Andrei Chikatilo: la terrible historia del "carnicero de Rostov", el asesino serial más sádico de la Unión Soviética
Andrei Chikatilo tenía 42 años, daba clases en una instituto educativo, estaba casado, tenía dos hijos y era un miembro convencido del Partido Comunista cuando aquel día de diciembre de 1978 encontró a Yelena Zakatnova, de 9 años, en una parada de autobús de la ciudad de Shajty, en el sudoeste de lo que entonces era la Unión Soviética. Le convidó a la niña un chicle, inició una conversación y la invitó a ir con él a una vivienda que había comprado en un lugar apartado de la ciudad.
Entonces, en ese lugar, el gris y apocado padre de familia se convirtió en un despiadado criminal. Mató a la niña a cuchillazos.
A partir de allí, y en los siguientes 12 años, Chikatilo mataría con el mismo salvajismo y perversa saña a decenas de personas. La mayoría, mujeres y niños. Cuando en noviembre de 1990 lo atraparon definitivamente en la ciudad de Rostov Del Don, confesó haber sido el autor de 56 asesinatos. En ellos, además, cometió abusos sexuales y hasta actos de canibalismo.
Chikatilo fue condenado a muerte por sus crímenes. Lo ejecutaron en febrero de 1994. Se acababa así la vida del llamado "carnicero de Rostov" o "el destripador rojo", el asesino serial más horroroso de la historia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Primeros años: traumas y horrores
Andrei Chikatilo vivió sus primeros años en un contexto difícil y su infancia estuvo jalonada de traumas y pesadillas que lo marcaron para siempre. Nació el 16 de octubre de 1936 en la localidad de Yablochnoye, en Ucrania, que entonces era una de las repúblicas soviéticas, en una época de transición entre el Holodomor, o genocidio ucraniano -período en que millones murieron de hambre por causa de la colectivización de las tierras impuesta por el stalinismo- y la Segunda Guerra Mundial.
Los biógrafos de Chitakilo aseguran que la madre del pequeño le narraba una historia truculenta: que a su hermano mayor, Stepan, lo habían secuestrado y se lo habían comido antes de que él naciera, en el contexto de la hambruna que asoló la región, en el que, de acuerdo a lo que señalan varios historiadores, la desesperación llevaba a algunas personas al canibalismo. Nunca pudo saberse si la historia era real, pero lo cierto es que el pequeño Andrei creció atormentado por el terror a que algo así pudiera pasarle.
Por otra parte, también la Segunda Guerra habría minado la psiquis del joven Andrei con situaciones perturbadoras. En primer lugar, se cree que el joven pudo haber visto como un soldado alemán, tras la ocupación de Ucrania por parte de los nazis, abusaba sexualmente de su madre. Y luego, cuando su padre, miembro del ejército rojo, regresó de la guerra en 1949, fue despreciado por la comunidad, y tachado de traidor al Gobierno soviético.
Ambos episodios de la infancia y adolescencia de Chikatilo, que son narrados en el libro sobre la vida del asesino serial The Killer Department, del periodista del New Yorker en la URSS Robert Cullen, forjaron el carácter asustadizo, tímido e introspectivo que tendría para siempre el futuro monstruo de Rostov.
Por ello, también le resultó difícil al muchacho ucraniano tejer relaciones sociales. Es más, no las tenía, y solo recibía burlas y todo tipo de bromas físicas y verbales por parte de sus compañeros de colegio primero, y de sus camaradas del Partido Comunista después. Nunca pudo lograr que nadie se lo tomara en serio.
Además, a pesar de tener una apariencia atractiva, en la adolescencia comenzó a tener dificultades serias para mantener relaciones sexuales. Un hecho que comenzó a hacerse público en la localidad donde vivía.
El montruo comienza a soltarse
Decidido a dejar atrás esos miserables años de infancia y juventud, el joven Chikatilo emigró a Moscú en 1955, e intentó ingresar en la Universidad a estudiar Derecho. Pero fue reprobado en el examen de ingreso.
Con el afán de convertirse en un hombre instruido a pesar de ese rechazo o, ocupó sus siguientes años de su vida en el estudio. A través de escuelas de formación y también en cursos por correspondencia, el hombre obtuvo diplomas de Literatura Rusa, ingeniería y también un título en Marxismo Leninismo. En 1963, ya instalado en el oblast (provincia) de Rostov -cuya capital es Rostov Del Don- junto a su hermana, conoció a una de sus amigas y, poco después, se casó con ella.
