Un 12 de julio de 1938, el canciller Cantilo envió este documento confidencial a todas las embajadas argentinas para su inmediata aplicación; la orden fue un secreto de Estado hasta 2005, y fue encontrada casi por casualidad por una investigadora
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Siempre supo que la Circular 11 existía. Su abuelo, Santos Goñi, había sido cónsul argentino en Viena, Génova y La Paz, y había aplicado esta orden durante años. Pero el ex diplomático solo hablaba del tema dentro del ámbito familiar, porque, según decía, se trataba de una instrucción confidencial, firmada y enviada por el poder ejecutivo a todas las embajadas argentinas en 1938, prohibiendo, de manera tácita, el otorgamiento de visas argentinas a familias judías.
Ya adulto, y convertido en escritor y periodista, su nieto, Uki Goñi, quiso escribir sobre el tema. Quería que la Circular 11 formara parte de su nuevo libro, La auténtica Odessa, fuga nazi a Argentina. Pero, al carecer de una copia, no tenía forma de probar su existencia. “Buscaba desesperadamente una copia. Entrevistaba a gente de Cancillería, a historiadores, y todos me decían que no existía. Pero, después, hablaba con otros familiares de diplomáticos y todos ellos sabían lo mismo que yo. La Circular 11 era un secreto a voces entre las familias diplomáticas”, cuenta Goñi, a 84 años de la firma del documento.
Su suerte cambió en 1998, cuando conoció a la investigadora Beatriz Gurevich, que había sido contratada por la Comisión de Esclarecimiento de las Actividades del Nazismo en la Argentina (Ceana) para viajar a distintas embajadas argentinas en Europa, en busca de información sobre el escape de criminales de la Segunda Guerra Mundial a la Argentina. Goñi le comentó lo que sabía de la Circular 11. Meses después, ella le envió por mail una copia del tan buscado documento.
“Lo encontré de una manera muy accidental -recuerda Gurevich, con el entusiasmo aún intacto-. Estaba revisando los archivos de la Embajada Argentina en Estocolmo. Como tengo un problema manual serio, la embajadora le había pedido a su chofer que me ayudara a bajar y subir las cajas. Y un día, cuando ya estaba por irme al próximo destino, porque no había encontrado nada, el chofer me dijo: ‘¿Por qué no revisa esas otras cajas? Eran cajas que otro investigador, que había estado ahí antes que yo, ya había revisado y había dicho que no valían la pena. Cuando empecé a revisar entre los papeles hechos bollos, encontré la Circular 11. Fue una sorpresa terrible, no podía creerlo”.
En ese mismo viaje, la investigadora recorrió diferentes sedes diplomáticas argentinas de Italia, Dinamarca y Bélgica, pero en ninguna volvió a encontrar esta orden. “La copia que encontré en Estocolmo estaba sellada como confidencial y, en el mismo sello, tenía la orden de destrucción. Al guardarla, el embajador había desobedecido la orden. Gracias a eso, confirmamos su existencia”, afirma la investigadora.
Goñi y Gurevich decidieron publicar una fotocopia de la Circular 11 en el libro de Goñi, que salió a la venta en español en 2002, y fue posteriormente traducido a otros seis idiomas.
Qué decía la Circular 11 y por qué, de todas formas, ingresaron miles de judíos al país
La orden secreta fue firmada por el canciller José María Cantilo durante la presidencia de Roberto Marcelino Ortiz, un año y un mes antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. En ese entonces, la comunidad judía empezaba a huir del territorio nazi, generando así una gran crisis de refugiados. Entre otras cuestiones, en la Circular 11 se explicita la necesidad de “mantener un control riguroso (de la inmigración), extremando todos los medios de selección, a fin de impedir que las corrientes inmigratorias se dirijan desordenadamente” a la Argentina. Sobre el final del documento, se vuelve explícita la intención del Gobierno: “Salvo orden especial de esta Cancillería, los Cónsules deberán negar la visación -aún a título de turista o pasajero en tránsito- a toda persona que fundadamente se considere que abandona o ha abandonado su país de origen como indeseable o expulsado, cualquiera que sea el motivo”.
