Desde sus vacaciones en Uruguay, mi hija quinceañera me manda, sin aviso, un link a “No llora”, una canción del Cuarteto de Nos, nuestra banda uruguaya preferida. ¿Qué me quiere decir esta chica lanzada al maná de la experiencia, que absorbe y transforma las señales y los hechos de la vida con intensidad mientras se empieza a convertir en adulta? Junta fuerzas, tal vez: “Cuando se equivoque/ cuando con sus limitaciones se choque/ y la sofoquen/ ella asume los errores y se incorpora./ La nena de eso aprende/ la nena no llora/ Cuando por amor le duela el corazón/ y una tentación le nuble la razón/ y descubra que no existe una persona salvadora/ la nena se hace fuerte/ la nena no llora”, cantan los muchachos del Cuarteto.
Es difícil encontrar las palabras para hablarle a una hija, y ella me las da. La paternidad es una catequesis que todo el tiempo parece inútil, pero que termina armando el bosque del sentido. En tiempos personales en que mis hijos empiezan a volar y yo empiezo a hacer un primer balance de mi ejercicio de paternidad, y en tiempos sociales de patriarcado en la picota, me pongo a investigar qué dijeron los músicos, qué notas combinaron para tejer las emociones y las historias que habilitan sus hijos. Hay muchos más testimonios artísticos de hijos e hijas sobre sus padres. Mi padre, dijo el escritor argentino Martín Wilson cuando este murió, es un juez silencioso que nunca me juzgó. Los hijos imaginamos a los padres, son sombras afectuosas y legales que marcan nuestra forma de ver el mundo; es difícil no vivir esa relación, de un modo u otro, con el dolor de la diferencia; son figuras de autoría o autoridad que el hijo desarma y vuelve a armar. Los padres, en cambio, aun cuando la paternidad pueda ser obligaciones y esfuerzo, no podemos dejar de sentir alegría ante cada paso de esa vida que dimos y se abre y crece.
Los músicos populares modernos se encargaron de construir un repertorio importante de canciones de paternidad. Hay canciones de redención, canciones de aprendizaje, canciones de iluminación y canciones de dolor. Mi respuesta a mi hija podrían ser estas canciones:
“Leãozinho”, de Caetano Veloso. Muchas canciones que están dedicadas a los hijos no lo parecen, y viceversa. Acabo de enterarme de que esta canción por la que bautizamos y con la que arrullamos a nuestro hijo varón no es sobre un filho, sino sobre el bajista Didi Carvalho. Nadie me convencerá de que la ternura en la voz del bahiano no es paternal.
“Todas las hojas son del viento”, de Pescado Rabioso. Este clásico lírico y angustiado de la segunda agrupación del joven Spinetta no es sobre un hijo, sino sobre el hijo de su novia, Cris, la muchacha ojos de papel. “Little James”, de Oasis, es otra linda canción sobre un hijastro.
“No llora”, del Cuarteto de Nos: en tercera persona valiente, es lo más parecido a un himno feminista que pudo escribir un hombre de mi generación.
“Jesus Alone”, de Nick Cave & the Bad Seeds. Nick Cave ya era oscuro cuando su hijo Arthur, de 15 años, se cayó de un acantilado y murió. Esto pasó cuando Cave estaba grabando su disco Skeleton Tree. Cave entonces cambió las letras. “Lloraste atrás de los árboles que goteaban/ canción fantasma alojada en la garganta de una sirena”. “Tears in Heaven”, de Eric Clapton, también habla de esa experiencia innombrable que es la muerte de un hijo.
“Y cómo es él”, de José Luis Perales. Hit de los 80 versión Castilla-La Mancha. Podrá ser objeto de consumo irónico, pero yo me sigo emocionando con este padre que se angustia por la aparición de un novio de la hija. Los celos no son correctos, pero son humanos. Es de las canciones equívocas: muchos piensan que es una canción de amor de pareja.
“Forever Young”, de Rod Stewart. El Rod más popero, el de los 80, dejó este clásico con consejos bastante obvios y, oh, melodía pegadiza. Va para la serie de los piratas cojos, padres averiados y fiesteros, con “Ay, Carmela”, de Sabina: “Te mereces un novio poeta” (¿Un novio como él? Un psicoanalista a la izquierda). En “Prisionero”, cantada por Gardel, el poeta les anuncia a los muchachos que ya no lo busquen para irse de farra.
“When I’m Gone”, de Eminem. El autobiografismo del rapero rubio es casi pornográfico, lleno de culpa y dolor. Acá se lamenta con autodepreciación y el brillo silábico de siempre de todo lo que no pudo hacer por la pobre Hailie mientras cazaba fantasmas.
“Vos sabés”, de Los Cadillacs. Campeona de la línea tierna. “Father & Daughter”, de Paul Simon va a la misma lista. Los tótems solistas del rock argentino les dedicaron canciones a sus hijas: Spinetta a “Vera”, Cerati a “Lisa”, Fito Páez a “Margarita” y Calamaro en “Tres Marías”.
Para terminar: “Somethin’ Stupid”, dueto entre Frank Sinatra y su hija Nancy: un amor como los que no hay.
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