner y los trajes espaciales para ir a Marte. Consultada por el ambiente de ultracompetitividad y el estrés que una industria así genera, Manyapu asegura que no es un problema. "La carrera por la conquista del espacio para mí es mucho más que exploración espacial, significa evolución humana. Mi sueño es poder ir al espacio y me estoy formando como astronauta para lograrlo. Aunque es una industria ultracompetitiva, es una comunidad muy reducida y para nosotros es un sueño hecho realidad estar trabajando aquí, por lo que, si bien existe el estrés, todo lo que hay que lograr es por el bien general y esa trascendencia es lo que me motiva a trabajar", explica a LA NACION revista desde la base de Boeing en California.
De acá en más
Todos estos avances colosales se explican también con el desarrollo tecnológico logrado en los últimos años en muchas direcciones como la obtención de nuevos materiales compuestos y miniaturización de la electrónica y que estén al alcance de un gran sector de la sociedad. "Sin duda observaremos grandes (en cuanto al número) constelaciones de satélites muy pequeños, los cuales trabajarán en conjunto a fin de observar nuestro planeta. De esta manera tendremos información precisa y en tiempo real para encontrar soluciones a problemas medioambientales, de logística, comunicaciones, desarrollo urbano y actividad agropecuaria, entre otras", describe Diego Bagú. Otra industria que florece además de las empresas de cohetes lanzadores es la satelital, que cuenta con un jugador argentino de peso.
La compañía argentina de microsatélites Satellogic, dedicada a la analítica geoespacial, firmó un acuerdo de servicios para lanzamientos múltiples con China Great Wall Industry Corporation (CGWIC). Llevará al espacio 90 microsatélites de la empresa desde su base en Taiyuán. El primer lanzamiento –planificado para el último cuatrimestre del año en un cohete Long March 6 (LM-6)–, pondrá 13 nuevos dispositivos en órbita. La flota formará una constelación para la observación de la Tierra que tendrá la capacidad de proporcionar semanalmente imágenes de un metro de resolución de todo el planeta, reduciendo drásticamente el costo de los servicios de análisis geoespacial de alta frecuencia. Así opina Emiliano Kargieman, fundador de Satellogic, sobre el presente exploratorio: "Estamos pasando un momento de transformación importante en lo que son las cadenas de valor de la industria aeroespacial y redefiniendo donde se invierte más en investigación y desarrollo. Los últimos 12 años han cambiado el juego. No solo las ya líderes como SpaceX, también pequeñas como Satellogic y otras tantas que estamos trabajando en una generación de satélites más baratos, pequeños, livianos y formar constelaciones para dar servicios de observación de la Tierra y también comunicaciones", dice.
Las constelaciones de microsatélites tienen un sinfín de usos y permiten mirar a la Tierra en tiempo real desde el espacio. Por ejemplo, comunicaciones para internet de alta velocidad, análisis de señales, servicios para la industria del agro y el petróleo. "Hasta hace muy poco, esto era una locura; ahora hay decenas de empresas que nacen para ocupar todas las posibilidades que se abren con el geoanálisis de orbita baja".
El nuevo escenario es prometedor y eso hace que nadie quiera quedarse afuera. Son muchos los países más allá de los EE.UU. que se anotan en la conquista del espacio. Por ejemplo, el Sheikh Mohammed bin Rashid al Maktoum, vicepresidente y primer ministro de los Emiratos Árabes Unidos. Su imperio se basa en la riqueza del petróleo y Maktoum quiere diversificar el PBI de su país, y el sector de ciencia y tecnología es una prioridad. El proyecto, conocido como Mars 2117, incorpora muchas de las tecnologías de investigación y conceptuales más importantes del mundo. Una inversión de US$ 380 millones en Virgin Galactic le otorga una participación del 38 por ciento de la compañía de exploración espacial. El mandatario declaró recientemente en el diario LA Times que la primera misión a Marte será "enviar una sonda meteorológica no tripulada llamada Hope a Marte a tiempo para celebrar el 50 aniversario de la nación, en 2021".
