Ahorro y despilfarro: dos anécdotas de mi padre que tengo siempre presentes
Los seres humanos manejamos el dinero de la misma manera en la que manejamos los afectos
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En esta nota quisiera compartir dos anécdotas que mi papá siempre me relataba con respecto del dinero. Pero antes, me gustaría señalar dos simbolismos que el dinero suele tener en el imaginario de las personas:
- Más dinero es igual a más poder. Cuanto más acumulo, más capacidad tengo para adquirir objetos, bienes, cariño, etc.
- Valgo por lo que tengo. Se maneja el dinero de la misma manera en la que se manejan los afectos.
El ahorrador compulsivo es una persona que teme aquello que podría llegar a suceder en el futuro; entonces, acumula obsesivamente. Es decir que “retiene” y controla, por miedo al mañana. El derrochador despilfarra dinero y afectos. Busca cariño siendo el que siempre paga y también derrocha afectos. Resumiendo, el avaro es avaro de afectos; mientras que el derrochador es derrochador de afectos.
Por otro lado, el derrochador también tiene mucho miedo y mucha ansiedad. Es el que expresa: “Hay que disfrutar, así que dinero que llega a mis manos, lo gasto”. O: “Me quema la plata en la mano, yo quiero disfrutar mi vida”. Es una persona que teme no vivir intensamente. Entonces, disfruta solamente el ahora. Cree, consciente o inconscientemente, que tiene que aprovechar todo porque la vida es muy breve.
Los seres humanos manejamos el dinero de la misma manera en la que manejamos los afectos.
Ahora sí, estas son las dos anécdotas que escuché de boca de mi papá…
La primera cuenta que, un día, Diógenes, el filósofo griego, estaba comiendo un plato de lentejas, sentado en el umbral de una casa cualquiera. No había ningún alimento en toda Atenas más barato que el guiso de lentejas.
Un ministro del emperador pasó por allí y le dijo: “¡Ay, Diógenes! Si aprendieras a ser más sumiso y a adular un poco más al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas”. Diógenes dejó de comer, levantó la vista y, mirando intensamente a su acaudalado interlocutor, respondió: “Ay de ti, hermano. Si aprendieras a comer un poco de lentejas, no tendrías que adular tanto al emperador”.
Mi papá, que era griego y hoy está con Dios, siempre me repetía esta historia que quedó grabada en mi corazón. Lo importante no es el dinero, no es ni el “hacer, ni el “tener”, ni el “saber”, sino el “ser”. Es quién soy yo y si disfruto de libertad interior. Por supuesto que muchas otras cosas son importantes, pues siempre es bueno crecer, avanzar y progresar; pero, si aprendiéramos a disfrutar de las “lentejas”, no necesitaríamos adular absolutamente a nadie.
La segunda anécdota era acerca de la muerte de Alejandro Magno, el gran joven conquistador del mundo. Él pidió que, cuando muriese, lo enterraran con las siguientes tres características:
- En primer lugar, quería que arrojaran por el camino todos los tesoros que había adquirido, para demostrar que las posesiones no son nada frente a la muerte.
- En segundo lugar, que fueran los médicos quienes lo cargaran, para demostrar que ni aun la sabiduría era capaz de hacer algo ante la muerte.
- Y, en tercer lugar, que fuera enterrado con las palmas de sus manos hacia arriba, para demostrar que llegamos a este mundo sin nada y partimos con las manos vacías.
Todavía guardo en mi memoria estas dos hermosas anécdotas que mi padre me compartía. Se las he transmitido a mis hijas, y hoy se las comparto también a los lectores. Espero les sean de utilidad.
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