La orden citada no nombra la palabra “judío” en ninguno de sus párrafos. Por esta razón, cuando salió a la luz, hubo quienes argumentaron que también habría incluido, por ejemplo, a republicanos españoles, perseguidos en ese entonces por la dictadura de Francisco Franco. Pero Goñi lo niega: “La circular se firmó el 12 de julio de 1938, justo cuando estaba celebrándose la Conferencia de Evian, una reunión internacional en la que participó la Argentina, que tenía como objetivo encontrar un lugar para todos los judíos que estaban siendo diezmados por los nazis, para ver a dónde podían ir. La misma circular hace mención a las conferencias internacionales que se estaban llevando a cabo en el momento. La Conferencia de Evian no fue exitosa. Los países que después conformarían Los Aliados le cerraron la puerta a los judíos. Y, en la Argentina, el canciller Cantilo firmó esta circular, que fue enviada a todas las embajadas argentinas en el mundo y también a Migraciones”, afirma.
Pero hay una contradicción que es imposible negar: ¿cómo es posible que, con esas restricciones al visado, la Argentina haya sido el país de la región con la mayor inmigración de judíos europeos, tanto antes como después de la Segunda Guerra? Según Goñi, hay dos posibles respuestas a esta pregunta.
“Esta orden dividió a los diplomáticos argentinos entre aquellos que la aplicaban y no permitían el ingreso de judíos, y quienes, la gran mayoría, recibían sobornos y los dejaban entrar. En mi familia siempre se hablaba con orgullo de que mi abuelo nunca se había dejado sobornar por los judíos. Y yo, por dentro, pensaba: los que se dejaron sobornar salvaron vidas”, dice el periodista, que actualmente escribe para The Guardian.
Una vez terminada la guerra, el presidente Juan Domingo Perón mantuvo la política migratoria. “Es conocido que el director de migraciones de Perón fue Santiago Peralta, que había escrito uno de los libros mas antisemitas que hubo en el país (La acción del pueblo judío en la Argentina). Fue un escándalo. Hasta el New York Times publicó una editorial diciendo que no podía ser que Peralta estuviera al mando de Migraciones”, suma Goñi
Por otra aparte, sostiene, muchos judíos europeos ingresaron al país en ese período falsificando documentos o negando sus orígenes para obtener la visa. Otros, también, cruzaron ilegalmente al territorio argentino a través de algunos países limítrofes. “Entrevisté a muchos que lograron entrar haciéndose pasar por católicos. Este es el caso de Irene Dab, judía francesa. Cuando su familia fue a la embajada argentina en París, en el ‘47, dijeron ser católicos y les hicieron rezar el Padre Nuestro. Y ella lo recitó. Lo tenía ensayado. Después, hay muchos que viajaron a Bolivia y, de ahí, cruzaron la frontera con contrabandistas. Otros, como Aida Ender, a quien conocí, viajaban escondidos en vagones de tren. Ella viajó así a los 4 años”, explica.
Durante su investigación, Goñi recibió el llamado de una investigadora alemana. Le comentó que había encontrado una carta escrita por su abuelo, que en ese entonces era cónsul en La Paz, a la Cancillería argentina, en septiembre de 1939, alertando sobre la cantidad de judíos que estaban cruzando ilegalmente de Bolivia a la Argentina. “Es inútil que se nieguen las visaciones de La Paz si después consiguen sobornar a empleados subalternos de la frontera y entrar al país”, había escrito su abuelo.
“No hubo reacción del gobierno argentino”
Pese a que la Circular 11 cayó en desuso a lo largo de las décadas, recién fue derogada en 2005. Luego de la publicación de su libro, Goñi observó poco interés del gobierno argentino en el tema. ”Como no tuvieron ninguna reacción, empecé una campaña muy fuerte en televisión. Pero no fue fácil. Estuve como un año yendo a reuniones con el canciller Bielsa. El Centro Wiesenthal también participaba. Al final, le escribimos una carta abierta, firmada por muchos intelectuales argentinos. Ahí me llamaron de Cancillería. Y en 2005 fue derogada”, recuerda.
Según Gurevich, el descubrimiento de la Circular 11 fue realmente importante. ”Abrió puertas a otros descubrimientos”, dice, y luego sostiene: “Al final, la historia se construye sobre la base de lo que se encuentra”.
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