Oscar Etchart tenía 21 años cuando de casualidad pasaba por la zona donde cayó el capocómico desde un balcón del piso 11 del edificio Maral 39, en Mar del Plata
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Son 28 imágenes. Las más descarnadas de una tragedia que conmocionó a la sociedad. El cuerpo de Alberto Olmedo yace inerte sobre el pavimento con el torso desnudo y el jean rasgado tras la abrupta caída de 30 metros al vacío. Su rostro, ligeramente inclinado hacia un costado, tiene los ojos entreabiertos y la mirada fija en la nada. Sobre él, su pareja Nancy Herrera, envuelta en una crisis de nervios, llora desconsoladamente agarrándose con una mano su cabeza. El testigo involuntario de esa escena fatídica fue Oscar Etchart, un joven de 21 años que con su cámara, que siempre llevaba en su mochila, logró inmortalizar como nadie el aberrante final del capocómico. “De casualidad no me cayó encima. Si yo pasaba dos minutos antes por el lugar me caía encima”, reflexiona en una entrevista para LA NACION, 34 años después.
El 5 de marzo de 1988 el país se ensombreció con la noticia. El fatal accidente del “negro”, quien conquistó a varias generaciones con sus películas y sketchs televisivos, y que aún conserva el récord histórico de ventas de entradas en una temporada de verano, fue sorpresiva y coronó un verano trágico. Un par de semanas atrás, el día de los enamorados, en la misma ciudad balnearia, el exboxeador Carlos Monzón había asesinado a su esposa Alicia Muñiz luego de golpearla, estrangularla y arrojarla por el balcón del primer piso de un chalet del barrio La Florida, alquilado por su amigo Adrián “Facha” Martel que acompañaba esa temporada a Olmedo en la obra “Éramos tan pobres”, en el Teatro Tronador, dirigida por Hugo Sofovich. También integraban aquel elenco Susana Romero, Beatriz Salomón y Javier Portales, entre otros.
¿Qué sucedió la madrugada del 5 de marzo?
Muchos decían que la relación entre Olmedo y Herrera era “traída de los pelos” y sus desencuentros eran de público conocimiento. El año anterior, también en La Feliz, la modelo y actriz había sido fotografiada junto a Jorge “Cacho” Fontana en su auto, dirigiéndose a un hotel alojamiento. La imagen de su esposa y su amigo rumbo a un albergue transitorio confirmó las sospechas que tenía el cómico desde hacía un tiempo y resultó un golpe demoledor.
“Olmedo tenía los ojos llenos de lágrimas. Se le doblaban las rodillas. Lo de Nancy con Fontana le había hecho mucho mal. Lo hizo sufrir mucho, mucho. Estábamos por entrar a escena. Me miró y me dijo: “Beatriz, ¡no puedo más! ¡no puedo más!... Voy a acabar con todo esto. Esto no es vida. ¡Me voy a matar!”, supo decir Beatriz Salomón a la revista GENTE.
Al verano siguiente, tras idas y venidas, en las que a Olmedo se le atribuyeron otros romances, ambos decidieron apostar por la continuidad de la relación. En la madrugada del 5 de marzo, después de la función teatral, mientras el cómico cenaba cochinillo en el restaurante Munich Hamburgo, un llamado telefónico lo impulsó a abandonar la cena y a sus compañeros de elenco. Herrera había llegado a Mar del Plata. El “negro” se subió a su auto y condujo hasta el Maral 39, ubicado en el boulevard Patricio Peralta Ramos. En el piso 11 lo esperaba Herrera.
“Me abrazó fuerte y me dijo: ‘No te dejo ir más, Negra. Yo ahora puedo tener todo lo que quiero en la vida. Todo. Cualquier cosa. Pero me falta el amor. Y el amor sos vos’”, relató Herrera en una entrevista a la revista GENTE.
Según Herrera, la única testigo de las últimas horas de Olmedo, aquella noche hablaron sobre la detención de Monzón, que tenía preocupado a Olmedo y la incómoda imagen de ella con Cacho Fontana. “Ya no me duele tanto ese tema”, le habría dicho el cómico y bebieron tres botellas de champagne para festejar el reencuentro. Aunque la actriz negó el consumo de otras sustancias, mucho se especuló con una “bolsita rosada” que apareció luego en la escena junto al cuerpo del cómico.
