Airbnb y la revolución del colchón ajeno
Joe Gebbia, su creador, dice que para ser emprendedor hay que tener “un optimismo irracional”. Su plataforma de alquileres temporarios cambió para siempre la manera de viajar y lo convirtió en uno de los jóvenes más ricos del mundo
A las seis, como cada mañana, Joe Gebbia practica Jiu Jitsu. A esa hora el cofundador de Airbnb ya se encuentra en estado de alerta. “No hay mejor manera de empezar el día que luchando contra alguien que intenta asfixiarte. Los emprendedores deben buscar sentirse cómodos en lo incómodo”, dice el diseñador de 35 años, nacido al sur de los Estados Unidos, en Atlanta, Georgia. El creador de la plataforma online de alquileres temporarios que revolucionó la manera en que la gente viaja y se conecta asegura que, después de eso, nada en su agenda le resulta estresante.
Los ojos claros de Joe apuntan directo al interlocutor. Como cuando responde que sí, que escuchó hablar de la serie Silicon Valley, pero no tuvo tiempo para verla. Quizás de esa manera, sin distracciones, se construye un imperio valuado en 30 mil millones de dólares. Sus ganas de hacer algo grande en la vida despertaron de chico. Mientras iba al secundario, trabajaba como ball boy en la NBA. Lo hizo durante tres temporadas en los años 90. En el banco, en los vestuarios, un adolescente Joe estaba rodeado por los mejores jugadores de básquet del mundo. Había algo admirable en la manera en que los atletas buscaban la excelencia, en cómo cuidaban su nutrición, sus cuerpos y cómo entrenaban. Tal grado de dedicación dejó una fuerte impresión en su mente inquieta. Después de esa experiencia, pensó cómo podía ser el equivalente de la NBA en lo que sea que hiciera. “Tenemos mucha suerte de que Airbnb juegue en las primeras ligas”, dice Joe sentado en una de las modernas oficinas de Airbnb, en Palermo, en su primera vez al país; llegó para participar del encuentro Young Global Leaders. Joe figura en el cuarto lugar en la lista de la revista Forbes de los emprendedores estadounidenses más ricos menores de 40 años; el primer puesto es de Mark Zuckerberg, creador de Facebook.
¿Cómo fue tu educación? ¿De chico eras tan creativo?
Mis padres me apoyaban en todo lo que quería hacer: deportes, música y arte. Crearon un entorno en el que podía dedicarme a lo que me apasionara. Ellos también eran emprendedores. De chico siempre estaba dibujando. Mi primera aventura fue en tercer grado del colegio. Comencé a vender mis dibujos de las Tortugas ninja a mis compañeros de clase. Costaban un dólar o dos, de acuerdo al tamaño. Me fue tan bien que las maestras me pidieron que lo dejara de hacer porque los chicos no compraban el almuerzo para pagar mis dibujos. Creo que la escuela no estaba lista para apoyar a un emprendedor en tercer grado (risas).
¿A quién admirabas entonces? ¿Tenías un héroe?
Me gustaban los artistas que sacudían el mundo con lo que producían y dejaban una marca: Picasso, Manet, Georges Braque...
¿Cómo fue la primera vez que recibiste a un extraño en tu casa?
Nunca lo voy a olvidar. Fue después de recibirme en la escuela de diseño de Rhode Island. Estaba vendiendo algunas de mis cosas antes de mudarme a San Francisco. Era ya tarde y viene un tipo en un auto rojo y me compra una de mis obras. Empezamos a hablar y me cuenta que está por entrar al Cuerpo de Paz. Entonces, se me ocurre que seguramente no conoce a nadie en Providence [capital de Rhode Island]. Comienza a hacerse tarde y cometo el error de preguntarle si tiene algún lugar para dormir. “No”, me responde, no tiene nada en mente. Eran las once de la noche, los hoteles ya estaban cerrados. No sabía qué hacer. Acababa de conocerlo. Me había dicho que iba a entrar al Cuerpo de Paz, pero quizás era mentira. Sin pensarlo, las palabras salieron de mi boca: “Podés quedarte en un colchón inflable en mi living”. Le dije buenas noches y, cuando me acosté en la cama, no me podía dormir. ¿Y si es un loco?, pensaba. Así que me arrastré hasta la puerta de mi cuarto y cerré con llave. Al otro día me desperté y resultó no ser un psicópata. Hoy seguimos en contacto; somos amigos. Es un maestro en Chicago y tiene colgada en su clase la obra que me compró. Fue la primera experiencia. Eventualmente se convirtió en algo natural: alojar a un extraño. Y dejar de pensarlo como equivalente a un peligro. [De aquella experiencia del colchón surgió el nombre de la empresa, combinación de Airbed and Breakfast].
