En España, detrás de Madrid y Barcelona, asoma una nueva “meca” para los argentinos que buscan comenzar una nueva vida fuera del país
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Porque siempre hay sol, porque se habla el mismo idioma, porque no hay que aprender un dialecto, porque es un lugar ideal para que crezcan los chicos, porque es seguro, porque las playas están cerca, porque es más barato… Estas razones y muchas más convirtieron a Málaga en la nueva meca de los argentinos a la hora de emigrar. En los últimos años, muchas familias eligieron cambiar de vida en esa zona de la Costa del Sol, en la provincia de Andalucía. No se trata de personas con problemas económicos, ni en una situación laboral adversa. La mayoría se fue para mejorar su calidad de vida.
Según los datos del padrón 2021, actualizados a la versión más reciente publicada en enero de 2022 por el Instituto Nacional de Estadística de España, los argentinos viviendo en Málaga son 28 mil. Es la tercera ciudad española con mayor cantidad de argentinos, luego de Madrid, que tiene 48 mil y de Barcelona, que es la ganadora con casi 69 mil. La atmósfera internacional que se vive en Málaga y la buena onda de los andaluces es un gran atractivo para comenzar de nuevo. La ciudad, además, tiene una Universidad, museos, buena gastronomía, mucha historia, un avance tecnológico importante y está rodeada de pueblos encantadores.
EMPRENDER, LEJOS DE CASA
Patricia Carabajal y su marido tenían una empresa en Buenos Aires, acababan de ser padres por tercera vez y se sentían agotados de la inseguridad y asfixiados por el costo de vida. Entonces decidieron emigrar. No querían mudarse a otra gran ciudad, porque querían bajar el nivel de estrés. “Descartamos Madrid y Barcelona, pensamos en Valencia…”, recuerda Patricia. “Pero nos dio un poco de temor, ya que tengo un hijo con dislexia y pensé que el valenciano iba a ser un reto para él. No quería sumar un problema a la emigración. Ahí nos comentaron de Málaga, vimos que tenía playa, que era tranquilo, que el clima era agradable... y nos convencimos.” Para ella, si bien no es la panacea, Málaga es una ciudad súper amigable: “Los malagueños son buenas personas, el clima de la región es agradable, tiene playas, hay seguridad en sus pueblos, mucha historia... Málaga está creciendo mucho, porque se está apostando mucho a esta ciudad”, asegura.
Cuando decidieron irse del país, avisaron a sus familiares y pusieron en marcha el plan. Les llevó un año y medio, mientras buscaban información y tramitaban la ciudadanía. “Tuvimos mucha ansiedad y nervios, eso sí, pero también tuvimos el apoyo de toda la familia y amigos. Eso ayudó muchísimo”, describe Patricia. Sin embargo, emigrar con tres niños fue cansador. Les costó planificar los trabajos, pero finalmente se acomodaron. “Al ver que se complicaba mucho trabajar jornada completa teniendo chicos y que nadie pudiera cuidarlos, decidí emprender”, cuenta Patricia. Actualmente, ella y su marido tienen una empresa inmobiliaria muy conocida en la zona. También, desde su cuenta de Instagram (@unaargentaenmalaga), realiza asesorías para quienes quieran emigrar. “Fue algo que costó bastante, pero ahora llevamos la empresa adelante y hemos ido creciendo. Vimos que ser autónomos era una opción más viable que trabajar bajo relación de dependencia, por el tema del cuidado de los chicos”, insiste.
“Acá, el que hace las cosas como dice la ley no es un boludo”
Yanina Mancuso decidió irse cuando empezó a sentir un malestar en su propio país. “Sentía que algo no estaba del todo bien”, recuerda. Como dueña de una PYME había tenido muchos vaivenes y presiones, vivía con su familia en un barrio cerrado y notaba que cada vez se alejaba más del “afuera”. “Teníamos miedo a los secuestros, esa cosa de pensar con qué auto salir a la calle… Además, en Argentina todo cuesta el doble cuando querés hacer las cosas bien y de forma honesta”, explica. Finalmente, con su marido, un día dijeron “nos vamos”. Tenían claro que no querían una “gran ciudad”, por eso eligieron Málaga. “Dentro de las ciudades más tranquilas y de playa, queríamos un lugar donde se hablara sólo castellano en el colegio, para facilitar la adaptación de los niños en edad infantil y primaria. Por otro lado, no nos gusta el frío, así que esta zona cumplía todas esas condiciones”, detalla.
