TORONTO.– La joven Beverly Marsh, interpretada por Sophia Lillis, se acerca a la habitación donde su padre está sentado en un sofá. Su cara es de miedo, de espanto. La chica pelirroja se asoma y da unos pasos hacia su padre, que la llama de manera amenazante.
Del marco de la puerta se asoma Andrés Muschietti , el director argentino nacido en 1973. Su figura de metro noventa irrumpe en la oscuridad de la habitación, pero no emite el famoso "¡corte!" de realizador durante una escena, sino que da unas instrucciones y, con la mano, hace un gesto de "sigan grabando".
Detrás de los monitores está Checco Varese, el director de fotografía mexicano, quien trabajó con Fabián Bielinsky en El aura (2005). También, participó como camarógrafo de noticias en el levantamiento de La Tablada, en 1989, y trabajó en Titanes del Pacífico (2013), de Guillermo del Toro. Un "guerrillero del cine", se autodenomina Checco.
"Andy no corta nunca. Siempre es ‘sigan grabando’", se ríe el director de fotografía. Y es así. La escena se repite, pero sin cortar. Andy –así es conocido–, se asoma, da unas instrucciones y gira la mano en círculos; otra vez, "sigan, sigan".
El camino de Andrés Muschietti a Hollywood es lo que muchos llamarían "el sueño del pibe". El suyo y el de su hermana, Bárbara ("el sueño de la piba", en su caso). Andy se graduó de la Universidad del Cine porteña (FUC) en los 90 y ya uno de sus primeros cortos, Nostalgia en la Mesa 8, presentando dentro de Historias Breves III, en 1999, mostraba un realizador inquieto y creativo. Para esa época, Andy y Bárbara habían trabajado en Evita (1996), de Alan Parker, con Madonna y filmada en la Argentina. Bárbara colaboraba con la producción y Andy era "un che pibe", como él mismo definió.
Para los 2000, los Muschietti se mudaron a España, donde fundaron una productora de comerciales y se dedicaron, durante buena parte de la década, a la publicidad. La dupla director-productora ya estaba establecida, y en 2008, como forma de entretenimiento, filmaron Mamá, un cortometraje de terror de tres minutos que colgaron en las redes. Pasaron varios años hasta que Guillermo del Toro, siempre ávido de rarezas, lo vio y les propuso producir el largometraje basado en el corto. Mamá (2013), con Jessica Chastain y Nikolaj Coster-Waldau, fue el debut cinematográfico de los hermanos Muschietti y el comienzo de una amistad con la actriz protagonista, que los llevaría a trabajar juntos, otra vez, en It. Mamá también les abrió las puertas de Hollywood y los hermanos se mudaron a Los Ángeles para dedicarse exclusivamente a su carrera en la pantalla grande.
Ahora sí hay un corte. Es un descanso de la filmación y, detrás del decorado de la casa de Beverly, Andy se sienta con LA NACION revista a hablar de It: Capítulo 2, la secuela del exitazo de 2017. Con más de 700 millones de dólares de recaudación, con un presupuesto de 35, It (Eso) fue un suceso avasallante que se llevó por delante a El exorcista, la película de terror que ostentaba el primer lugar.
Dirigida y producida por Andy y Bárbara, con guion de Gary Dauberman (Annabelle y La monja), It tomó una parte de la novela de más de mil páginas de Stephen King, publicada en 1986 y, narrada justamente en los años 80, presentaba a un grupo de niños que se enfrenta a un ser malvado, quien toma forma de un payaso de nombre Pennywise (y de otros monstruos). La segunda parte, que se estrenará el 5 de septiembre próximo, comienza 27 años después, cuando a partir de la muerte de un integrante del grupo, los protagonistas, ya adultos, vuelven al pueblo de Derry para enfrentarse con la criatura.
–¿Te sorprendió el éxito de la primera It?
–Yo tengo corazonadas bastante fuertes y sabía que había un público muy fuerte para esta película. Lo que no sabía es el nivel al que podía llegar, haberse convertido en la película de terror más exitosa de la historia es bastante increíble, ¿no? Sabíamos que teníamos algo que le iba a ir bien y lo logramos con un presupuesto, dentro de todo, pequeño. Aún así, sabíamos que le iba a ir bien y nos sentíamos cómodos en tener esa esperanza.