A pesar de sus disfunciones para mantener relaciones -reconocidas por él mismo cuando confesó sus crímenes-, Chikatilo tuvo dos hijos con su esposa Theodesia, y parecía ser un padre amoroso y un esposo sumiso. Pero el monstruo latía en su interior.
En el año 71 consiguió trabajo como profesor en una escuela secundaria. Allí pensó que su profesión le granjearía el respeto de los jóvenes, pero no fue así. Los estudiantes lo desobedecían, no respondían a sus consignas, fumaban delante de él y le habían puesto de sobrenombre "el ganso". Y fue en su función como educador donde Chikatilo comenzó a soltar su parte oscura.
En 1974, fue expulsado del colegio en el que trabajaba por reiteradas denuncias de abuso por parte de sus alumnos. De acuerdo con los perfiles psicológicos de Chikatilo, el hombre había volcado a los menores, mujeres y varones, sus frustraciones sexuales. Y todo iba a empeorar.
Como ya no tenía más lugar en la pequeña ciudad donde vivía, el profesor se mudó con su familia a la localidad de Shajty, donde comenzó a trabajar en un instituto de formación profesional a la vez que clandestinamente compraba una vivienda precaria para llevar adelante la que sería su doble vida en las afueras de la localidad.
Comienzan los crímenes
En diciembre de 1978, Chikatilo mató a su primera víctima. Yelena Zakatnova, de 9 años. Según la reconstrucción del hecho realizada en el documental de la BBC sobre los crímenes de Chikatilo, el hombre forcejeó con la niña en su intento de violentarla y notó que la situación lo satisfacía. Entonces sacó su cuchillo y la ultimó. La bestia se había desatado y ya no pararía.
Dos días después, el cuerpo de la menor fue encontrado en un río cercano. Además de los cortes y mutilaciones, la víctima tenía otra marca del ataque, que sería la rúbrica del monstruo de Rostov: el asesino le había sacado los ojos. Según confesó más adelante, Chikatilo tenía la creencia de que el ojo podía guardar dentro de sí la imagen impresa de lo último que había visto.
El 3 de septiembre de 1981 el criminal se cruzaría a su segunda víctima. Una chica de 17 años que ejercía la prostitución. La encontró en una estación de trenes, la llevó a una zona boscosa e intentó tener relaciones con ellas. Cuando no pudo, sacó la cuchilla que llevaba siempre en su maletín y la asesinó.
Según el perfil realizado luego por el psiquiatra Alexander Bukhanovsky -el hombre que hizo confesar a Chikatilo- el criminal utilizaba el cuchillo como un reemplazo de su miembro, y la sensación de poder que sentía sobre sus víctimas suplía sus frustraciones sexuales.
A partir de allí, Chikatilo iniciaba su nefasta carrera de asesino serial. El modus operandi era similar. Contactar a sus víctimas, que en general estaban solas, en estaciones de ómnibus o de tren, convencerlas de ir hacia un lugar descampado o boscoso, y allí cometer sus crímenes. Niñas, adolescentes, niños, y luego también personas con problemas mentales eran las presas de este criminal.
Todos ellos eran mutilados y, violentados sexualmente de alguna manera. En algunos casos, el carnicero de Rostov extraía algunos órganos y se los comía. Muchas veces cercenaba también los genitales de los niños. El criminal era el horror hecho persona.
Chikatilo había abandonado la docencia en 1979 y trabajaba para una compañía de insumos de construcción de Rostov, algo que le permitía viajar y disponer de tiempo y espacio para cometer sus atroces crímenes. En el año 1984, las víctimas de Chikatilo eran 24.
Primera detención
Precisamente ese año, gracias a los oficios de un policía llamado Alexander Zanasovsky, Chikatilo fue arrestado cuando frecuentaba jóvenes en una estación de ómnibus. Encontraron en su maleta una soga, una cuchilla y cartas pornográficas. Pero, así y todo, el hombre fue liberado poco tiempo después. Su figura de padre de familia y miembro del Partido Comunista no encajaba con el perfil buscado -en ese momento se apuntaba a homosexuales, médicos o pandilleros jóvenes y marginales-.