Airbnb nació oficialmente en tu departamento, en 2007. ¿Cómo fue ese comienzo?
Estamos en San Francisco. Mi compañero de cuarto y yo renunciamos a nuestros trabajos para convertirnos en emprendedores. Nos llega una carta del dueño del departamento que nos informa que subirá el alquiler un 25 por ciento. No teníamos cómo pagar eso. Estoy sentado en el living, con la mirada perdida sobre mi laptop abierta. De pronto, leo sobre una conferencia de diseño que se hará en breve en San Francisco. Es tan pero tan importante que todos los hoteles están llenos. No hay un sólo lugar para hospedarse. Levanto la vista y veo el espacio disponible en mi living: ¿qué pasa si hospedamos a diseñadores en nuestra casa? Podemos resolverles el problema y nosotros juntar la plata que necesitamos para pagar el alquiler. Saco el colchón inflable del placard, llamo a mi compañero, Brian (Chesky, el cofundador de Airbnb) y le parece genial. Después, decidimos darles más que un lugar para dormir. Los pasamos a buscar por el aeropuerto, les ofrecimos un mapa de San Francisco y les preparamos el desayuno. Así nació la idea Airbnb. Los tres primeros huéspedes rompieron con nuestro prejuicio de quién estaría dispuesto a dormir en lo de un extraño. Eran todos mayores de treinta años, una mujer soltera de Boston y un hombre de 45 años, padre de cinco hijos, de Utah. La pasamos genial. Los llevamos a fiestas en casas de amigos, a mi lugar preferido para comer burritos. Experimentaron la ciudad como la vive un local. Y nosotros pudimos resolver nuestro problema económico. Cuando se fueron y se cerró la puerta, miré a Brian y le dije: ¿nos acaban de pagar por hacer nuevos amigos?
Hubo un tiempo, en los primeros días de la compañía, en que los inversores les decían que estaban locos y los huéspedes estaban enojados. Airbnb tuvo cinco lanzamientos hasta despegar. ¿Qué recordás de aquellos tiempos?
Tenés una idea y querés lanzarla al mundo. Lo probás en tu casa una vez y, como funciona, confiás en que todo el mundo se va a enamorar de tu idea como vos. Eso es lo que necesita un emprendedor: un optimismo irracional. Alguien que quiera traer algo nuevo al mundo necesita eso. Cuando nos presentaron a los veinte inversores más importantes de Silicon Valley, los hombres que hicieron posible Paypal, YouTube y Google, diez de ellos nos contestaron por mail, cinco aceptaron tomar un café y ninguno invirtió en Airbnb. Fue un golpe tremendo. Aprendí que el rechazo tiene que ser sólo una invitación a continuar trabajando.
¿Alguna vez pensaste en rendirte?
Cuando dudábamos, volvíamos a esa primera experiencia en nuestro departamento y recordábamos la magia de lo que vivimos. Si la gente experimentara eso, lo querría al igual que nosotros.
¿Cómo manejaste el estrés en esa etapa?
Cualquier emprendedor o diseñador que trata de darle vida a una idea tiene que darlo todo. A mí me demandó más que cualquier otra cosa en la vida. Es muy importante cuidarte en el proceso. Cuando recién empezás, es difícil porque dejás toda tu energía. Tu foco está puesto ahí. Hay que nutrirlo a cada momento, depende enteramente de vos. No dormís, sentís mucha ansiedad, te cuesta comer. Por lo que me cuentan mis amigos, es como criar a un hijo. Después de un tiempo empecé a tomar control de mi agenda, a darle importancia a mi salud. Si miro hacia atrás, me hubiera gustado darme cuenta de esto antes. Ahora hago cosas como meditación y Jiu Jitsu, que me mantiene en forma y es bueno para descargar el estrés.
“Hacé algo que te apasione”, dijo Jeff Bezos. “Es tan difícil que una persona racional se rendiría”, dijo Steve Jobs. ¿La pasión es clave para alcanzar el éxito?
Cuanto más ponés de vos en algo, más sacarás de ello. Todos los grandes artistas eran personas apasionadas. La gente que puede soportar el dolor puede lograrlo. En ese momento, hay que preguntarse por qué tu idea tiene que existir, a quién realmente va a ayudar, teniendo en cuenta el sacrificio que estás haciendo. Si no sabés la respuesta, probablemente vas a abandonar tu idea.
