Paradojas del destino, Alicia Muñiz murió asesinada por su pareja, el ex campeón de boxeo Carlos Monzón, el Día de los Enamorados. Aquel 14 de febrero de 1988, en Mar del Plata, se cometía unos de los primeros femicidios con resonancias mediáticas debido a la trascendencia pública de sus protagonistas, aunque aún faltaría mucho para que la sociedad experimentase un verdadero y saludable cambio de paradigma en torno a esas cuestiones. Cuestiones, hasta no hace mucho, silenciadas. Ella había dejado su carrera como modelo y vedette para acompañarlo, solo se dedicaba a llevar adelante algún pequeño emprendimiento comercial. Él conservaba su prestigio a partir de los lauros obtenidos en el deporte y era una presencia frecuente en la movida nocturna.
Las sombras de un entorno enfermo y el flagelo de adicciones como las drogas y el alcohol sobrevolaban la atmósfera del universo de Carlos Morzón, quien era muy amigo de sus amigos. Compartían códigos y hábitos. Pocas eran las relaciones del deporte, su círculo social estaba vinculado al mundo del espectáculo. De hecho, durante aquel fatídico verano, el deportista se hospedaba en la casa del actor Adrián "Facha" Martel, quien había alquilado la propiedad para pasar la temporada de verano dado que era una de las figuras que acompañaba a Alberto Olmedo en lo que sería su último estreno en el Teatro Tronador de Mar del Plata. En esa casa aconteció la tragedia. Aquella noche, Monzón y Muñiz intentaron recuperar algo de aquella normalidad extraviada. Es que la pareja conformada por Carlos y Alicia estaba resquebrajada desde hacía tiempo. Maximiliano, el pequeño hijo de ambos, hacía que el vínculo no fuera inexistente. Iban y venían. El reclamo de ella respecto a la cuota alimentaria hizo estallar la furia del ex deportista. Aquella madrugada del horror en la calle Pedro Zanni del coqueto barrio La Florida se convirtió en uno de los capítulos más aterradores de la crónica policial vinculada a la violencia de género y protagonizada por figuras de renombre popular.
Sí, quiero
El era una figura consagrada como ex campeón de boxeo a nivel internacional, con vínculos con mujeres hermosas y relaciones con figuras como Alain Delon. Ella, en cambio, a sus 32 años, no había logrado identidad pública propia. Alba Alicia Muñiz Calatayud había nacido un 18 de agosto de 1955 en Montevideo, pero en 1972 decidió, siendo muy joven, viajar a la Argentina para probar suerte como modelo, actividad que ya despuntaba en Uruguay. Aquel cruce en ferry por las aguas del Río de la Plata tenía una finalidad mayor: intentar iniciar una carrera en la actuación, su verdadera vocación. Sus planes no estaban errados: Buenos Aires era una ciudad con mayores posibilidades y una industria del espectáculo mucho más expandida que la uruguaya. Sus padres Alba Calatayud y Héctor Muñiz García la impulsaban a cumplir sus deseos, pero temían ante lo inseguro que podría resultar, para una chica de 17 años, hacerse camino en una urbe cosmopolita como Buenos Aires. La belleza y el carisma la ayudaban, le abrían las puertas de los productores. Rápidamente pudo insertarse y trabajar como vedette y comediante, además de desfilar y hacer publicidades. Trabajó con Moria Casán, José Marrone, Jorge Porcel, Graciela Alfano y Adriana Aguirre, entre otras figuras del momento. En el escenario, era una chica más de los elencos de revista. Y en cine, participaba en comedias picarescas de poco valor agregado.
Carlos y Alicia se cruzaron, por primera vez, en un restaurante de la Costanera. Uno de esos típicos "carritos" de moda que vivieron momentos de gloria entre los sesenta y los noventa, cuando eran la parada ineludible para las celebridades, deportistas, políticos y figuras de la noche. Cuando Carlos y Alicia se conocieron,se disputaba, en nuestro país, el Mundial ´78. Fue atracción y ¿amor? a primera vista. Iracundo. Fogoso. Sexual a más no poder. Aquel almuerzo propiciado por amigos comunes los unió en un vínculo que siempre estuvo teñido por cierto grado de patología. Los celos del ex boxeador no permitían que la relación fuese armoniosa. Él fue quien prácticamente la obligó a dejar su trabajo público para dedicarse a actividades menos expuestas. Bajo esa consigna de dominación, Alicia primero abrió una peluquería y luego atendió una boutique. Nada más alejado de su auténtica vocación. Estaba verdaderamente enamorada de Monzón, pero, además, le tenía miedo. Sabía de sus reacciones. Conocía las consecuencias por contradecirlo. El amor duele. En este caso, un dolor literal.
El 28 de diciembre de 1981 nació Maximiliano Monzón Muñiz, el único hijo que tuvo la pareja. Alicia decidió dedicarse tiempo completo a la crianza del bebé. Lo sentía. Pero también su pareja la obligó a hacerlo para continuar con su firme decisión de apartarla de toda vida pública. Además, prácticamente le prohibía la vida social. Con todo, la criatura trajo algo de serenidad a la pareja, aunque no por demasiado tiempo. Si bien Carlos era muy afectuoso con la criatura, como lo fue con todos sus hijos, lo cierto es que Maxi, como era de imaginar, no solucionó las desavenencias que mantenía con Alicia.