Mientras la exploración privada avanza, también muchos países anuncian la creación de sus agencias espaciales de cara a un futuro humano interplanetario, como Australia, que anunció planes para lanzar su agencia espacial, como también varios países de Africa como Africa del Sur, Nigeria, Kenia y Etiopía. Del ámbito privado, la startup japonesa Momo lanzó su primer cohete comercial construido por Interstellar Technologies. India prepara su primer cohete comercial mientras que en 2017 logró enviar 104 satélites a la vez en un solo cohete. ¿Y China? "Su aparición tardía como potencia espacial capaz de enviar naves tripuladas contrasta con los pasos agigantados que da, ya que fue capaz de colocar pequeñas estaciones espaciales tripuladas y este año dio un gran avance logístico y tecnológico al hacer alunizar, por primera vez en la historia, una nave no tripulada en la cara oculta de la luna, con vehículo rodado incluido. El programa chino pertenece íntegramente a su esfera militar y eso hace que dicho programa sea de interés estratégico para su nación, más allá de la exploración espacial y resultados logrados. Fuera del ámbito privado, hizo su aparición la India, la cual cuenta con su propia agencia espacial y sigue adelante en el desarrollo de su propia nave tripulada, llamada Gaganyaan, con la firme promesa de realizar su primer vuelo en 2022.
Bagú, del Planetario de La Plata, opina que China ha mantenido una política coherente e ininterrumpida en cuanto a su programa espacial. "Y lo significativo es que ha logrado importantísimos resultados a lo largo de muy pocos años. Pero, además, ha colocado ya dos estaciones espaciales en órbita terrestre y ha alunizado en dos oportunidades, sin duda alguna, en pocos años veremos flamear la bandera del país oriental en la superficie selenita", explica.
La nueva exploración espacial se abocará también en la utilización de recursos del espacio, la posibilidad de producir combustible para cohetes en alguno de los asteroides y de reutilizar el agua que se está encontrando, también en montar más infraestrucutura en órbita baja para observación y nuevos servicios de comunicaciones. "Vamos a ver las primeras estaciones privadas, no ya no solo de gobiernos, sino también de empresas para desarrollar, por ejemplo, drogas que en microgravedad tiene algunas ventajas y fibras para comunicaciones, eventualmente también se usarán para turismo espacial", describe Kargieman. En una segunda etapa, un avance en minería de asteroides, ricos en minerales y difíciles de encontrar en la Tierra, además de generación de energia solar (en el espacio tienen 10 veces mejor eficiencia y lugares sin sombra, para recolectar energia de manera eficiente).
También es esperable que los costos de lanzamientos en las proximas décadas bajen mucho y todo esto impulse más y más inversiones. ¿Podrán los chicos nacidos este año gozar de las facilidades interplanetarias? "Al menos un porcentaje de los chicos que nazcan hoy van a tener la posibilidad de pasar una temporada de trabajo en la luna o marte, y, por ejemplo, poder hacer investigación en el espacio. Mi hija Asia tiene 2 años y uno de mis objetivos personales es llevarla a conocer la luna en unos 20 años, y me lo tomo muy en serio", cierra.
Los desafíos de asentar comunidades en la luna y Marte no son solo tecnológicos, quizás los más débiles eslabones en la cadena de exploración están ligados a investigar cómo serán las consecuencias de la vida y permanencia a largo plazo y la posibilidad (o no) de que generaciones de seres humanos puedan nacer allí. Aunque hay cautela a la hora de marcar fechas para los próximos hitos, la luna será la primera en la próxima década, o dos, y luego Marte. Luego de todas esas conquistas, seguro llegará la hora para otra nueva era de expansión espacial."Somos generaciones privilegiadas. Aquellas que verán el regreso del hombre a la luna y del primer y tan ansiado viaje a Marte. Estamos viviendo ese antes y después en la conquista del espacio. Y ahora sí, será para establecernos para siempre y convertirnos en una especie interplanetaria", cierra Bagú.
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