La cuarentena fue dura y hasta perdieron, cada uno, lugares de encuentro pero no quisieron desanimarse y redoblaron la apuesta para combatir tanta malasangre
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Se conocieron hace más de 30 años por trabajo, Guillermo empezó a trabajar en la parte técnica de la compañía de teatro que tiene su amigo. Empezaron a viajar mucho en giras y su relación laboral pasó a ser de amistad, “Guille conoció a su actual mujer en el elenco, era una de las actrices, se casaron, tuvieron hijos. Siempre nos seguimos viendo por más de que haya dejado de trabajar en la compañía de teatro”, cuenta Eduardo Demaestri a los 47 años.
Como a tantos otros argentinos, la cuarentena por la pandemia les frenó sus trabajos. Guillermo Sznajder (45) tenía un bar en San Isidro que no podía abrir al público. Eduardo tenía una compañía de teatro educativo en 500 ciudades del mundo, pero cerrada en cada una de ellas por el covid. “No podíamos trabajar así que estábamos con mucho tiempo libre como para pensar e idear cosas que podíamos hacer en un futuro. Hacía tiempo que veníamos charlando de hacer algo juntos, no sabíamos bien que”, cuenta Eduardo quien confiesa que él siempre tuvo la idea en su cabeza de poner un bar, pero como suele pasar a veces es más un sueño que otra cosa. Una idea que queda arrumbada en una marea de tareas pendientes y compromisos.
En una de esas tantas charlas de pandemia Eduardo le comentó que una esquina icónica de la gastronomía en Belgrano, donde había una parrilla a la que siempre iba tuvo que cerrar: “Se me ocurrió que era buena idea intentar hacer algo en ese lugar, de alguna forma reivindicar ese lugar de encuentro. Comenzamos a charlar y nos pusimos de acuerdo rápidamente. No hubo mucho para analizar, los dos sabíamos lo que queríamos y no dudamos en llevarlo a la realidad”, dice Eduardo.
El nacimiento de “Malasangre”
La pandemia, como a muchos, los impulsó a reflexionar sobre cómo querían vivir, qué querían hacer y cómo. “La industria gastronómica se vio muy afectada y éramos conscientes de esto cuando decidimos meternos en este proyecto. Pero confiábamos en que este momento era transitorio y apostamos por la cultura argentina que nos lleva a disfrutar de la noche en Buenos Aires. Pese a los momentos que atravesamos en el país nunca se nos van las ganas de sentarnos en una mesa y de encontrarnos” cuenta Eduardo. Y de ahí surgió el nombre: “porque decidimos hacerlo en el medio de la malasangre: la economía, la cuarentena, la crisis en general”, explican los dos.
Cuando pensaron en el diseño se basaron en el bar al que les gustaría ir. “Cuando salimos vamos a las barras, nos encantan, así que pusimos la barra lo más grande posible y lo más cerca que se podía del acceso para que sea el centro de la propuesta. Sacamos las puertas y paredes del local para que la persona que esté en la barra sienta que está adentro pero afuera a la vez. Esto genera que el lugar sea muy abierto y espacioso, a su vez el deck en la vereda nos permite tener también un sector con mesas al aire libre respetando los cuidados necesarios”, explican. ¿Un detalle para prestar atención? El piso del interior del bar es una continuidad de la vereda, la idea es que nunca este del todo claro si todavía estas en la calle o ya ingresaste.
Un vermubar en Buenos Aires
El vermú es una bebida que históricamente se piensa como aperitivo, para abrir el apetito. Pero los chicos lo ven “como ese momento de encuentro, de amigos, de experiencia de relax que tanto necesitamos después de este año y medio de locos. El vermú es ese “mientras tanto” que puede durar hasta la madrugada. Para nosotros es frenar y ser feliz un rato”, explican los amigos.
“Malasangre” tiene tragos de autor y platos preparados con productos de estación que rotan periódicamente. Lo mismo pasa con el vermú, mas allá de los clásicos tienen algunos estacionales que dependen de la época del año y de la cosecha de vino.
El bar como estudio de filmación
Para ellos ser amigos y socios es muy fácil, tienen los mismos ideales, conceptos similares de cómo debe ser el negocio. Viven como algo divertido el poder proyectarlo y hacerlo en conjunto. Para organizarse tampoco es problema, ambos conocen las necesidades actuales de cada uno, y por los resultados, no se equivocaron en el camino a seguir: “Al vermubar le esta yendo muy bien, más de lo que esperábamos”, aseguran. Incluso tuvieron que reorganizar el tema del personal y los horarios para cumplir con las expectativas. Era verdad, la gente siempre busca encontrarse en algún lugar a compartir un momento.
El paso siguiente es asentarse bien, estar cómodos con la logística interna y empezar a trabajar con más tiempo la parte artística: “Dedicamos mucho esfuerzo a la parte gastronómica, coctelera y demás, y falta todavía dedicarle mas a la parte artística, ya tenemos todos los días jazz y alguna muestra de audiovisual, pero todavía falta”, explica Eduardo. Él, que en su compañía de teatro siempre se dedicó a escribir los libretos, escribió una serie de ciencia ficción donde casi todas las escenas suceden dentro del bar. “Ya tenemos el elenco, los decorados, estamos a pocos días de comenzar el rodaje. Van a ser capítulos cortos semanales, la primera temporada va a ser de 12 capítulos”, cuenta emocionado. Es que sus dos sueños parecieran estar a punto de convivir en un mismo lugar, y como si eso fuera poco de la mano de un gran amigo.
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