Las peleas eran constantes. Gritos, insultos, hasta algún tibio forcejeo fueron minando cada día de convivencia. Cada tanto, ella pegaba el portazo y se iba con su hijo en brazos. En más de una ocasión se refugiaba en Montevideo, alentando la protección de su familia. Pero volvía. Siempre volvía. Carlos era un seductor nato. Como todo violento, luego de su explosión de irascibilidad, se apaciguaba y, a veces, pedía perdón. Alicia perdonaba. Lo quería, lo amaba, pero, sobre todo, tenía un hijo con él. El alcohol era uno de los flagelos que aquejaban al boxeador. Sus parejas anteriores, Pelusa o Susana Giménez, también se habían visto empañadas por sus adicciones y la violencia verbal y física. Los golpes fueron cada vez más fuertes. Tal era el grado de violencia que Alicia concretó dos denuncias policiales en 1986 y en 1987, la última aconteció poco más de un año antes de ser asesinada por el boxeador.
Justamente, en 1987, la bella mujer quiso volver a las pasarelas y a filmar publicidades, pero su cuerpo mostraba las marcas de la violencia ejercida por Monzón, lo cual era un escollo para los productores y las marcas contratantes. Alicia estaba harta de los vaivenes emocionales, de sentirse amada y odiada al mismo tiempo. Temía por su integridad física y no quería que su hijo se siguiese criando en medio de la violencia y ante una madre que se pasaba el día acongojada y llorando.
Atracción fatal
A comienzos de febrero de 1988, Alicia le había comprado a su hijo el uniforme para comenzar, en marzo, su escolaridad en el Belgrano Day School de Buenos Aires. Días después, permitió, como corresponde, que la criatura pasase algunas jornadas con su padre en Mar del Plata. La casa alquilada por Adrián Martel, amigo íntimo y compañero de tropelías de Carlos Monzón, era ideal para que el niño disfrutase del amplio jardín y de la piscina. Pedro Zanni 1567, barrio La Florida, una zona residencial que se convierte en la puerta de ingreso a la Ciudad Feliz. Lindante con la Autovía 2 y el aeropuerto. La coqueta parroquia de San Martín de Porres bendiciendo la zona. Las mansiones del barrio eran elegidas por las celebridades de la farándula que hacían temporada en aquellos gloriosos veranos teatrales de los ochenta. Hoy sigue conservando la atmósfera residencial, aunque los famosos prefieren los barrios cerrados que se fueron construyendo en las afueras de la ciudad. La casa de la calle Pedro Zanni era imponente. Paredes de ladrillos a la vista y tejas oscuras. Bella, aunque sin responder a los parámetros del clásico chalet marplatense. Esa casa teñida con sangre hoy pertenece, curiosamente, a la familia de Tito Lectoure, un impulsor de la carrera de Monzón y quien regenteara el estadio Luna Park, cuna del box local.
Durante la tarde del 13 de febrero, Alicia, tal lo convenido, llegó hasta el chalet de la calle Pedro Zanni para pasar a buscar a su hijo. Estaban separados, pero la atracción pudo más.Monzón sedujo a Alicia quien, a pesar de todo, seguía enamorada del padre de su hijo. Pasaron juntos aquella tarde. Desde afuera, la fotografía mostraba a una pareja feliz y normal. Sol, chapuzones y Maxi disfrutando de sus padres. Idílico e irreal.
Esa noche, fueron invitados a compartir la celebración del cumpleaños del animador Sergio Velazco Ferrero en el Gran Hotel Provincial. Los testigos de la cena, aseguraban que Carlos y Alicia estaban felices, unidos, y hasta habrían confesado el deseo compartido de la convivencia. Una vez más... Luego del festejo, Adrián Martel los invitó a tomar algo al Club Peñarol, otro clásico frecuentado por artistas. Hasta allí fueron, antes de regresar, entrada la madrugada, a la casa del barrio La Florida.
Dentro del chalet comenzaron las discusiones. La historia volvía a repetirse como un loop trágico. Esta vez, la pelea se originó cuando Alicia le recriminó a Carlos un aumento en las cuotas de alimentación que él le pasaba para Maxi. La discusión fue subiendo de tono. La agresión verbal se transformó en física. El pequeño Maxi dormía en uno de los cuartos en el preciso momento en el que el ex boxeador le propinó tales golpes a Alicia que terminó por dejarla inconsciente antes de arrojarla desde el balcón del primer piso. Monzón alegó, en sus primeras declaraciones, que la mujer se había suicidado. Sin embargo, las pericias demostraron que, antes de caer, ya estaba fracturada e inconsciente.
Rafael Crisanto Báez, un hombre que se dedicaba a juntar cartones, aseveró haber visto la escena, ya iluminada por el amanecer. En su momento, este vecino de unos de los barrios más humildes de Mar del Plata ubicado detrás del Hospital Regional, dijo haber visto como Monzón arrojaba a su mujer desde el balcón y luego cómo el propio Monzón se tiraba hacia la galería de piso de ladrillos que le confería un aire colonial. Muchos quisieron desacreditar estas declaraciones alegando insania mental del declarante. Monzón en pijama y Alicia con ropa interior y sus senos al descubierto. La imagen del cadáver de la joven recorrió el mundo.
Once años de prisión en un penal de Santa Fe. Para algunos, la pena que se le dio a Monzón fue leve. Para otros, una injusticia. No existía la figura del femicidio que, hoy, lo condenaría a una pena mayor. No faltaron quienes vivaron el "Dale campeón", cuando lo trasladaban, para declarar, a los Tribunales de Mar del Plata de la calle Almirante Brown. Años después, en una autorizada salida transitoria, el ex deportista se mataría en un accidente automovilístico en una ruta de su provincia. El destino trágico seguía sus pasos.
Hoy, Maximiliano Roque Monzón tiene 38 años. Alterna su vida entre Buenos Aires y Montevideo. Y, aunque no lo logre, trata de despejar de su mente los pensamientos que lo acercan a aquella madrugada en la que su padre mató a su madre tiñendo con sangre aquel apellido ilustre. Su apellido.
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