De la mano de dos amigos, una marca de pollo frito estadounidense con raíces argentinas llegó a China. Historia de un road trip que alcanzó el éxito.
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Justin y Timmy llegaron a Buenos Aires hace poco más de diez años, cuando la ciudad era económica para quienes traían dólares en el bolsillo. Acá comenzaron a frecuentar los círculos de expatriados, una ciudad paralela donde el idioma predominante deja de ser el castellano. “Cuando sos un expat, te conocés con todo el mundo. Con otros gringos, pero también con franceses, ingleses, holandeses, venezolanos, colombianos. Hay fiestas privadas y bares donde todos se juntan. Yo mismo empecé a organizar fiestas: con unos amigos alquilábamos un galpón, poníamos un dj, armábamos una barra y caían 200 personas”, explica Timmy. “Un día invité a varios amigos a mi casa. Y cuando ya todos se habían ido y estaba a punto de irme a dormir, de pronto sonó el timbre. Era Justin; alguien le había pasado la dirección de mi casa. Yo no lo conocía, pero igual lo dejé pasar. Nos pusimos a mirar fútbol americano y hablar de comida. Justin ya era un gran cocinero; tenía un restaurante pop up que se llamaba Puertas Abiertas”.
Son dos gringos (así se llaman a sí mismos): Timmy nació al norte del estado de Virginia, a 40 minutos de Washington DC. Justin Clouden, su socio y mejor amigo, es de Toronto, Canadá, pero desde chico vivió en Atlanta, la capital de Georgia. Timmy es blanco, flaco, usa gorrita y buzos estampados con capucha. Justin es negro, grandote, de sonrisa blanca y generosa. Ambos hablan un buen castellano salpicado de modismos, slang y acento estadounidenses. Sin conocerse, siguieron la misma carrera de Negocios (Business). Timmy la cursó en la Universidad de Carolina del Norte; Justin en Wharthon, Pensilvania, una de las facultades más prestigiosas del planeta. Ambos, también, viajaron por el mundo, trabajando en multinacionales, hasta que un día el destino los encontró en Buenos Aires. “En un momento me di cuenta de que no quería ser un corporativo; en la computadora leía blogs de chicos que se iban a viajar por el mundo y yo mientras estaba en la oficina, con 22 años de vida, ya estresado y perdiendo el poco pelo que tenía”, resume Timmy.
Así comienza la historia de Chicken Bros -ese templo en honor al pollo frito que abrió hace cinco años en Palermo- y que es una cruza de viajes imprevistos y de fiestas alocadas, de juventudes rebeldes y encuentros azarosos. Un road trip que arrancó a pocos kilómetros de la Casa Blanca, bajó luego hasta la sureña ciudad de Atlanta, de ahí cruzó el continente para desembarcar en Buenos Aires y, esta misma semana está sumado un pop up al otro lado del globo terráqueo, en la lejana Shenzhen, una populosa ciudad china. Salsas picantes, alitas de pollo all-you-can-eat, tenders jugosos, galletitas Oreo fritas, música hip hop por los parlantes, fútbol americano en las pantallas, grafittis y acentos de todo el planeta. “Todo se fue dando como de casualidad”, asegura Timmy Jackson, uno de los dos socios de Chicken Bros, mientras muerde El Jalapeño, un sándwich de pechuga de pollo frita con cheddar, panceta, barbacoa y ajíes jalapeños encurtidos.
De fiestas y expatriados
Para quienes dejan su país de origen, la comida es siempre un tema de conversación. Lo saben bien los argentinos que emigran a Europa y extrañan el asado de los domingos o la casa de empanadas a la vuelta de la esquina. Es la nostalgia por los sabores de la infancia, por esos platos que le dan sentido a una cultura y paladar. “Hace 10 años era muy difícil encontrar platos intensos y picantes en Buenos Aires. Con Justin empezamos a hablar de picantes, de cómo los extrañábamos. En un momento le mostré que tenía un ghost pepper en la cocina y se volvió completamente loco. El ghost pepper es uno de los ajíes más picantes del mundo, 400 veces más fuerte que el de la salsa tabasco”.
Picante, así comenzó la amistad
Ese amor por los picantes marcó el inicio de una amistad que luego derivó en una sociedad. Comenzaron haciendo fiestas donde ofrecían alitas de pollo, ese pasión tan estadounidense (tan sólo durante el Super Bowl se calcula que en Estados Unidos comen más de 1400 millones de alitas de pollo en una sola noche). “Hay muchos países donde el pollo frito es importante. En Estados Unidos, también en Corea, Venezuela, Colombia, Perú, Chile. Vimos que en Argentina faltaban propuestas así, solo estaba Nola, con una idea más de gastropub, con más platos de la cocina cajún. Empezamos de a poco, invitando a algunos amigos; luego hicimos una gran fiesta para un 4 de julio con banda de música country y alquilando un toro mecánico; otra en un barco para doscientas personas en el Tigre; cocinamos juntos en Chilli Cookoff (una competencia que premiaba al mejor chilli con carne de Buenos Aires); participamos en mercados y ferias. Hasta que un día arrancamos con Chicken Bros de manera más fija, todos los lunes como invitados en el bar Magdalena’s Party. Nos empezó a ir muy bien: en un día facturábamos más que el bar en el fin de semana. Una amiga nos dibujó el logo y es el mismo que mantenemos hoy”, asegura Timmy. En el logo se ven dos pollos: uno blanco con la gorrita puesta; el otro oscuro, con la sartén por el mango.
En 2016 los dueños de Magdalena’s Party decidieron dejar el local y Chicken Bros aprovechó la ocasión. Con plata prestada a familia y amigos, rearmaron el espacio y desde entonces ocupan esa amplia esquina de Thames y Costa Rica. El crecimiento los llevó también a ampliar la propuesta: de ofrecer tan solo alitas sumaron las tenders (tiras de pechuga de pollo rebozadas y jugosas), los sandwiches, las papas fritas en triple cocción, la cerveza tirada, las mencionadas alitas y el Mac & Cheese con distintos toppings. El secreto de la casa era -y siguen siendo- las mezclas de especias y las salsas caseras: cítricos, ajíes, miel, ajo, jengibre, aceites, comino, orégano, pimientas y varios etcéteras conforman el preciado backstage de esta cocina.
Activos a toda costa
“Con la cuarentena entendimos que la respuesta era estar más activos que nunca. Take the bull by the horns, ¿no? Agarrar al toro por sus cuernos. Empezamos con los capítulos de Chicken in the kitchen with the bro’s, unas historias de Instagram donde enseñábamos a realizar distintos platos con pollo. También sumamos delivery propio e invertimos en redes sociales. Funcionó: empezamos a vender más que nunca, incluso más que antes de la pandemia. Ese éxito nos animó a dar el paso siguiente: comenzamos un plan de expansión con franquicias. En febrero abrimos la primera en Villa Urquiza, y tenemos gente interesada en otras partes del país.
Justo antes de que comenzara la cuarentena en marzo de 2020, Justin se fue a vivir con su mujer y su bebé recién nacido a la ciudad de Shenzhen, en China. A ella le ofrecieron un trabajo en una escuela prestigiosa y decidieron probar suerte por al menos dos años. “Con Justin hablamos todos los días. Y esta semana está presentando el segundo pop up de Chicken Bros en China. El primero se llenó por completo. ¡Una locura! Ahora queremos abrir franquicias allá”, advierte Timmy. El flyer lo anuncia así: “La marca de pollo frito estadounidense con raíces argentinas llegó a China. Una nueva parada en este largo y alocado road trip gastronómico.
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