Recordadlo con mucho cariño... solo eso, por favor". Son las únicas palabras que Esther Doña, en un puro llanto, acertó a decir cuando ¡HOLA! Habló con ella poco después de la muerte de su marido, Carlos Falcó. El marqués de Griñón, de ochenta y tres años, llevaba varios días en estado crítico, pero una leve mejoría la había llevado a recuperar la esperanza. "Carlos es un toro, saldrá de esta", había comentado su mujer cuando trascendió la noticia de que había sido ingresado por el coronavirus. Y efectivamente, Falcó tenía la salud de un roble. Por eso Esther no perdió ni por un momento la fe. Tenía claro que saldría de esta. Por eso le dijo a los médicos que aplicaran todos los protocolos habidos y necesarios para que se salvara, porque sabía que él los resistiría y saldría adelante.
Pero la historia del final del marqués de Griñón es como la de su propia vida, una hazaña. Porque él mismo decidió, cuando el virus aún solo le había causado los síntomas más leves, someterse voluntariamente a un tratamiento experimental para lograr vencer al enemigo mortal que ha despedazado el mundo que hasta ahora conocíamos. Como un héroe se postuló y aceptó... pero el desenlace ya lo conocemos.
La evolución de la enfermedad fue progresiva. Carlos comenzó sintiéndose mal cuando aún Espaa no había decretado el Estado de Alarma. Tenía que decidir entre ir a la boda de unos amigos, en Santander, o quedarse en casa. Por pura responsabilidad, decidió que no era el momento de ir de boda y que esas leves molestias que sentía en el pecho mejor debían ser tratadas cuanto antes. Aunque no presentaba los síntomas más evidentes, le diagnosticaron una leve infección en el pulmón y lo sometieron a las pruebas. Resultado: positivo en coronavirus. Tuvo que permanecer ingresado en la Fundación Jiménez Díaz, mientras que su mujer, Esther Doña, quedó confinada en cuarentena en el Palacio El Rincón.
Pero sus conversaciones eran constantes. Especialmente por videoconferencia. En tono socarrón, Carlos bromeaba diciendo que allí estaban cuidándolo como a un marqués, que las comidas eran buenísimas y el personal sanitario cariñosísimo... pero que, curiosamente, no lavaban la ropa, le decía a Esther entre risas. Ella le contestaba muerta de la risa que se pusiera el pijama, que era lo único que había que llevar en el hospital.
Así, entre risas y largas conversaciones discurrieron los primeros días, hasta que, casi de repente, todo cambió a peor. Los pulmones de Carlos se encharcaron y entró en un estado crítico que lo llevó a la UCI. Lo último que le dijo a Esther fue: "Voy a luchar por ti, voy a luchar por pasar aún muchos años contigo…". En la UCI aún siguió luchando como el hombre recio, fuerte y de campo que era... y superó algunas batallas. Incluso los médicos estaban sorprendidos de su resistencia, de su lucha, de sus pasos avanzados. Pero un fallo renal finalmente terminó con esta guerra tan dura que estaba librando. Carlos Falcó se marchó, sí, el 20 de marzo, pero se fue como el héroe que fue en vida, sometiéndose a un tratamiento experimental para que otros pudieran curarse.
UN HOMBRE APASIONADO
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero…". A Carlos Falcó y Fernández de Córdoba, quinto marqués de Griñón, decimosegundo marqués de Castel-Moncayo y Grande de España, le gustaba recitar esos famosos versos de Antonio Machado. Al igual que el poeta, él nació en el Palacio de Las Dueñas, sólo que 62 años después: el 3 de febrero de 1937, en plena guerra civil española. Su padre, Manuel Falcó y Escandón, duque de Montellano, y su madre, Hilda Fernández de Córdoba y Mariátegui, marquesa de Mirabel, lograron escapar de la contienda y refugiarse con su familia en el hogar sevillano de sus primos, los duques de Alba. Tras la guerra, volvieron a Madrid, al Palacio de Montellano.
