Abraham: "Si hubo progresos durante el gobierno de Macri, nadie se enteró"
Filósofo y pensador, Tomás Abraham analiza con crudeza el ocaso del gobierno de Cambiemos y observa con escepticismo el futuro cuando asuma la nueva administración. Acaba de publicar el libro La máscara de Foucault, editado por Paidós, y terminó un curso de 12 clases magistrales en la Biblioteca Nacional, que han sido filmadas y pueden verse en YouTube. Aquí responde al Cuestionario Sehinkman .
–Viviste en países diversos como Japón y Francia, trabajaste en la fábrica textil de tu familia, desde donde fuiste testigo de acontecimientos muy intensos de nuestro país: la violencia de los 70, Martínez de Hoz y los distintos ciclos económicos... ¿Cómo definirías este momento de Argentina y, en lo personal, con qué estado de ánimo te encuentra?
–La historia no se repite. Hay historia porque hay novedad. Si no fuera así, viviríamos en "siempre lo mismo", que es propio de los tiempos míticos. Por lo que si gana la fórmula del kirchnerismo, lo que vendrá no será lo que ya fue. Comienza un nuevo ciclo. Nadie sabe qué es lo que nos espera, ni los mismos protagonistas lo saben. Lo que avizoro son tiempos de conflicto, no tanto entre oficialismo y oposición, como en el interior mismo de un futuro elenco gubernamental. El país no solo no ha solucionado los problemas de 2015, sino que les ha agregado otros nuevos, por lo que la situación es más crítica aún que en los comienzos del gobierno de Cambiemos. Y si en ese entonces se planteaba un ajuste para equilibrar al fisco y a los precios relativos, en este momento no veo cómo una nueva política puede programar una economía expansiva y fortalecer el mercado interno, sin divisas ni crédito. Habrá nuevas y persistentes demandas de parte de distintos sectores de la sociedad, y un gobierno sin recursos para satisfacerlas. Creo que el gobierno saliente volverá, si la suerte lo acompaña en la Ciudad de Buenos Aires, a ser un partido distrital sin haber conseguido presencia nacional, y habiendo dejado una huella fugaz de su paso, sin poder mostrar algo positivo de su gestión. Si hubo progresos durante el gobierno de Macri, nadie se enteró, ya que toda la comunicación giraba alrededor de los temas financieros, y con una intensa actividad informativa desde Comodoro Py, que termina en una gran confusión. Nada supimos de avances en el tema de la educación, ni en el de la salud, ni en el de las viviendas, pero mucho de Lebacs y Leliq.
–En 2015 publicaste una novela, La dificultad, donde se describe lo que pudo haber operado para el protagonista como imposibilidad, en aquel caso la tartamudez, la dificultad para "hacerse entender". En la imaginaria novela de Cambiemos, ¿cuál creés que fue su imposibilidad? ¿En qué no pudo hacerse entender?
–No creo que no hayan podido hacer entender lo que nunca supieron decir, ni siquiera pensar. Lo que no resulta claro es qué hicieron además de permitir un aumento sideral de los servicios de un modo indiscriminado, de endeudarse sin límite y de entregarle las llaves del reino a la señora Lagarde. Podrá mostrar índices de mejora en la cantidad de pasajeros aéreos u otras cuestiones similares, pero no mucho más. Pero por sobre todo, creo que la mayoría, si entendió lo que decía Mauricio Macri cada vez que se dirigía a la gente, entendió que el presidente poco entendía, lamentablemente, de los problemas del país.
–¿Cuánta fortaleza atribuís al espacio Cambiemos para sobrevivir a la adversidad?
–En Cambiemos conviven los educados en las diversas formas del paradigma marketinero y financiero, ramificaciones de un radicalismo de provincia que probablemente abandonará el espacio, y un conjunto de intelectuales que han depositado en el PRO un espíritu republicano del que el macrismo siempre ha ignorado casi todo porque le es totalmente ajeno. Creo que lo que quedará es la gestión de Larreta, acompañado por Vidal –debilitada, quizás– y algunos funcionarios que pasarán de la nación a la ciudad, aunque creo que la mayoría optará por retornar a la actividad privada.
–Hablemos de las razones de la derrota de las PASO. Además de la economía, ¿hubo algo de la propuesta del cambio cultural que impulsó Cambiemos –sobre todo PRO– que no fue bien explicado o bien comprendido?
–Hubo quienes creyeron que a los argentinos se los podía convertir en un pueblo racional, entusiasta, disciplinado, despojado de una historia de populismo nefasto. Creyeron que eran lo nuevo, y el resto todo viejo. Pero envejecieron prematuramente, y su novedad ni siquiera alcanzó lo realizado por el menemismo.
–¿Qué expectativa puede generar un eventual gobierno de Alberto Fernández en el empresario textil que fuiste?
–Reitero que no he sido empresario, sino que trabajé en la empresa de mi padre para poder tener una familia propia y costearme los estudios durante los doce años en que no tuve actividad académica después de mi regreso de Europa y Asia.
–No sé si el gobierno va a ser de Alberto Fernández, de Cristina Kirchner o de quién. Habrá un nuevo panorama político indecidido en el que diversas fracciones se disputarán la hegemonía. Y, supongo, ojalá que me equivoque, que la situación económica habrá de ser crítica.
–Venís de una familia donde había un padre empresario poderoso, ganador –todo esto dicho por vos–, donde no había muchas posibilidades de disentir o discutir. Entonces, en tu adolescencia aparece Sócrates. Dijiste: "En mi casa nadie discutía nada. Había un mandato del jefe: las cosas son como son y no de otro modo. Sócrates me enseñó que podía hacer otra cosa además de obedecer". Las rebeldías van cambiando a lo largo de la vida. ¿Frente a qué sos rebelde en los últimos tiempos?
–No soporto que me hagan callar. Ni a través de la censura ni a través de sus sucedáneos como las grandes mayorías que opinan lo mismo, la presión para decir una cosa y no la otra, por los bocones que te amenazan por lo que pensás, por las infinitas variantes de lo políticamente correcto, y por los que usan los sentimientos compasivos hacia nuevas y multiplicadas víctimas para hacerte callar y autorizarse a sí mismos.