Desde el 2002 viene a trabajar remoto a la Argentina, un lugar donde halló varios puntos en común con su país, como el hecho de “no estar dispuestos a cambiar de opinión, incluso sabiendo que el punto de vista no es sostenible”
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El neerlandés, Leo Kruitwagen, camina por las calles de Retiro, respira hondo y sonríe. Observa complacido los parques que durante tanto tiempo estuvieron descuidados y ahora fueron restaurados, al igual que la Plaza Libertad y la Plaza Lavalle. “Quedaron bellísimas”, piensa para sus adentros, agradecido por el aire fresco y el espacio que estos pulmones verdes le proporcionan a la ciudad.
Él, como los tantos otros vecinos del barrio, disfruta del lugar cada día; este se transforma en un punto de encuentro para pasear e incluso llevar a los perros a sus zonas asignadas, donde tienen un gran parque de juegos: “Un lujo apenas visto en Holanda (sic)”, asegura Leo. “Los holandeses calvinistas, que también son grandes amantes de los animales, consideran esto algo decadente”, sonríe.
A veces, el paseo de Leo consiste en salir de compras o realizar algún trámite. Todo está al alcance en su barrio: comercios, oficinas, servicios gubernamentales y gimnasios en su mayoría más espaciosos que los de Ámsterdam. En cada ocasión queda maravillado con los hermosos edificios históricos, el ir y venir de los ciudadanos, e incluso la amplia gama de medios de transporte: “Que son buenos y funcionan con una frecuencia increíble”, dice. “Curiosamente, la línea 110 me lleva a casi todos los lugares que frecuento”.
“En el barrio de mi familia adoptiva de Argentina -país en el que ya hace muchos años paso largas temporadas- se vive y trabaja, la gente es amable, siempre dispuesta a ayudar, sobre todo si haces el esfuerzo de hablar español”, continúa. “También aprecio que los residentes locales y los vecinos de edificios estén socialmente involucrados y mantengan relaciones amistosas. En una metrópoli esto no es una cuestión de rutina”.
Las coincidencias con Argentina, como el uso del diminutivo: “Si haces que la palabra sea pequeña, el problema también parece menos grande”
Leo tuvo una infancia y juventud apacibles. En Breukelen culminó sus estudios en Administración de Empresas en un entorno neerlandés que recuerda bucólico. Durante aquellos años hubo un sueño que lo alentaba a seguir y que, finalmente, en 1991 se hizo realidad: mudarse y trabajar en París.
Joven y ambicioso, un nuevo mundo se presentó ante él. A diferencia de la población parisina, todos los profesionales foráneos estaban ansiosos por hacer nuevos contactos de todas partes del mundo y, en el camino, enriquecerse con sus culturas. Allí, Leo descubrió lo que la vida y el trabajo tenían para ofrecerle, no solo durante el día, sino también en los momentos de ocio.
“En retrospectiva no es del todo coincidencia que, como holandés, de repente conozcas a argentinos que parecen compartir tu visión y forma de vida”, cuenta, pensativo. “Al principio, las conversaciones eran sobre las diferencias: Argentina, con su enorme extensión, es 82 veces mayor que los Países Bajos. Debido a la falta de espacio y la abundancia de agua, los holandeses crearon su propio país al bombear agua de los diques con la ayuda de molinos de viento; de esta forma se drenó la tierra y se crearon los llamados polders. Solo en la provincia de Buenos Aires vive tanta gente como en toda Holanda. El punto más alto de los Países Bajos es de solo 321 metros, cuando la Argentina tiene el pico más alto de América… agradable e importante, porque la calidad de vida no va siempre de la mano del tamaño”.