Antes de que se cumpliera un mes de la tragedia, Nancy contó que Olmedo estaba “eufórico esa noche” y “feliz” y que ella intentó salvarlo, pero no pudo. “Hice lo que pude. Pero en un momento él soltó las manos y me miró fijo. Cayó con los brazos abiertos. En cruz, mirándome. Como diciéndome: ‘Negra, no llores, ya no hay nada que hacer’. No gritó. Nada”. Décadas más tarde, en una entrevista televisiva Herrera profundizó: “Es mentira que le tenía miedo a las alturas. Yo estaba agarrando mi copa de la mesita ratona y lo veo haciendo caballito en la baranda del balcón. De la nada, estaba jodiendo porque él era así, jodón. Olmedo murió por pelotudo. Yo corrí y me subí a unas macetas para ayudarlo, pero había llovido mucho, estaba resbaladizo...”.
—Agarrame la pierna… Agarrame la pierna…
—Ay, no puedo, papi.
—Sí que podés, agarrame la pierna.
Fueron las palabras que alertaron a los vecinos que irrumpieron en el departamento y lograron sostener a Herrera salvándole la vida, reconocería ella más tarde en una entrevista. Pero para Olmedo ya era tarde, había caído al vacío.
Las instantáneas del recuerdo
A pocos metros, Oscar Etchart, oriundo de Mar de Plata, se dirigía a la casa de su amigo Ariel para ir a acampar. El joven, que hacía poco había renunciado a su empleo en un local de ropa, incursionaba en el arte de la fotografía y por eso llevaba siempre consigo su cámara Pentac MF 70200. Había empezado a ganar algunos pesos fotografiando a los artistas a la salida del Teatro Tronador y a las chicas en la peatonal. “Estaba conociendo la máquina porque en ese tiempo, no era como ahora que haces un curso y a la semana estás trabajando. Antes era de rollo y hasta que no ibas al laboratorio no sabías que habías sacado. Y ese día me quedaban 28 fotos en el rollo”.
Había pasado por el Maral 39 apenas unos minutos antes, pero los gritos desgarradores de una mujer llamaron su atención y lo obligaron a volver sobre sus pasos. Más tarde, todo lo que el joven observó -el primer fotógrafo en llegar- fue el contenido exclusivo de la revista GENTE publicada tres días después. “Fue un momento bisagra en mi carrera, desde ese momento empecé a vivir de la fotografía”, reflexiona.
-¿Qué recordás de aquella mañana trágica?
-A las 7.45, iba caminando por la vereda de la avenida, pasé por el lugar porque iba justo a la esquina a Gascón y la costa, para buscar al sobrino de un exjefe que era mi amigo, Ariel, para ir a acampar al camping El Faro cuando escuché los gritos de una mujer que venían desde arriba. Dejé la mochila y agarré la cámara. Era Nancy Herrera desde el balcón, aunque yo no sabía en ese momento que era ella. Fui el primer fotógrafo en llegar al lugar antes de que llegara la policía, el resto de las fotos que circularon de Olmedo se tomaron cuando el policía levantó la sábana.
-¿Qué gritaba?
-No me acuerdo, era ininteligible. Por un momento, pensé que esa mujer se iba a tirar desde el balcón...Y entonces, lo vi.
-¿Era Alberto Olmedo?
-Había un taxi estacionado y cuando lo paso veo un bulto tirado en el piso y me acerqué. Lo reconocí enseguida. Me quedé inmovilizado, porque Olmedo era lo más destacado en el mundo del espectáculo. Prendías la televisión y él estaba ahí. Justo el día antes lo había visto, le había sacado una foto con una chica. Dos chicos, que estaban haciendo footing en la costa, intentaron hacerle los primeros auxilios.
-¿Tenía signos vitales?
-No, no. Él murió en el acto. Todo ese rumor que hubo de que se lo escuchaba respirar no fueron ciertos. Lo que se oyó fueron los ruidos la circulación de su sangre, de sus órganos. Después, me enteré de que su pierna derecha, que es sobre la que él cayó arrodillado, le perforó el corazón... su muerte fue instantánea.
