Alex Honnold: el hombre que desafía a la gravedad
Alex Honnold enfrenta el vacío, desafía a la gravedad y le toca las narices a Dios. Es el montañista más valiente del mundo –literalmente, demostrado–. Y puede que sea también el más chiflado. Para contar su historia, un equipo de filmación lo siguió durante los últimos años y lo acompañó mientras conseguía su máxima hazaña: escalar en modalidad solo integral –sin protección, sin anclajes ni cuerdas, solo con sus manos y sus pies– la roca más intimidante del mundo: El Capitán, en Yosemite, California.
Free Solo, documental que se llevó el premio Bafta y llegó a los Oscar, se estrena hoy por Nat Geo. Quita el aliento. Por algo la fama de Alex se cocinó en un caldo cuyos ingredientes principales son el miedo y la noción de muerte. Pero es también personal y sólido. Un trabajo delicado que muestra los diálogos internos de un hombre con una devoción monacal por la escalada, que justo cuando decide cumplir el sueño más grande y peligroso de su vida se enamora.
El deportista de Sacramento logró la proeza el 3 de junio de 2017, después de un año de preparación feroz. Para entender cómo es El Capitán: mide 914 metros. Si se apilaran verticalmente los edificios Chrysler y Empire State de Nueva York y se colocaran junto a El Cap, resultaría que Freerider –la ruta que hizo Honnold– les sacaría otros 150 metros de ventaja. Es la joya de la escalada libre, una pared lisa monumental que a los chicos obedientes –con sogas y arneses– les suele llevar entre tres y cinco días.
Nunca alguien la había completado sin otro recurso que la fuerza de sus extremidades. Era tan perturbadoramente improbable que lo lograra que cuando un periodista amigo se despidió de él una semana antes, fue a decirle al editor de su revista: "Guardame un espacio importante para contar una gesta o publicar un obituario".
Honnold había escalado El Capitán más de 50 veces, siempre con soga; las caídas –quedar colgando en el vacío, se entiende– habían sido pocas, y colecciona récords de velocidad en varias de sus rutas. Pero fallar en un free solo significaría, literalmente, precipitarse a la misma muerte que tuvieron decenas de colegas, incluyendo su amigo Ueli Steck, el excepcional alpinista suizo que se había matado en Nepal el mes anterior.
"Soy consciente de que lo que hago puede parecer una locura –dice–. Pero después de 20 años de práctica créeme que ya no es una locura. Solo es peligroso si te caes, y eso podría pasar si antes no practicaste lo suficiente. Yo no quiero ser un escalador de suerte, quiero ser un escalador de excelencia". Habla con LA NACION revista desde Los Ángeles. Está a punto de tomar el avión que lo llevará a la gala de los premios Bafta en Londres, un escenario insólito al que se ve obligado por su creciente fama de rockstar. "Si no me preparara, probablemente tendría miedo. Parece que solo subo, pero todo está perfectamente meditado. Lo que hago es muy preciso. Podría hablarte de cada pequeño movimiento de pies y manos que hice", asegura.
Alex, a quien los amigos definen como un hombre despiadadamente analítico, cultiva su mente fría a través de la visualización: "Imagino la experiencia completa de la escalada, incluso lo que podría salir mal, como caerme, para llegar a una acuerdo con esas posibilidades. Pienso en secuencias. Al armar el ascenso a El Cap me figuraba una coreografía en altura. Todo esto es lo que más tiempo me lleva, porque subir es rápido".
Desde 2005 lleva cuadernos de notas en los que registra, de forma minuciosa, hasta el más nimio detalle de sus subidas, con fechas, condiciones del tiempo, pisadas, estrategias, y estados de ánimo. El esfuerzo físico que debe hacer es casi el mismo, con o sin soga. Pero sin soga, el gran esfuerzo es el mental.
Durante años se decía que había llegado el momento de hacer este free solo, iba a ver la roca, se paraba enfrente y entonces se arrepentía. No, no lo iba a hacer, de ninguna manera: "Algunos días no son tu día. Tener eso presente es lo más importante en la escalada en solitario. La prudencia es una parte fundamental de la valentía", señala. El miedo tuvo su espacio durante una década. Pero ese 3 de junio no dudó ni un instante: "Una vez que dejás el suelo, no hay nada más que ejecución".
–Subís con soga una y otra vez a practicar y corregir hasta que estás listo para hacerlo sin soga...
–Exacto. Yo lo llamo eliminar obstáculos.
–Así te animaste a boulder problem –el paso más arriesgado, prácticamente mortal–.