Ahora viven en Benalmádena, a 20 minutos de Málaga capital. Yanina tenía pensado armar un emprendimiento turístico, pero emigró justo antes de la pandemia y eso resultó imposible. “Ahora, viéndolo en perspectiva, creo que fue lo mejor”, analiza. “Es muy importante que se asesoren antes o vengan un tiempo a conocer, porque las costumbres y el tipo de consumo es distinto, y lo que funciona en Argentina, no siempre funciona acá. Tenemos que acordarnos que somos nosotros quienes tenemos que adaptarnos. Todo lleva tiempo y mucha paciencia. Y no es lo mismo emigrar a los 20 años que a los 40 y con una familia a cargo. Queremos todo resuelto, pero tenemos que entender que hay que empezar absolutamente todo de nuevo”, asegura.
Yanina trabaja en forma remota como tester de software de una empresa australiana con sede en Madrid. Para ella, fue una reinvención: en su vida anterior, en Argentina, era Licenciada en Administración y gerenciaba su propia empresa. Durante la pandemia había estado haciendo testing en una plataforma online y luego descubrió que había un mercado laboral muy fértil en ese terreno. Por eso empezó a estudiar y a interesarse más por el tema. Su marido, en tanto, administra una casa de campo.
Para los chicos fue más difícil la adaptación porque pasaron de vivir en una casa grande a una departamento. “En cuanto al colegio -agrega Yanina-, también al principio costó un poco entender que, si bien aquí son muy abiertos y cordiales, no tienen la calidez y la confianza que tenemos nosotros. Las maestras son más distantes. Pero una vez que los niños empezaron a tener confianza con sus compañeros, todo ha sido más fácil. Ahora están muy contentos, cada uno con su grupo de amigos, disfrutando de la playa, el parque y las distintas actividades.” Para Yanina, el cambio de vida es enorme. “La gente acá está más contenta, es más cordial. No hay bocinazos, quejas en supermercados, los noticieros no muestran tantos hechos de inseguridad. Yo dejé de mirar hacia los lados cuando freno con el coche en un semáforo o cuando abro la puerta de mi casa. Mi hijo de 10 años va solo al parque con su celular. Acá, el que hace las cosas como dice la ley no es un boludo. Y tus impuestos van a educación y salud pública.”
“La ciudad nos recibió con los brazos abiertos”
Jimena Gudiño es cordobesa, tiene 42 años y es muy inquieta. Viajó mucho sola porque cantaba. Y siempre tuvo ganas de vivir en el exterior. A fines de 2019, su marido sufrió un infarto, tuvieron que intervenirlo y colocarle cinco bypass. Allí, comenzó en la familia una revolución interna. Un día ella estaba cocinando y Augusto, su marido, le dijo: “¿Y si nos vamos a vivir afuera?”. Jimena no lo podía creer. “Era algo que yo había deseado e insistido durante mucho tiempo”, recuerda. “Pero la verdad es que estábamos bien en Argentina y entonces poníamos en la balanza todo y los afectos siempre tiraban… Pero ese día, después de esa frase tan deseada por mí, no lo dudé.” Así fue como a los cinco meses armaron las valijas y se fueron con sus dos hijos adolescentes y la perrita Lupe. Primero, consideraron irse a Sitges, un balneario cerca de Barcelona. Pero al investigar y hablar con amigos ya emigrados decidieron desembarcar en Málaga.