Etchart no vaciló y empezó a apretar el gatillo. Luego de tomar las primeras fotos, la gente se empezó a amontonar. ”También llegó una ambulancia y vi cómo le aplicaban una inyección de adrenalina en el corazón y el electroshock”, dice. Enseguida, Nancy Herrera apareció en escena. “Esa fue una de las últimas fotos que llegué a sacar”, añade.
-¿Recordás lo que decía Herrera en ese momento?
-No, no lo recuerdo bien, pero era algo relacionado con el hijo. Como que ella se sentía mal por no haberle llegado a contar de su embarazo. Pero había tanta gente... era tan grande el revuelo.
-Mucho se habló del misterio de una bolsa rosada que aparece en unas imágenes y luego no se sabe más. Durante mucho tiempo se especuló que podría contener cocaína.
-Yo no puedo confirmarlo, pero él no cayó con la bolsa. ¿Una persona que no quiere suicidarse va a caer agarrado a una bolsa? Dudo que en semejante caída puedas mantener lo que tengas en la mano. Lo que uno va entretejiendo en este tiempo es que él sacó la bolsita del plafón del balcón -un diario sacó una foto del plafón sin terminar de atornillar- y se la entregó a Nancy y luego se cae. Para mí, entre todo el nerviosismo, Nancy no largó la bolsa y bajó con esta en la mano. Si mirás las fotos, en la de la tapa la bolsa está y en otras no. Yo no tengo la seguridad, pero creo que ella tenía la bolsa.
-¿Qué sucedió luego?
-Cuando terminé de sacar las fotos, la policía me secuestró la cámara, yo no sabía que no lo podían hacer. Minutos después, se había acercado al lugar el abogado de mi expatrón y me presentó a quien manejaba en ese entonces a los fotógrafos de la revista Gente: Adrián Van der Horst. Ahí le cuenta de las fotos que yo tenía en mi cámara, que me había secuestrado la policía. A media mañana, ellos llamaron a Jorge de Luján Gutiérrez, director de la revista, y fuimos con el abogado de mi expatrón a la comisaría segunda para ver si podíamos recuperar la cámara. Solo pudimos recuperar el rollo.
-Luego de recuperar el rollo de la comisaría, ¿qué hicieron?
-Nos fuimos al laboratorio en el que yo revelaba siempre mis fotos, en Rivadavia, entre Santa Fe y Santiago del Estero. Como el local estaba cerrado, tomamos un café en Barracuda. Van der Horst no quería dejarme solo por nada. Me acuerdo que en el bar dije de ir al baño y él me acompañó. Pienso que tendría miedo que arriba hubiese algún teléfono con el que yo me pudiera comunicar con alguien, con otro medio...
Cuando el laboratorio abrió, se puso fin al misterio. “Antes de entregar el rollo para revelarlo, el abogado pidió la exclusividad en el uso de la máquina para que no pusieran otro rollito que no sea el mío y se hicieran copias. Cuando finalmente vieron los negativos comenzó la negociación”, dice.
¿Cuánto dinero se pagó por las fotos?
-¿Cómo fue la arreglo económico?
-Fue en la casa de mi expatrón. El precio lo negociaron entre él, su abogado y los de Gente. Y yo me fui a acampar como tenía planeado. Creo que haber hecho eso estuvo bien, porque no tenía idea y hubiese agarrado cualquier cosa.
-¿Y te volviste millonario con la foto?
-[risas] No. Para nada, pero para mis 21 años era una suma importante. Arreglaron en 17.500 dólares que los cobré el lunes siguiente, porque ellos no pueden publicar una foto en la revista sin haberla pagado antes.
-¿Qué hiciste con el dinero?
-Lo disfruté. Después de pagar al abogado, con lo que me quedó me acuerdo que me podía comprar un auto cero kilómetro con licencia, un taxi. Pero elegí viajar y me fui seis meses a Brasil.
-A la distancia, ¿cómo evaluás lo que pasó en tu vida a partir ese momento?
-Para mí ese fue el comienzo de una vida nueva. A partir de ese momento se definió mi vocación y me aboqué completamente a la fotografía. Fue algo que no se va a volver a repetir y lo voy a llevar siempre conmigo. Todo lo que pasó en mi vida a partir de esa foto vale más que el dinero que recibí.
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