El final del último invierno no sólo significó el retorno de los colores al paisaje y de la calidez al aire: para la Bahía Grande de Nordelta desembocó en una serie de aperturas gastronómicas que le trajeron dinamismo y buscan convertirla en un paseo atractivo no sólo para vecinos de la zona sino también para visitantes porteños. La vista ciertamente es una gran base: un paseo circular que se amolda a una laguna donde amarran barcos pequeños, marco ideal para cualquier atardecer.
Los pioneros
Hasta ese entonces, la suerte de los restaurantes que pusieron pie allí había sido diversa. La taquería Agave fue uno de los pocos locales que sobrevivieron a la primera etapa, con 11 años ya transcurridos desde su apertura.
"Algo bien estamos haciendo", declara sonriente Pedro Ortner, uno de sus propietarios. "Nos focalizamos en la buena atención, en mantener una buena relación precio-calidad, generar un buen ambiente y que la gente lo pase lo mejor posible".
Otro punto a favor es que Agave tiene bien en claro cuál es su público: amigos y parejas, generalmente mayores de 30 años, que salen de noche y buscan -además de tacos, fajitas y burritos de estilo tex mex- algún cóctel.
Y esa segmentación clara es la que también empuja la conformación de la Bahía Grande como polo: cada uno de los locales ha conseguido acomodarse en un nicho que no batalla con los demás sino que los complementa. "Mientras más gente venga, mejor", resume Pedro.
Fast food infalible
Siguiendo este plan espontáneo, los veinteañeros y adolescentes encuentran su patio de juegos en los locales de dos espacios ya probadas con éxito en Buenos Aires: Hell’s Pizza y Big Pons, quienes de hecho coordinaron conjuntamente su aterrizaje en la Bahía Grande junto al espacio de cocina nikkei Páru.
En Nordelta, la propuesta de Hell’s, centrada en las pizzas de estilo neoyorquino, sumó un menú de mediodía económico con refill de gaseosa, un happy hour de cócteles y cerveza a partir de las 23, y veladas con Dj sets en vivo.
La hamburguesería Big Pons, por su parte, llegó allí después de comenzar su camino dentro del restaurante El Chasqui -un club de barrio de Pacheco donde cocinaba su chef, Pablo Pons- y tomar vuelo propio gracias a un creciente boca en boca que se amplificó en redes sociales con las entusiastas opiniones de reviewers especializados como BurgerFacts y Burger Kid. Después de abrir un local en Palermo y cerrar el de Pacheco, sus propietarios quisieron volver a Zona Norte y aceptaron el desafío que presentaba la Bahía Grande.
"Algunos vienen con las pizzas acá y otros van con las hamburguesas allá", cuenta uno de los socios, Eduardo Fosco, para ilustrar el flujo sin barreras de público que los conecta con Hell’s. Su compañero, Sebastián Soto, asegura que el atractivo visual de la zona suma y mucho. "El lugar invita a venir, quedarse y pasar un buen momento no sólo gastronómico, sino también de apreciar el paisaje", expresa.
"Tenemos cola los fines de semana, jueves y viernes explota el local", agrega entusiasmado Fosco, para quien el éxito de Big Pons se resume en una simple directiva: "Estamos todo el tiempo encima del producto: apuntamos a que el que llega coma lo que ve en la foto".
Para relajarse y disfrutar
Paralelamente, y oficiando del otro lado de la moneda para propuestas como las de Hell’s y Big Pons -concretas y centradas en variaciones de un solo plato- el restaurante Justo inauguró también en agosto. La meta fue abrir un concepto más amplio, con parrilla, pastas y pescados, que sean clásicos bien preparados con alguna vueltita de tuerca y buenos acompañamientos.
Cierto aire de bodegón sobrevuela los platos de Justo, aunque en un ambiente de aires entre fabriles y elegantes. Idea que logró seducir a mucha gente que viene al Tigre o a Nordelta en plan paseo y no es de la zona. Tanta que, poco tiempo después de la inauguración, los dueños redoblaron la apuesta y, en un local aledaño, abrieron Mood, una heladería artesanal con pastelería y café.
Aggionarse al estilo de la Bahía de Nordelta
Y, como corolario, esos vientos de renovación también empujaron a que el local de Sushi Club en la Bahía Grande decidiera encarar un lavado de cara. La nueva propuesta de imagen que estrenó a fines de noviembre tiene al hormigón beton brut (poroso y sin pulido) y la madera como protagonistas, sumando detalles en acero fusionando el minimalismo de la cultura oriental y la influencia neoyorquina.
"Estamos en Nordelta desde 2007 y elegimos esta plaza porque en su momento consideramos que tenía potencial de crecimiento y, a su vez, nos convenció la vista a la Bahía y todo el entorno que transforma al momento de la comida en una experiencia diferente, completa, como un paseo", señala Agustina de Nicolo, gerente de marketing de la cadena. "Desde ese entonces, efectivamente la Bahía Grande creció y la oferta gastronómica también, es muy dinámica, y eso nos obliga a superarnos todo el tiempo".
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