–Sí, así es cómo funciona. Creo que boulder problem lo hice unas 50 o 60 veces, por eso estaba tan seguro de poder dar ese paso. A través de los años me había caído varias veces, porque iba probando nuevos puntos de apoyo y movimientos para lograrlo. Mientras aprendiera algo no importaba que cayera. Para dar esa patada practiqué dos años y estudié en tierra todas las posibilidades con las que me enfrentaría, como llegar cansado o no animarme.
–En plena pared te cruzaste con un montañista disfrazado de unicornio rosa. ¿Eso no te desconcentra?
–No sé quién era ni por qué estaba ahí, pero es común coincidir con gente en El Cap. Siempre hay escaladores descansando o durmiendo, porque subirlo les toma tres o cuatro días. No fue raro cruzármelo, lo raro fue que estuviera vestido de unicornio. Pero te encontrás de todo, aves, ratones, insectos…
–¿Subiste antes a organizar el terreno?
–Sí. Varios días antes fui a sacar piedras sueltas y a dejar comida y agua para tener en la ruta, y los zapatos que iba a necesitar para caminar en la cima. Una de las ventajas de haberlo hecho con un equipo de filmación es que me ayudaron con algunos de esos aspectos logísticos.
Hace algunos años Alex Honnold accedió a que examinaran su cerebro y lo comparasen con el de otro escalador profesional de su misma edad sometido a los mismos estímulos: encontraron una diferencia notable en la actividad de la amígdala, núcleo de neuronas donde estarían las bases neurobiológicas del miedo y la preocupación. La suya prácticamente no se activa.
–Vos mismo accediste a que te estudiaran, ¿tenías una intriga personal?
–Por lo general estoy bastante cómodo con cómo soy y cómo me siento. Y esto es así más allá de lo que vayan a descubrir. El tema era que pudiera tener algún problema, que estuviera loco o que le faltara algo a mi cerebro. Pero no estaba muy preocupado por ello, solamente sentía curiosidad. Ahora tengo algunas respuestas básicas. Lo más importante que encontraron es que está todo ahí adentro y funciona.
Tiene varios huesos rotos; es vegetariano y no consume alcohol ni café; vive la mayor parte del año en una furgoneta, para llegar pronto a la montaña cuando amanece con condiciones climáticas óptimas, y destina un tercio de sus ingresos a la Fundación Honnold, de ayuda a las comunidades del tercer mundo que se fue cruzando en sus viajes. En la Argentina estuvo tres veces. Hace cinco años hizo un ascenso épico a los siete picos que conforman el skyline del monte Fitz Roy. Le llevó cinco días y lo recuerda como una de las experiencias más difíciles que le tocó vivir: "Pasé por El Calafate y estuve unos tres días en El Chaltén. Luego comenzamos a subir. Fue duro, porque soy menos hábil en esos terrenos. Fuimos a la aventura, el tiempo era muy extremo y muy cambiante, y dormimos varias noches sobre la nieve, literalmente".
En sus vacaciones, lleva a su madre de escalada. A los 57 años, Dierdre Wolownick Honnold le preguntó a su hijo si podía acompañarlo a la montaña. Quería entender qué es lo que hacía Alex cuando se iba por ahí… Fueron a Yosemite y la experiencia le encantó, al punto de que comenzó a entrenar y con 66 años consiguió su propio récord: es la mujer más longeva del mundo en coronar el mítico Half Dome, un gigante de 1440 metros, vecino de El Capitán. Por lo general, Dierdre no se entera de los ascensos más peligrosos de su hijo hasta que estos no están acabados. "Sería más duro para él si supiera que yo lo sé de antemano. Su mente tiene que estar clara. Nadie salvo él puede evaluar el riesgo de una escalada", dice.
Su novia, la coach Sanni McCandless, también empezó a escalar. Se conocieron justo cuando Honnold se concentraba en la preparación de su mítico solo integral. La relación es uno de los ejes sobre los que gira el premiado documental, porque por primera vez se lo ve preocupado por la angustia que sus desafíos pueden provocar en los demás. Contra todo pronóstico, Sanni sigue firme en su vida.
–Tengo una fantasía para vos: tenés un hijo y dejás de jugarte la vida en cada ascenso…
–Empiezo a sentirme más cómodo sin asumir tantos riesgos. Cuando hice el film me encontraba en una situación especial: llevaba muchos años soñando con El Capitán y muy poco tiempo con Sanni. Aunque surgían estas conversaciones sobre el riesgo y cómo administrarlo, elegí al Cap antes que a ella. En el futuro esa proporción será diferente: ya logré mi sueño y nosotros tenemos una relación mucho más sólida. Ya comencé a hacerme preguntas. Dejar de arriesgarme… Sí, es una decisión que debo terminar de tomar en algún momento.