Además, por un error en los análisis o un fenómeno científico difícil de explicar, el tipo sanguíneo del detenido no coincidía con el de las muestras de semen halladas en las víctimas.
Nuevamente en libertad, Chikatilo dejó pasar un tiempo, y al año siguiente, en 1985, volvió a atacar. La policía, en tanto, seguía desconcertada. De acuerdo con el citado libro de Cullen, que inspiró el telefilme de HBO Ciudadano X, de 1995, los oficiales Amurkhan Yandiev y Victor Burakov, a cargo del caso, se encontraban atados de pies y manos para pedir recursos y hombres, porque para las autoridades soviéticas en el comunismo era imposible que existiera un asesino serial, porque eso algo que solo pasaba en el "capitalismo decadente".
Tampoco se permitía difundir el caso por la prensa.
No parece haber sido casualidad que en 1990, con la Perestroika avanzada y el sistema soviético resquebrajándose, los citados policías tuvieron más libertad para disponer de agentes y así plantaron hombres -muchos de ellos, de civil- en todas las estaciones de trenes donde se suponía que se movía el asesino.
Así, en una de estas paradas, un policía notó que un hombre que salía de las profundidades de un bosque tenía una marca como de sangre en la cara y los zapatos con mucho barro. Tomó sus datos y, cuando al otro día apareció una niña muerta en las inmediaciones de ese lugar, este sospechoso, que no era otro que Chikatilo, fue arrestado. Esto ocurrió el 20 de noviembre de 1990.
El perfil del criminal y la confesión
Los intentos de hacer confesar al criminal fueron intensos y vehementes, pero también infructuosos. El décimo día de la estancia de Chikatilo en prisión, los investigadores pusieron en marcha el plan B: apelar a la psiquis del asesino. Así fue que apareció en escena el psiquiatra Alexander Bukhanovsky. A pedido de Burakov, esta hombre había preparado años antes un perfil psicológico del asesino de Rostov. El informe, de 65 páginas, describía al detalle características de la personalidad del detenido.
El psiquiatra se sentó al lado del asesino serial y pacientemente le leyó todo su perfil. Al escuchar una descripción tan exacta de su propia vida -y de sus propias miserias- Chikatilo se puso a llorar y dijo: "Sí, soy yo".
Según lo que cuenta el propio Bukhanovsky en una entrevista con el diario británico The Guardian, ese mismo día, el carnicero de Rostov confesó que había asesinado, entre niños, niñas y mujeres, a 56 personas.
A la edad de 56 años, abuelo, y todavía miembro del Partido Comunista, un Chikatilo ya apresado ayudó a la policía a encontrar los restos de muchas de sus víctimas y no dejó de sorprender a los investigadores al realizar con muñecos la reconstrucción de sus crímenes.
Juicio y ejecución
En abril de 1992 comenzó el juicio al criminal. Rapado y con mirada extraviada, sin sus habituales lentes, Chikatilo transitó su juicio encerrado en una pequeña jaula a un costado del estrado, para evitar la furia y los ataques de los cientos de familiares de sus víctimas que, entre gritos y llantos, habían copado el tribunal.
Cuando le tocó el turno de hablar, el carnicero de Rostov hizo una larga perorata llena de incongruencias que duró como dos horas. Dijo que tenía la maldición de ser impotente y que en principio no tenía la intención de matar, pero luego algo se apoderaba de él y perdía por completo el control. Luego, para aparentar locura, comenzó a decir insultos y groserías, se bajó los pantalones y exhibió sus partes a los presentes, que no podían creer lo que veían.
La estrategia de hacerse pasar por loco no le sirvió. Según el medio local Rostov. Kp, tres informes psicológicos descartaron este último intento del criminal. En octubre de ese mismo año, Chikatilo fue condenado a muerte por el asesinato de 53 personas. Sus víctimas tenían entre 9 y 45 años.
Chikatilo se jugó la última carta para salvar su vida a cambio de una cadena perpetua y solicitó el perdón al presidente ruso de entonces, Boris Yeltsin. Pero fue denegado. El 14 de febrero de 1994, a las 20 horas, el asesino serial más cruel y sanguinario de la ya inexistente Unión Soviética moría, en el sótano de la prisión de Rostov, ejecutado por un guardia con un tiro en la nuca.
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