“El primer punto en común, para mí muy esencial, fue descubrir que el sentido del humor es muy similar, con la capacidad de poner las cosas en su lugar. Bromas pesadas con un trasfondo que siempre podría ser peor. Ningún desastre es tan terrible como para que el humor ácido con un trasfondo cínico no se ocupe de ponerlo en perspectiva. Si un tema no genera risa o no tiene nada de divertido, entonces es completamente irrelevante y no merece más atención. El pináculo es cuando empiezas a burlarte del sentido del humor de otras personas. Por ejemplo, las hijas del rey Willem-Alexander se divirtieron cuando se les preguntó si todavía había algo de qué reírse en casa. `Bueno, mi padre principalmente se ríe de sus propios chistes y luego nosotras nos reímos un poco... de vez en cuando´. En casi todos los países excepto en los nuestros, esto se interpretaría como una falta de respeto inadmisible, aun si el jefe de Estado es tu padre”.
“Otra similitud llamativa es la utilización del diminutivo para sustantivos y nombres propios en nuestras lenguas nativas. Su origen no es claro: podría explicarlo por una perspectiva compartida, si haces que la palabra sea pequeña, el problema también parece menos grande y el sentimiento social, compartido. Lo grande se puede salvar solo, si lo haces pequeño puedes darle la atención y el amor que merece. Así yo, Leo, de 2,01 m de altura, a veces, cariñosamente, me transformo en Leito. Lo más normal del mundo”.
Encontrar inspiración en Buenos Aires: “Es un misterio que el europeo no sepa que el Teatro Colón es el mejor de ópera del mundo”
En 1993, tras dos años frecuentando argentinos, Leo finalmente visitó el país del que tanto había leído y oído hablar. Jamás olvidará cuando llegó a Ezeiza, un pequeño aeropuerto por aquel entonces. Durante un mes, su familia anfitriona lo recibió con los brazos abiertos y lo trató como a un hijo.
Los años pasaron, y durante el 2002, en La Haya, Leo fundó una organización para Networking y defensa de intereses de las Agencias de Eventos, con el objetivo de llevar el evento empresarial a un nivel superior. Ese mismo año, junto con un grupo de gerentes corporativos, el neerlandés reunió a los miembros en la Society for Event Managers (Sociedad para Gerente de Eventos), y gracias a ello, el evento como herramienta de marketing experimentó un rápido crecimiento en los Países Bajos.
Para Leo, su amada Argentina al otro lado del mundo emergió como el lugar perfecto para tomarse un descanso y encontrarse a sí mismo, tras tanto esfuerzo. Allí halló una diferencia horaria ideal, donde se dedicó a trabajar 5 horas por día en contacto con sus colegas, ya que a partir de las 13 ya nadie lo molestaba.
“Así, por las tardes, podía desarrollar ideas y relajarme sin ser interrumpido”, revela. “Por otro lado, la bulliciosa ciudad de Buenos Aires ofrece mucha inspiración y distracción. Gastronomía top y progresista, se puede salir las 24 horas; cultura, por otro lado, se sigue escribiendo aquí con mayúscula. Todavía es un misterio para mí que el europeo no sepa que el mejor teatro de ópera del mundo es el Teatro Colón. No solo en términos de acústica, sino también en términos de puesta en escena y programación”.
“Como holandés, Buenos Aires siempre ha sido una ciudad muy accesible y hospitalaria para mí. La calidad de vida sigue siendo de alto nivel y, con la excepción del período uno a uno, extremadamente barata para el ‘holandés medio´”.
No dar el brazo a torcer: “Están menos dispuestos a cambiar de opinión, incluso sabiendo que su punto de vista no es sostenible”
Casi sin notarlo, a partir del 2002, Leo comenzó a trabajar remoto en Argentina por un par de meses, todos los años. Buenos Aires se transformó en un pilar fundamental en su ajetreado trabajo, donde cada día es un acontecimiento en sí mismo.
Hoy, el neerlandés apoya firmemente el teletrabajo de los europeos en Argentina, ya que para él no se transforman en competidores en el mercado laboral local; a su vez, gastan sus euros, apoyando la economía local y el empleo.