El mismo día de 2017 que se estrenó It, Warner llamó a los Muschietti para ofrecerles el Capítulo 2. Y les dio la misma fecha para estrenarla, dos años después, en 2019. Rápidamente, Dauberman se puso a trabajar en el guion y los hermanos comenzaron a convocar a los actores que serían las versiones adultas de los Perdedores, 27 años después. "Ya teníamos tres nombres en la cabeza: Jessica Chastain, Bill Hader y James McAvoy –cuenta Bárbara–. Para esos roles, no vimos a otra gente y se luchó muchísimo para conseguirlos. Por suerte, tuvimos el mismo apoyo del estudio a nivel económico y logístico, porque cuando trabajás con actores de esa talla, los tiempo se hacen muy complicados. Con Jessica tuvimos ocho semanas al principio, porque se tenía que ir. Y Hader también, que se le plantó a HBO y les dijo que quería y necesitaba hacer esta película, y que iban a tener que retrasar tres semanas la serie Barry. El rol que más costó es el de Mike Hanlon, para el que se presentaron a muchísimos actores de todos lados. Y dimos con Isaiah Mustafa. Ese fue Andy, que fue capaz de ver a Isaiah e imaginarse que es exactamente el actor que estábamos buscando para el personaje.
Vivir en Los Ángeles para los Muschietti les da la posibilidad de tener reuniones en los estudios de Hollywood donde se decide qué películas se filman y cuáles no, por más que las locaciones sean luego en los sitios que resulten más convenientes, usualmente debido a incentivos fiscales, como en este caso Toronto, donde se filmaron las dos It. De hecho, para la segunda parte, los Muschietti se mudaron durante siete meses al país canadiense dejando sus hogares en Los Ángeles. Eso mismo le pasa a cualquier director, productor o actor que viva en la Costa Oeste. Si bien es el lugar donde se digita todo, en términos prácticos, la mayoría vive viajando y estableciéndose en otro estado o país donde se va a filmar la serie o película, algo que se puede extender casi todo un año.
El networking social es muy importante también. Así fue como Andy conoció, en una fiesta, al actor James Ransone y automáticamente pensó en él para el personaje de Eddie adulto. El intéprete, que estuvo en la segunda temporada de la serie The Wire, no hizo casting, sino que fue elegido instintivamente por Andy gracias a un evento social. Y así es como los Muschietti se mueven en Los Ángeles. Si bien viven casi a media hora entre sí (o una hora cuando hay mucho tránsito), los hermanos se juntan para los proyectos y reuniones en común.
Cuando recién se mudaron a Los Ángeles, Bárbara vivió en una de las casas que tiene Jessica Chastain –fue candidata al Oscar por su actuación en The Help (2011)– y allí se quedó unos meses hasta encontrar su propio lugar. Andy se ubicó directamente en Hollywood, en una casa estilo español que figura como edificio histórico por haber pertenecido al director Cecil B. DeMille, y que después sirvió de alojamiento a las estrellas de Hollywood que estaban bajo contrato por los estudios.
–Cuando hiciste la primera It, no tenías mucha de lo que iba a ser esta.
–Bueno, porque te focalizás en la primera película. No podés pensar en dos películas al mismo tiempo, es una cosa de locos. La primera la hicimos en un tiempo relativamente corto, cuando Fukunaga se fue [Cary Fukunaga, el director de la serie True Detective, de HBO, había sido anunciado como realizador ] lo reescribimos en unos meses y ya estábamos filmando. Durante el rodaje de la primera, hay cosas que salen, que aparecen, que dejamos la puerta abierta para la segunda para retomarlo. Es genial haberlo hecho de esa manera. Haber escrito las dos desde el principio hubiera sido una experiencia muy distinta.
En Hollywood, es algo común que los proyectos se anuncien y enseguida se caigan. O que se confirmen y después se caigan, por tantos motivos como ejecutivos tienen los estudios. También, que los directores cambien de manera repentina. Los Muschietti no son ajenos a eso. Así pasó con Robotech, un proyecto basado en el famoso animé japonés, que Andy iba a dirigir y ahora está en el limbo. O Attack on Titan, un manga. O la película de The Flash, que tras varias idas y vueltas con directores, Warner Bros. miró para adentro y se encontró con los Muschietti. "Estamos viendo", es ahora la inusualmente lacónica respuesta oficial de Andy sobre el proyecto del superhéroe.