“La ciudad nos recibió con los brazos abiertos”, cuenta. “La gente es super amable, alegre… El clima es único. Lo que más nos preocupaba eran que los chicos no se adapten, pero lo hicieron muy bien, ambos supieron insertarse acá. Estamos orgullosos de ellos.” Jimena y su marido ya tienen muchos amigos, españoles y argentinos, con los que salen a comer. “Claro que con los argentinos te sentís en familia, son amistades que se convierten en un apoyo. Son vínculos nuevos muy fuertes, porque todos sabemos lo duro que es estar lejos de nuestras familias”, reflexiona Jimena.
En Argentina, su marido tenía un estudio contable y ella, una inmobiliaria. Al emigrar, fue el rubro bienes raíces el que les abrió las puertas al mercado laboral y montaron juntos su propia agencia, llamada Detres Internacional (@detresinternacional). Por esta actividad conocen a muchos compatriotas que deciden emigrar. No sólo les buscan viviendas, también los ayudan con los colegios y transmitiéndoles su experiencia. “Todos venimos con mucha ilusión y con ganas de que todo nos salga perfecto y es importante tener en claro que el buscar casa, colegios, trabajo y adaptarnos puede ser algo muy lindo pero estresante a la vez. Cada persona lo vive diferente y lo que a nosotros quizás no nos costó, a otros puede que sí. Entonces, es importante también decir que estamos felices y no nos arrepentimos, todo lo contrario. Pero si llegás y no te sentís a gusto o no todo sale como lo planeaste, no pasa nada. Viví la experiencia, es un cambio de vida, es saber que quizás hay que ceder mucho pero que si se logra estabilidad emocional y económica, uno vive tranquilo.”
“La Argentina se puso cada vez más peligrosa”
Carolina Marangós también tenía el sueño, junto a su marido, de pasar por la experiencia de vivir en otro país. “La Argentina se fue complicando y poniendo más peligrosa”, explica. “Yo tenía en ese momento mellizos varones de 11 años y me daba miedo pensar en su adolescencia. Como teníamos pasaporte europeo, decidimos que el lugar era España, por el idioma, el fútbol y lo parecido que son a nosotros en lo cultural. Un día estaba viendo Facebook y leí un posteo de que Málaga era una de las mejores ciudades de Europa para vivir, por varios factores: clima, buena onda de la gente, la playa... Se lo envié a Maxi, mi marido, y enseguida me dijo que sí. Viajamos solos 15 días en octubre de 2017 para conocer la ciudad y volvimos con el departamento alquilado, los chicos anotados en el colegio y hasta en el club de fútbol. En febrero de 2018, nos fuimos. Yo me mudé mucho en mi infancia, por el trabajo de mi papá. Ya tenía a un hermano viviendo en Houston, otro en Ciudad de México y una hermana en Resistencia, Chaco. Estaba acostumbrada a la distancia. Y soy bastante desapegada a lo material y no extraño. El primer año fue duro no estar en los cumpleaños, casamientos… Pero nunca perdimos el objetivo de que la razón por la que nos fuimos era que nuestros hijos estén bien”. Para Carolina, Málaga es una ciudad con vida cultural que tiene la tranquilidad de un pueblo grande. “La comparo con Mar del Plata, está activa todo el año”.
Carolina y Maxi, como todos los inmigrantes, arrancaron de cero, pero no sólo se adaptaron muy bien en la zona, sino que además crearon una empresa sólida en la región. Empezaron abriendo una barbería y luego un restaurante, Los Marangós. Ahora se dedican a asesorar a todo el que quiera poner un local. Ya abrieron 16 en el centro histórico de Málaga y, para fin de año, estiman que serán 30 en total. Maxi es el que sabe de números y organización y Carolina, que tiene muy buen gusto, se dedica a la decoración y el armado. “Ganamos en tranquilidad, en seguridad y en estabilidad económica sobre todo.”
