Pizzerías y sandwicherías, restaurantes antiguos y modernos, bodegones y mas. Los que siguen de pie.
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Más allá de no ser un barrio estricto, el Microcentro porteño comparte con el resto características que lo hacen único. Al menos, así era hasta esta pandemia. Por sus calles angostas -y veredas aún más angostas-se intercalan bellísimos edificios históricos con otros modernos, abundan las casas centrales de los bancos y los consulados, se suman los teatros de la Av. Corrientes y el icónico Luna Park, la Plaza de Mayo y la Legislatura. En las últimas décadas el Microcentro era sin duda la zona de Buenos Aires con más cantidad de personas por metro cuadrado, cientos de miles de oficinistas, trabajadores varios y turistas deambulando a toda hora. La mayoría de ellos precisaba además comer allí, lo que dio vida al polo gastronómico más nutrido de la ciudad: pizzerías y sandwicherías, restaurantes antiguos y contemporáneos, bodegones y propuestas asiáticas, bares vegetarianos y parrillas populares. Muchos debieron cerrar sus puertas, pero otros tantos resisten con esfuerzo, soñando por mejores vientos. De todo ellos, elegimos cinco restaurantes clásicos, de esos que todos conocemos, que se mantienen orgullosamente abiertos esperando (y precisando) que los visitemos.
Café Paulín
La pequeña barra en forma de U, la velocidad del despacho, los sándwiches gigantes y un servicio aceitado al milímetro son marcas registradas de Café Paulín, emblema del Microcentro más querido. Si un turista quisiera aprender la idiosincrasia porteña, este lugar puede ser su escuela. La estrella de la casa son los sándwiches, en pan de figazza, pebete, árabe o baguette. La carta actual permite elegir entre obvios como jamón cocido y queso hasta el de matambre, leberwurst o el de cantimpalo, entre otros. Hay sándwiches que ya son historia, como el napolitano, que desde 1991 se ofrece en pan de cebolla con jamón cocido, queso, tomate y albahaca. Y un favorito es el de peceto braseado, que suma gruyere, panceta, morrón y cebolla. Ya sin el frenesí de otros tiempos, por suerte son muchos los que hoy mismo siguen eligiendo a Paulín, tanto para sentarse en la barra o pedir por delivery y take away y comer en casa. Dirección: Sarmiento 635 / www.instagram.com/famosocafepaulin / WhatsApp: 11-2691-6864
Tancat
Si bien muchos lugares de la zona apostaron por una comida apresurada, a tono con las exigencias horarias de su público hambriento, otros supieron convertirse en pequeños oasis gastronómicos, donde tomarse un tiempo extra para disfrutar de la comida. Tancat pertenece a este último grupo, una tasca embajadora de los sabores llegados de España. Ubicada en uno de los extremos del Microcentro, Tancat sigue en pie recibiendo comensales de otros barrios, clientes habituales que sienten por este lugar una fidelidad que va más allá de la pandemia. La barra larga, los boxes semicirculares, los tonos rojizos de la madera y de los jamones, todo sigue allí. Y sigue también el menú con su clásico pulpo a la gallega como estrella. Hay además croquetas de jamón crudo, invernales callos a la madrileña, gambas al ajillo, chipirones encebollados, tortilla de papas y más de esos platos que despiertan memorias emotivas. Dirección: Paraguay 645 / https://www.instagram.com/tancattasca/ WhatsApp: 11-6221-9721
D’Oro
Un lugar de culto con ya más de 20 años frente a la Legislatura, en pleno caos céntrico. De afuera apenas se ve una vidriera estrecha que no deja adivinar su belleza interior. Así es D’Oro, ese bastión de la cocina italiana en Buenos Aires, uno de los pocos -sino el único- lugares en el barrio donde comer verdaderos clásicos italianos hechos con pasión y con conocimiento. Las paredes de ladrillo al desnudo arman un ambiente que invita a respirar hondo y prepararse para una gran comida. Hay muchas opciones: un camino podría ser arrancar con la burrata e prosciutto o una de las pizzas de la casa (desde una Margherita a la Capricciosa, con tomate italiano, mozzarella fior di latte, jamón cocido y hongos). Y seguir luego con las pastas secas (deliciosos spaghetti alla carbonara, con guanciale, huevo de campo y queso pecorino) o frescas, con los ravioles rellenos de carne con hongos y crema. Hay también risotto, antipasto, carnes y más, todo vestido con los colores y los sabores de Italia. Dirección: Perú 159 / WhatsApp: 11-5051-4059 / https://www.instagram.com/doroitalianbar
Las Cuartetas
Hablar de pizzerías sobre la Av. Corrientes es hablar de los grandes nombres de la tradición, que fuerza de leña encendida y toneladas de mozzarella llenaron la zona de aromas y anécdotas. Pero mientras que la mayoría está del otro lado, entre Av. Callao la 9 de Julio, en la Corrientes del Microcentro destacan dos lugares: El Palacio de la Pizza y Las Cuartetas, ambos en pie y sacando día a día sus especialidades.
En el libro Nuestra Pizza, una pasión redonda, los autores Martín Azumendi y Joaquín Hidalgo cuentan que el nombre de Las Cuartetas provino de un cliente habitual de esta casa, un poeta llamado Alberto Vaccarezza que pagaba sus canciones con cuartetas escritas por él y que luego quedaban en el local. Leyenda o realidad, este lugar nació en 1932, luego se mudó y en 1957 fue comprada por los propios trabajadores, manteniendo siempre la sabrosa masa de molde, aireada y piso crocante, cubierta con abundante queso. Hoy es posible ir y comer al paso (hay unas mesitas para esto), también aprovechar la vereda o sentarse en el salón, en búsqueda de su fugazzetta con queso; la Española con cantimpalo, mozzarella, morrones y aceitunas; o la polémica Super Cuartetas con rodajas de tomate, mozzarella, jamón, morrones, atún y aceitunas, entre muchas más. Dirección: Av. Corrientes 838 / WhatsApp: 11-2341-2128 / https://www.instagram.com/lascuartetaspizza
Gringo Panchería
A principios de la década de 1990, en un pequeño local en Lavalle y Suipacha, abrió Gringo, una panchería que buscaba darle al pancho un lugar protagonista. “Los panchos se vendían en kioscos, donde dejaban las salchichas nadando en el agua caliente por horas. Quise sumarle valor al pancho, a través de la calidad y no del tamaño. Era el uno a uno, así que compré todos aderezos importados (Heinz y unos italianos muy ricos) y la gente respondió muy bien”, cuenta José Luis García, creador de esta marca. Cuando abrió era la única panchería de la zona; al año ya se habían sumado más de una docena en la misma manzana. En sus mejores momentos, Gringo llegó a tener tres locales propios, atendiendo más de 800 personas por día. Hoy mantienen con mucho esfuerzo un único lugar, el de Lavalle 695, donde están desde el año 1995. Un cuarto de siglo ofreciendo panchos como el Alemán, con salsa tártara, repollo colorado, mostaza blanca, pepino y semillas de amapola; el Americano, con relish, cebolla, pepino, barbacoa; el francés con mostaza de Dijón, pepinos, mostaza en granos y salsa de ajo; o el Mexicano, con cebolla, ají picante, salsa Newman´s, nachos y tabasco, entre otros. A $100 el pancho, un bocado caliente, rico y económico. Dirección: Lavalle 695
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