Y entonces apareció It, la versión cinematográfica del magnus opus de Stephen King de 1986, una vez adaptada como miniserie para la televisión, en 1990. Los derechos ya los tenía Warner Bros. y la idea de dividir la historia en dos líneas temporales en dos películas distintas ya venía de Fukunaga. Pero muy poco tiempo antes de empezar el rodaje, Fukunaga y Warner se divorciaron. Y el estudio encontró el reemplazo perfecto en los Mushietti. "Fukunaga nos mandó un mail cuando empezó a circular el primer tráiler –cuenta Bárbara–. Nos dijo que imaginaba la película así y nos agradeció. La película no la hizo porque no la quiso hacer, si somos honestos. No hubo término medio entre el estudio y Cary, pero está en las dos partes, nadie dijo: "Este, afuera". Es como los matrimonios: los que están ahí son dos errores o dos aciertos. Al final, nosotros hicimos la película y salió todo muy bien. Y, mientras tanto, Cary se fue a hacer Maniac para Netflix y ahora está con Bond 25.
Miradas al Norte
Argentinos que se mudan a Los Ángeles a buscar nuevos horizontes hay muchos. Que hayan tenido éxito como los Muschietti, hay que retrotraerse a la década del 50, cuando el director Hugo Fregonese (Pámpa bárbara y Apenas un delincuente) se mudó a LA y hasta los 70 filmó más de 20 películas, entre ellas, muchos westerns, como Tambores apaches (1951), La redada (1954) o su propia remake de Pampa bárbara, en 1966. Después, varios directores probaron suerte, generalmente envalentonados por haber ganado premios, como Luis Puenzo, que después de obtener el Oscar por La historia oficial (1985) filmó Gringo viejo (1989), con Jane Fonda. O La casa del lago (2006), dirigida por Alejandro Agresti, con Keanu Reeves y Sandra Bullock, basada en la película surcoreana Il Mare (2000). El caso de Juan José Campanella es particular. Tras ganar el Oscar por El secreto de sus ojos, en 2011, el director eligió seguir trabajando, ocasionalmente, en la televisión norteamericana, en series como Halt and Catch Fire o Colony, y filmar sus largometrajes en la Argentina, como Metegol (2013) y la reciente El cuento de las comadrejas (2019).
Después del éxito de Relatos salvajes (2014), Damián Szifron consiguió representante en Los Ángeles y su primer proyecto anunciado fue la adaptación al cine de El hombre nuclear, con Mark Walhberg y Mel Gibson. Después de varias ideas y vueltas, Szifron abandonó el proyectó y este año, en el Festival de Cannes, anunció la película independiente Misanthrope, con Shailee Woodley (de la serie Big Little Lies) como protagonista. Pablo Trapero también coqueteó con Hollywood después de El clan. Fox Searchlight anunció la adaptacion del libro The Man in the Rockefeller Suit, con Benedict Cumberbatch como protagonista y Trapero como director, pero el proyecto quedó en la nada. Trapero entonces se abocó a la televisión internacional.
Del lado de los actores argentinos, se podría decir que tuvieron más suerte. El primero fue Alfredo Carlos Birabén, quien bajo el nombre de Barry Norton, filmó más de 90 películas en Hollywood, entre 1925 y 1956. Su papel más famoso tal vez sea el Drácula español de 1931, que se filmó simultáneamente al clásico de Bela Lugosi, utilizando los mismos decorados y guion, solo que en nuestro idioma para el mercado iberoamericano. Otro caso es el del galán Fernando Lamas, padre de Lorenzo, quien emigró en los años 40 y se convirtió en un latin lover. Su carrera se enfocó más en la televisión, hacia los 60, y dirigió varios capítulos de series como Mannix, S.W.A.T. y Starsky y Hutch. Más cerca en el tiempo, se encuentra Castulo Guerra, nacido en Salta, que ganó una beca para estudiar a Shakespeare en Kansas, a fines de los 60, y se afincó definitivamente. Castulo apareció en Terminator 2 (1991), Los sospechosos de siempre (1995), Amistad (1997), de Steven Spielberg, y las series CSI: Miami y, recientemente, Jane the Virgin. Este año, Castulo estrenó su primera película argentina, Badur Hogar, filmada en Salta y dirigida por Rodrigo Moscoso. Entre los jóvenes talentos argentinos en Hollywood, están también Mía Maestro, que participó de Poseidon (2006) y de la serie Alias, y el oriundo de Lanús, Ignacio Serricchio, que está actualmente en la serie Lost in Space, de Netflix, y trabajó bajo las órdenes de Clint Eastwood en la película La mula (2018).