¿Qué te inspira?
La música. Después de un largo día de trabajo en Airbnb, llego a casa, saco a pasear a mi perro, vuelvo y me siento a tocar el piano. Hay músicos, como Beck, que me inspiran. Es como un emprendedor del sonido. Siempre en la búsqueda de la originalidad. O Thelonious Monk. Me inspiran los que contribuyen generando algo nuevo para el mundo.
En todo este tiempo en Airbnb, ¿qué aprendiste acerca de la manera en que la gente piensa y vive al viajar?
Según una estadística, si le preguntás a la gente qué haría si tuviera toda la plata del mundo, la mayoría responde: quiero viajar. Es una cualidad humana querer explorar lo desconocido. Está adentro de todos nosotros. Somos capaces de hacerlo más accesible para todos y de una manera más auténtica. Porque de eso se trata viajar: entender la cultura y la mentalidad de la gente del lugar. En su forma más elevada, es descubrirte a vos mismo. Al ponerte en un contexto diferente podés expandirte y repensar quién sos y tu relación con el mundo.
¿Por qué generar confianza fue tan importante para el crecimiento de la compañía?
La razón por la cual los inversores en un principio nos dieron la espalda fue porque pensaban que un desconocido era igual a un peligro. Ningún inversor quería invertir en una empresa que permitiera que desconocidos durmieran en casas ajenas. Así que nos decidimos a diseñar la confianza. En este caso teníamos que crear un nexo entre dos personas que nunca se vieron en sus vidas para que se sintieran cómodas y aceptaran. Luego de un proceso de prueba y error diseñamos un mecanismo para generar esa confianza.
¿Cuántas personas dormirán hoy en lo de un desconocido o recibirán a un extraño en su casa gracias a Airbnb?
Esta noche, alrededor de un millón de personas..
¿Hay algún país que se destaque por su hospitalidad?
Una de las cosas que aprendí es que la hospitalidad es universal. Cada cultura tiene diferentes códigos de ética. Por ejemplo, la antigua Grecia tenía una diosa de la hospitalidad. Ella les ordenaba a los ciudadanos que si alguien tocaba a la puerta estaban obligados a darle comida y un lugar para dormir. Sólo después podían preguntarle quién era y por qué estaba viajando. A lo largo de toda la historia de la humanidad hay códigos de ética que enseñan cómo comportarnos el uno con el otro. Y eso lo vemos cada vez que alguien se aloja en la casa de un anfitrión.
¿Cuál es contribución de Airbnb para la sociedad?
En primer lugar, hace que viajar sea más accesible para más gente. Impulsamos a las personas a ser emprendedoras, al convertirse ellos mismos en anfitriones desde nuestra plataforma y tener su propio negocio. Seremos exitosos en la medida en que logremos que mejore el entendimiento entre las personas a partir de compartir lo más íntimo: el hogar. Si nos alejamos de fronteras, de los estereotipos y acercamos a las personas cara a cara, todo será mucho más fácil.
¿En qué estás trabajando ahora?
Dirijo un estudio de diseño e innovación dentro de Airbnb que se llama Samara. Uno de los equipos está focalizado en ver cómo podemos utilizar los hilos y las conexiones que se lograron con fines humanitarios. Uno de los grandes problemas es el de los desplazados. Queremos reforzar el sentido de comunidad global y ofrecer hospitalidad a esas 65 millones de personas.
¿Cuáles serían tus tips para una buena experiencia Airbnb?
Completá y tené actualizado tu perfil. Mostrá algo de vos, algo que demuestre quién sos y en qué creés. Y reservá con tiempo.
La primera vez, Joe le ofreció a su huésped un colchón inflable. Actualmente, uno puede elegir entre distintos tipos de espacios: desde un departamento a una isla privada, desde un cuarto a un castillo. Alguien salvó su hogar de un embargo alquilando la casita del árbol que ya no usaban sus hijos.
En 2016, en la Argentina 582 mil personas utilizaron el sitio antes de armar las valijas y lo mismo hicieron 257 mil huéspedes que se alojaron en nuestro país. La start up fundada por Joe, junto a Brian Chesky y Nathan Blecharczyk, en un departamento de San Francisco, terminó expandiéndose a 65 mil ciudades de 191 países, creando una nueva economía para miles de personas alrededor del mundo. A Joe le dijeron alguna vez que Airbnb era una idea rara, loca y que nunca iba a funcionar.