“Después de tantos años la vida aquí sigue siendo un descubrimiento y conoces a las personas más amables y hermosas”, afirma. “Sin embargo, en los últimos años, tanto en los Países Bajos como en Argentina, se pone cada vez más énfasis en las diferencias entre las personas y sus opiniones. Por ejemplo, los grupos de interés o las organizaciones de la sociedad civil están menos dispuestos a cambiar de opinión, incluso sabiendo que su punto de vista no es sostenible o mismo si se ha demostrado científicamente que están equivocados”, reflexiona. “El orgullo es entonces más importante que tomar la decisión correcta basada en el derecho del oponente. Se olvida que lo que nos une como personas genera apoyo. Y solo así se puede construir una sociedad inclusiva y garantizar un futuro mejor”.
“Lo que sí me gusta es que ambos países otorgan gran importancia a la calidad de la educación, y con razón, la supuesta decadencia enciende todas las alarmas. Mis amigos argentinos fueron claramente alentados por sus padres, independientemente de su posición social, a perseguir la excelencia en el estudio. Mis padres también se aseguraron de que pudiera estudiar al más alto nivel posible. Gracias a ellos conseguí un buen trabajo de responsabilidad como consultor de exportaciones para las PYMEs holandesas en Francia. Y así comenzó mi carrera”.
Una nueva etapa en Argentina y una similitud llamativa entre los dos países
En estos días, en los que Leo se deleita con sus paseos por Retiro, el agradecimiento no cesa. Treinta años después, el vínculo con su familia argentina sigue igual de fuerte, y juntos han acumulado hermosos recuerdos, un tesoro invaluable e inolvidable.
En 2017, Leo transmitió sus conocimientos a un joven talentoso, que heredó sus actividades. En 2022, publicó su libro, Manual de Marketing Estratégico de Eventos, un texto para universidades que se utiliza en aquellas instituciones educativas que incluyen Event Marketing en su plan de estudios.
“A través de un amigo arquitecto entré en contacto con una universidad argentina que enseña estrategia de eventos a nivel académico. Ahora estamos estudiando una posible colaboración que podría ser muy interesante. Además, actualmente se investiga la oportunidad de una traducción y adaptación para Latinoamérica. ¿Y dónde mejor para investigar esto que desde Argentina?”, manifiesta.
“La mejor lección que obtienes cuando vives en el extranjero durante mucho tiempo es que llegas a conocer mejor a tu propio país. En cada país, la sociedad está organizada de manera diferente en casi todos los niveles. Las culturas corporativas son diferentes y el gobierno cumple una tarea distinta en cada país. Las grandes empresas argentinas son quizás un poco más jerárquicas que las holandesas y los modales son un poco más estrictos. En los Países Bajos hay más reuniones y se espera que todos los asistentes hagan una contribución importante sobre el área del que son responsables. Esto significa que las reuniones a menudo duran horas y, debido a la ausencia de relaciones jerárquicas, el director a veces va a buscar café para sus empleados”.
“El interés en el desarrollo profesional en el extranjero es alto en ambos países. Cuando comencé mis organizaciones de eventos en los Países Bajos, seguimos con gran interés y admiración los desarrollos artísticos argentinos”, continúa.
“Hay una similitud de nuestros países que es llamativa: ya sea que estés en Ámsterdam o en Buenos Aires, nos quejamos amorosamente de nuestros países y no ventilamos nuestras cualidades, que tenemos en gran cantidad. Por ejemplo, no hablamos de la riqueza y prosperidad sin precedentes que produjo la generación 1880 en Argentina o el siglo XVII dorado de la República de los Países Bajos. Sin embargo, que no se le ocurra a ninguno de los otros 200 países del mundo sacar a la luz nuestros defectos, pues es un privilegio que nos reservamos… estamos orgullosos de quienes somos y no nos hace falta decirlo todos los días”, concluye.
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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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