Para Andy, las puertas de la industria definitivamente se abrieron. Una cifra hizo todo el ruido necesario para catapultarlo a un lugar donde, desde 2017, todos lo miran: 700 millones de dolares, la recaudación bruta de It en el mundo. Para la segunda parte, reúne al Club de los Perdedores (jóvenes y adultos) y vuelve al momento en que todo comenzó. Si bien It: Capítulo 2 transcurre casi tres décadas después, la película muestra escenas nuevas de los perdedores en su infancia, porque hubo sucesos que no se acuerdan y se descubren en su vida adulta.
"Una de las cosas que más me cautivó del libro era esta cosa de las dos líneas temporales, por eso para mí era importante tenerlo recién en la segunda película –continúa Andy–. Y el desafío un poco fue cómo implementar esos recuerdos de manera orgánica y de manera que estén en la línea principal. Que no sean solo recuerdos y que tengan una función específica en la narrativa. Entonces, es eso; a los Perdedores los convoca Mike porque Pennywise [el payaso] ha vuelto y los encontramos a cada uno en su vida adulta. Y vuelven, vuelven todos menos uno. Hay un elemento sobrenatural que es el olvido. En este mundo, eso está bajo la carátula de trauma: todos estos tipos tuvieron un evento terrible que no se acuerdan. Y a esos eventos los vamos a ver en la segunda película; no los vimos en la primera justamente porque no eran parte de su memoria. Es una cosa extraña".
–Como amnesia selectiva.
–Sí. Cada uno de esos recuerdos está conectado con un trauma mucho más profundo de lo que uno ve en la primera película. Los miedos adultos que ellos tienen empezaron en el 89, después que ellos se pelearan en la primera película. Después de la pelea, hay un montaje y no sabés lo que les pasó. Entonces, cuando Mike los llama de nuevo, les pide que recuerden lo que pasó. Mike se quedó en Derry investigando, buscando información de Pennywise. Se metió con los chamanes y experimentó con drogas que alteran la conciencia. Encontró mucho material y es lo que quiere compartir con el grupo.
–¿Se acuerdan de la lucha contra Pennywise?
–Eso lo recuerdan. Pero ellos vuelven a Derry casi sin recordar nada. Se acuerdan cuando se juntan de adultos por primera vez, en un restaurante chino, y lo primero que quieren hacer es huir, pero algo hace que se queden. El único que se acuerda es Stanley que es el tipo más sensible, el que quedó más marcado. Y por eso se suicida.
–¿Ya estaba la idea en la primera esa idea del montaje o es algo que ocurrió después?
–No, eso fue una idea mía que yo le comenté a Gary, pero que tomó mucha más forma con Jason Fuchs, el segundo guionista.
–¿Cómo resolviste el tema de que los chicos crecieron y tenés que filmar escenas que pasaron hace tres años, para mantener la continuidad?
–Tenemos la tecnología necesaria para achicarlos. Hay pibes que los ves y están iguales: Sofía, Jaeden Martell. Finn Wolfhard, también en Stranger Things, creció mucho [es quien interpreta a Mike Wheeler]. Está súper alto y es más difícil de achicar, pero lo logramos hacer. Es una de las cosas que te llaman la atención, porque lo ves y decís: ¿cuánto pasó? Se supone que es el mismo verano. Pero es una película con un presupuesto que dejamos específicamente para dedicarnos a eso. Hicimos testeos de rejuvenicimiento, que es reformatear la cara. Y después, está el tema de la voz. Algunas voces se pueden manipular y otras quedan como las ardillitas de Disney. Entonces, buscamos actores de voz.
La relación con Stephen King
El papel del ascendente James McAvoy es el de Bill Denbrough, el antiguo líder del Club de los Perdedores, que los lideró en su lucha contra el payaso en 1989 y que los hizo prometer que volverían a Derry si él resurgiera. Como adulto, Bill se convierte en un escritor exitoso de novelas de misterio, como el propio Stephen King y muchos de sus personajes.