“Nos costó mucho establecernos en Europa”
Vanesa Rissola coincide con el resto cuando explica por qué decidió emigrar. “Por la situación económica del país y la inseguridad”, dice. “Vinimos a Málaga porque acá estaba una amiga mía que me venía hablando hace rato de este lugar. Pero igual fue difícil llegar acá y conocer sólo a dos o tres personas, dejamos todo allá, familia, amigos, incluso yo dejé a mi hijo más grande y eso fue lo más duro”, recuerda. “Por suerte después de diez meses, él pudo venir”, se alegra. Vanesa está contenta, pero aún extraña mucho, le cuesta estar sin su familia y sus amigos. “Pero cuando volví a la Argentina de vacaciones, en enero de este año, me di cuenta de que nada había cambiado. “A nosotros nos costó mucho poder establecernos en España”, relata. Y jura que pasaron por todo: “Empezamos viviendo en un monoambiente, luego en un departamento con una sola habitación, luego en otro con dos habitaciones y ahora, después de 4 años, podemos decir que estamos bien. Vivimos en un piso grande, yo armé una empresa de limpieza, mi hijo de 20 años tiene trabajo y mi marido también. Incluso mi hijo de 17 trabaja los fines de semana”. Aunque al principio el trato les pareció distante, ahora tienen amigos “de todas las nacionalidades”. Y reconoce que aunque es difícil estar lejos, el cambio es abismal. “Tenemos seguridad, estabilidad económica, podemos progresar”.
“Málaga es amable y hospitalaria”
La razón que llevó a Nadia Pauwels a emigrar con su familia fue imaginar el futuro de sus hijos. “No nos veíamos más criando dos niños en Argentina”, explica. “Vivíamos en Buenos Aires, habíamos pensado en mudarnos a alguna provincia, pero recorrimos y por muchos aspectos, no fue opción. Entonces vinimos a España”. Málaga les pareció una ciudad grande, con todos los servicios y hasta un aeropuerto. Pero sin el caos de Madrid o Barcelona. El hecho de que cuente con un polo tecnológico en expansión, fue clave. “Para mi marido, que es Ingeniero en sistemas, es ideal”, razona. “Y además, en esta zona, no hay un dialecto propio como sí sucede en muchas Comunidades Autónomas de España. Esto ayudaba a que nuestro hijo mayor, que comenzaba la primaria, no tuviese ese problema para relacionarse.” La mudanza, entonces, se hizo cuando ella quedó embarazada de su segunda hija, en 2019. Según Nadia, “algo internamente cambió en ese momento: nuestro hijo mayor tenía 4 años y comenzaba a notar la situación en la calle cuando salíamos a pasear, vivíamos intranquilos por la inseguridad y muy mal por la inflación. Socialmente estábamos empezando a estar presos en nuestro propio lugar y, laboralmente, para mi marido había más oportunidades y mejor paga en el extranjero”.
La pandemia y el confinamiento en Argentina atrasaron los planes, pero finalmente llegaron a Málaga el 6 de noviembre de 2020 y el 1 de diciembre del mismo año, su marido ya trabajaba a tiempo completo en una empresa de sistemas. Ella invirtió y tiene parte de un restaurante. Y los chicos se adaptaron enseguida: la bebé empezó la guardería y el mayor, que venía de un año sin clases, a los tres días de llegar comenzó preescolar. “Lo recibieron muy bien, Andalucía toda no te hace sentir un inmigrante, porque acá la mayoría es de otro lado. Sobre todo en Málaga, que es una tierra muy amable y hospitalaria con el que viene de afuera. Mientras trabajes, pagues tus impuestos y seas buena gente, no importa donde naciste.” Nadia -que también es astróloga- jura que el cambio de vida es radical: “Vivimos sin miedo, los niños son libres y no estamos angustiados por la política o la economía”.
Emigrar sola: “Gané libertad”
El caso de Paz Aloisi es distinto, porque ella migró sola, a los 36 años. Pero también eligió Málaga para instalarse. Quería mejorar su situación profesional. “Vine a acá porque vivía una amiga y me ofreció hospedarme en su casa hasta que consiguiera un trabajo”, cuenta y explica por qué se quedó definitivamente: “Es una ciudad con mucha apertura a la población migrante, multicultural y super bien conectada con el resto de España y el mundo. Además, los malagueños son personas muy amables”.