Durante el exilio de la familia real, los Falcó siguieron visitándolos en Villa Giralda, en Estoril. Allí, Carlos y su hermano, Fernando, marqués de Cubas, entablaron amistad con el rey Juan Carlos, al que llamaban "don Juanito". Juntos aprendieron a jugar al tenis, a patinar y a montar a caballo. Y cuando el futuro Rey pisó por primera vez suelo español, el 8 de noviembre de 1948, los Falcó lo estaban esperando en la estación de tren y le cedieron el Palacio de Montellano, en la capital, durante un año.
UN HOMBRE DE CAMPO
Una visita a su abuelo Joaquín Fernández de Córdoba, en el Castillo de Malpica de Tajo, en Toledo, cambió para siempre el rumbo de su vida. Con sólo 15 años se dio cuenta de que quería dedicarse a la producción de vino y aceite de los dominios de su familia. Falcó se formó como ingeniero agrónomo en la Universidad de Lovaina, en Bélgica, y cuando murió su abuelo, a finales de la década de 1950, se hizo cargo de las tierras para plantar viñedos y olivos. Su sueño era embotellar el vino y aceite de su familia y venderlos en todo el mundo. Pero sabía que tenía que estudiar más, así que, tras casarse con su primera mujer, Janine Girod, se instaló en la Universidad de Davis, en California, para realizar un master sobre Economía Agraria. Allí nació su primer hijo varón, el primogénito, Manuel Falcó y Girod. A mediados de la década de 1960, Carlos y Janine regresaron a España y tuvieron a su segunda hija, Xandra.
"NO ME ARREPIENTO DE HABERME CASADO CON ISABEL"
En 1978, ya divorciado de Girod, asistió a un evento en la embajada norteamericana. Esa noche conoció a Isabel Preysler, que estaba a punto de separarse de Julio Iglesias. En septiembre de ese año, protagonizaron juntos su primera tapa en ¡HOLA!, convertidos en la pareja del momento. Carlos e Isabel se casaron el 23 de marzo de 1980. Fue una ceremonia íntima, en la ermita de la finca Casa de Vacas. En junio del año siguiente, ¡HOLA! anunciaba que Isabel esperaba un hijo. Seis meses después nació Tamara Falcó Preysler, la hija más mediática de Griñón y la más parecida a él: "Es como yo, natural, espontánea, transparente". La separación llegó el 27 de julio de 1985. Entonces emitieron un comunicado conjunto anunciando su divorcio. Unos meses después, Carlos Falcó recibió a ¡HOLA!, durante la vendimia, en su finca Casa de Vacas y declaró: "No me arrepiento de haberme casado con Isabel". Siempre mantuvieron una relación de cariño y cordialidad. El marqués de Griñón tardó casi una década en rehacer su vida. En el verano de 1993 se casó con la aristócrata Fátima de la Cierva, en una ceremonia privada en Bayona. Juntos tuvieron dos hijos, Aldara y Duarte. Se separaron en 2011, el mismo año en que el aristócrata creó el Círculo Fortuny, una asociación de empresas de excelencia.
"ME GUSTARÍA MORIR PENSANDO EN EL FUTURO"
En 2013, Carlos Falcó cumplió 76 años. Cuando le preguntaron qué cambiaría de él, respondió: "Mi edad". Seguía siendo un hombre emprendedor, romántico y, sobre todo, lleno de proyectos y sueños. "Me gustaría morir pensando en el futuro", dijo entonces. Dos años después, mientras visitaba una feria de vinos en Málaga, conoció a quien sería su cuarta esposa. "¿Es la sommelier?", preguntó a un amigo. "No, es mi prima, Esther Doña", respondió este. Once semanas y dos mil mensajes de texto después, decidieron caminar juntos. En julio de 2017 se casaron, en el Palacio El Rincón, en una boda íntima. Junto a ella vivió momentos muy felices, como cuando, en 2016, recibió en Italia un premio a su trayectoria y a su aceite de oliva extra virgen, uno de los mejores del mundo. El título de su autobiografía es un buen resumen de su elegante existencia: "La buena vida".
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