Un lujo que pudo darse Andy es relacionarse de manera directa con el propio King: "Tenemos una relación de e-mails bastante larga. Él no interviene ni tiene mucho interés en la película. Escribió la novela hace 30 años y le gusta hablar de otras cosas, como proyectos nuevos. Además, para él era una época que era heavy, tenía una vida intensa y hay cosas que no se acuerda ni le importan. Dice: ‘Tienen que considerar que para cuando yo escribí esto estaba…’".
–Pero le gustó mucho la película, ¿no?
–Andy: Le gustó mucho, sí. De hecho, nos vino a visitar en la segunda, algo impensable en la primera. Yo no lo conocía en ese momento y fue increíble.
–BM: Bueno, tengo una historia un poquito distinta y divertida con Stephen King. Cuando se estrenó Capítulo 1, nos mandamos e-mails de cariños y felicitaciones. Un día estoy trabajando aquí en Toronto por Locke and Key [el piloto de la serie basado en una cómic de Joe Hill, hijo de King] y tengo que hacer un trámite en un banco español. Además, tengo que ir a la embajada española y me voy de malas porque estaba muy ocupada. Salgo de la embajada y me topo en la calle con Stephen King, que había venido por 10 horas y ni siquiera su hijo sabía que estaba, porque había venido con su otro hijo, Owen. Estaban lanzando el libro Sleeping Beauties, y necesitaban una firma, así que él llegó en su avión privado para firmar e irse. Así que cuando lo vi, le digo que soy Bárbara Muschietti y me dice: "Ah, Bárbara, ¡estoy en shorts! ¡No puedo conocerte así!". Y estuvimos charlando un ratito y, desde ahí, hubo más e-mails y más cariño.
En It: Capítulo 2, Andy promete mostrar el origen de Pennywise y por qué elige la forma de un payaso. Además, se adentró en un concepto que estaba en la novela original y que es un elemento recurrente en varias de las novelas de Stephen King, que es la presencia de nativos norteamericanos, el chamanismo y los diferentes estados de conciencia producto de drogas alucinógenas. Dentro del chamanismo, la película presenta un objeto de cada uno de los personajes que lo acompaña en su lucha contra Pennywise. Para Andy, "el poder de las creencias unificadas es un concepto que desaparece un poco en el libro. El final es una araña que la muelen a piñas y que ni siquiera están juntos cuando pasa eso. Encontramos la manera de resolver ese tema y ser consistentes con el poder de la creencia unificada".
–Hay mucho hincapié en los objetos personales, como un símbolo shamánico de cada uno.
–Eso está en el libro, pero que no tenía el clímax que necesitábamos. Nosotros llevamos al final esos objetos, que son como armas que tenían ellos cuando eran chicos y que pueden tener, como adultos, en la segunda.
Antes de su visita a la Argentina para presentar la película, Andy sigue con sus rutinas. Dibuja. De hecho, crea los monstruos en papel para darles a los diseñadores. Toca (muy bien) el piano. Suele juntarse con amigos y amigas como Natasha Braier, la directora de fotografía argentina radicada también allí. Se conocen desde España.
Espera tranquilo el estreno de su nueva criatura, que dura casi tres horas, lo que ocasiona que la película trascienda el terror y se adentre en una historia de personajes: cómo sus vidas cambian desde la niñez a la adultez, algo muy común en la literatura de Stephen King. Según Bárbara, "es como es la vida. Hay un poco de humor, hay drama, hay tristeza, y siete personajes que se escaparon del miedo. Se puede escapar temporalmente, pero vuelve. Enfrentaron ese miedo hasta donde pudieron a esa edad. Pero les quedó la asignatura pendiente a todos. Es un reflejo de la vida que vivimos todos: cargamos las mochilas hasta que no podemos más, solo que acá hay un payaso que te marca los tiempos. Extrañamente, la veo como una película muy realista."
Andy agrega: "It es una carta de amor a la infancia, que cuando sos un adolescente no apreciás mucho porque pensás que toda la vida va a ser así. Pero, como adulto, hay cosas en la historia de pérdida y de imaginación con las que te podés identificar. Cuando termina la niñez se muere un mundo y eso para mí es el símbolo de la historia: la muerte de la infancia".
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