A Paz se le terminó un contrato de trabajo en octubre de 2017 y decidió irse del país. En enero de 2018 llegó a España. El primer año fue duro porque le costó entender el funcionamiento del mercado laboral y hacerse un hueco donde aportar y aprender. Su red de apoyo era casi nula, sufría mucho el no tener amigas. “Recuerdo que fueron momentos de mucha soledad e incertidumbre”, dice. Sin embargo, ese difícil comienzo la llevó a armar lo que es ahora su principal actividad. Paz es famosa en la Costa del Sol justamente por ser orientadora laboral para personas migrantes, un proyecto financiado por el Fondo Social Europeo y el Ministerio de Migraciones: hace divulgaciones de herramientas de inserción sociolaboral para quienes dejaron su país de origen. Pero antes de llegar a este presente exitoso, el camino de la reinvención fue arduo.
El primer año tuvo 5 trabajos distintos. Los primeros eran en cafeterías, hasta que empezó a quedar elegida en empleos vinculados a sus experiencias en Argentina. Recién a los 10 meses de llegar tuvo la primera oportunidad laboral relacionada a su objetivo profesional, que era trabajar en el sector social español. Además de su éxito laboral, Paz siente que ganó libertad con el cambio de país. “Intento usar poco el auto y me manejo en bici por la ciudad, de noche también. Tengo que tener precaución, pero no voy aterrada. Parece un detalle menor, pero siento que gané en libertad. Hace años que tengo estabilidad laboral, a fuerza de especialización y una buena red de contactos, pero esas oportunidades están. En Mar del Plata, donde vivía, me costaba mucho más”, reflexiona.
“No hay tensión social, ni política, ni económica”
Josefina Alvarez y su marido tomaron la decisión de emigrar en 2018. Unos meses después, en enero del año siguiente, viajaron a instalarse y se quedaron a vivir en Málaga. “El principal motivo fue la búsqueda de un mejor futuro para nuestros tres hijos”, recuerda ella. “La inseguridad nos estaba limitando en nuestro estilo de vida. Y queríamos que ellos estudien afuera, en la Universidad, entonces no quisimos esperar tanto y nos fuimos. Elegimos Málaga porque es una ciudad mediana, sobre la costa, con muy buen clima todo el año, muy buenas conexiones tanto en tren como en avión y nos influyó también que no tenga ninguna otra lengua oficial, además del español.” Según Josefina, “Málaga enamora a cualquiera. Es una ciudad con mucha vida, con muy buena vibra, cosmopolita, un alto porcentaje de la población es extranjera, por lo que es muy agradable el día a día. El malagueño es muy simpático, muy agradable, recibe muy bien a los extranjeros. Es una ciudad que invita a quedarse. Tiene sol todo el año y eso influye en el estado emocional”.
Como tenían la decisión muy tomada, no sufrieron el desapego. Con un proceso migratorio aceitado, las cosas les salieron bien. Consiguieron una buena escuela pública para sus hijos y los chicos se insertaron perfectamente. La zona donde se instalaron ayudó mucho: se trata de una localidad llamada Riviera del Sol, en las afueras de Málaga, que es como estar de vacaciones todo el año. Y si bien las ganas de irse son importantes, Josefina advierte que hace falta dinero para emigrar. “Hay que pagar el alquiler y conseguir la residencia, lleva tiempo y plata.” Ella, apenas llegó, armó una agencia de bienes raíces apuntada al público latinoamericano. Enseguida se hizo muy conocida gracias a su cuenta de Instagram (@expatriadaenlacostadelsol) que ya tiene 63 mil seguidores. Allí también se dedica a asesorar sobre el proceso migratorio y brinda información a quien le interese dejar su país para instalarse en España. Josefina recomienda emigrar, si ese es el deseo. Y resume: “Acá se vive muy bien, con una calidad de vida superior, mucha seguridad, se duerme relajado, no hay tensión social, no hay tensión política, ni económica. Los chicos se mueven solos, no estamos preocupados por si les va a pasar algo. La verdad, el día a día es muy lindo, ¡lo recomiendo!”.
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