Un museo de aceite de oliva que sirve de guía para conocer la historia de San Juan
Instalado en lo que fue una fábrica, pasea al visitante por los sucesos relevantes de la provincia a través de la vida de don Julio Marún, un hombre que no solo se dedicó a la elaboración de este producto, sino que hizo docencia para las generaciones futuras
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Ubicado en el casco histórico de la ciudad de San Juan, el Museo Don Julio busca dar a conocer la historia de Julio Marún, uno de los pioneros olivícolas de nuestro país. Pero, casi sin proponérselo, esta institución también se convirtió en un memorial de los episodios más importantes que sucedieron en la capital de la provincia durante los últimos setenta años. Esto se debe a que la fábrica Tupelí fue fundada en 1949, sólo cinco años después de que se produjera el terremoto que azotó a la ciudad y que llevó a que tuviera que ser reconstruida.
“Mis abuelos eran libaneses que llegaron a la provincia de San Juan con la primera ola de inmigración. Mi padre se crio prácticamente con esta patria puertas adentro de su casa. De hecho, hasta hablaban en árabe cuando estaban allí. Esto era muy común entre los paisanos”, cuenta Raúl Marún, hijo de Don Julio, actualmente director del museo junto con su mujer, Patricia Aguilar, y su hija, Mariam.
“La familia de mi papá pertenecía a una clase media pudiente. Tenían su casa, una bodega y una finca. La verdad es que tenían un buen pasar”. Esto fue así hasta que, lamentablemente, el padre de Don Julio falleció por un problema de salud. “Como en las películas, apareció un primo hermano de mi abuelo que, en ese momento, tenía documentos y les sacó a mi abuela, a mi papá y a mis tíos todo lo que tenían. Y fue ahí, con doce años, cuando mi padre tuvo que empezar su vida de adulto”, continúa.
Tras este duro momento familiar, Don Julio comenzó a estudiar en la Escuela de Enología de San Juan, una de las primeras de la Argentina, ya que fue fundada en 1862 por Domingo Faustino Sarmiento. Con la energía de quien necesita ganarse el pan, este hombre hizo la carrera rápidamente y empezó a trabajar como profesor en dicha institución, enseñándoles a los alumnos cómo era el procedimiento para elaborar el aceite de oliva.
Su carrera dentro de la Escuela fue creciendo hasta que llegó a ser su director, cargo en el que permaneció por 35 años. “Él hizo que la institución fuera una de las mejores de América. Siempre fue muy audaz. Además, a partir de la década del setenta comenzó a hacer que los alumnos viajaran a Europa para capacitarse porque él decía que, si no lo hacían, nunca iban a ser los mejores. Eso hizo que también vinieran a formarse a San Juan chicos de México, Venezuela y Colombia. La escuela era realmente de punta y hasta la comparaban con las europeas. La única diferencia es que acá era gratis”, explica Marún.
En paralelo a su trabajo en la Escuela, a los 21 años, Don Julio comenzó a fabricar su propio aceite de oliva, y a los 26, creó Tupelí, su propia empresa. “En 1949, cuando fundó la fábrica, todas las piezas que se necesitaban para las máquinas eran importadas de Italia y había que ser millonario para poder traerlas. Entonces, mi papá, que era un seco crocante, fue muy hábil. Recurrió a los amigos que tenía del Rotary Club, porque dos de ellos tenían un taller que hacía arados de tractor”. Con gran ingenio, este hombre diseñó su propia maquinaria para elaborar el aceite de oliva. En la actualidad, dichos dispositivos pueden verse dentro del circuito museístico. “Uno de nuestros objetivos al inaugurar la exposición fue demostrar que cuando una persona tiene pasión por lo que hace, puede lograr lo que a veces parecería imposible. Mi papá es un ejemplo de historia positiva”, asegura.
El museo Don Julio fue inaugurado en 2006 tras casi diez años de investigación y trabajo en conjunto con museólogos, arquitectos e historiadores. “Quisimos hacer un museo de punta. De hecho, por mucho tiempo fue el único museo viviente de la Argentina porque teníamos la fábrica en funcionamiento dentro. Esto fue hasta 2013, momento en el que por una disposición que impedía que las fábricas estuvieran en el centro de la ciudad, la tuvimos que trasladar a Angaco, que está a 22 kilómetros”, explica Marún.
El recorrido del museo se divide en tres estaciones: la historia de Don Julio, la historia de San Juan, y el aceite de oliva. “La primera parada se hace en la que era la oficina de mi papá, que fue transformada en una cocina antigua. Allí mostramos el lugar donde él soñaba con tener su fábrica de aceite de oliva. Entonces, lo primero es contar la historia de Don Julio”, detalla.
Con ánimos de evidenciar el fuerte vínculo que existe entre la historia de la fábrica, que ya lleva abierta 72 años, y la de San Juan, en la segunda estación se habla sobre el terremoto que azotó a la provincia en 1944 y que cambió para siempre la vida de muchos sanjuaninos. “De la cocina pasamos a la calle del terremoto, donde hay dos frentes amplios de construcción como si se tratara de una edificación previa a 1944. Allí tenemos un muñeco que se llama Don Coco, que representa a un kioskero, junto a más de veinte mil fotos”. Con respecto a la elección de este personaje, Marún continúa: “Pusimos en valor a todos los Don Cocos anónimos. La gente no tiene idea de lo que fue el terremoto. Murieron muchas personas, hubo una gran cantidad de heridos y la desorganización fue muy grande. Luego del sismo, la gente se fue a vivir a donde pudo, armaron carpas, vivieron en los fondos de otras casas, como fue el caso de mi mamá. Se había roto la red social, vos te ibas a vivir a un lugar donde no conocías a nadie y nadie te conocía. Entonces, si vos buscabas a alguien, lo que hacías era ir preguntando barrio por barrio y era así que te encontrabas con un Don Coco, un tipo anónimo que te podía ayudar con alguna referencia para encontrar a tu familia. Ellos fueron los que, sin querer, reconstruyeron el lazo social. Hay gente que tardó más de veinte años en reencontrarse”.
Finalmente, en la tercera estación pueden observarse las máquinas antiguas con las que Don Julio comenzó su producción de aceite de oliva. Además, desde allí, puede verse la antigua fábrica y aprender cómo se fabrica este producto. “También hay un pequeño microcine donde pasamos películas de San Juan, de cómo se elabora el aceite de oliva y sobre la historia de mi padre”. Finalmente, el recorrido acaba con una degustación dirigida.
Dentro de las propuestas de visita, también existe una ideada especialmente para el público infantil en la que los chicos pueden disfrutar de juegos didácticos a través de los que aprenden el proceso de elaboración del aceite de oliva. “Nosotros tenemos dos olivos dentro de la propiedad donde les mostramos cómo es una aceituna verde y cómo es una madura. Cómo se ve la planta, etc.”, detalla Aguilar.
“Otra de las opciones es terminar la visita guiada con una picada gourmet y un vino sanjuanino. La gente se va fascinada por la experiencia gastronómica. Además, ofrecemos otra propuesta que incluye una degustación de chocolates”, agrega.
Si bien el objetivo principal del museo es contar la historia de Don Julio, sus directores también buscan sumar otras opciones que aporten innovación y que llamen la atención de un público más joven. Con esto en mente, en noviembre último inauguraron un restaurante dentro de la antigua fábrica llamado El Lagar. “Se va a comer entre las máquinas. El nombre se deriva de que ‘el lagar’ es el lugar donde se ubicaban las aceitunas cuando llegaban para la producción de aceite”, relata la directora del museo.
La propuesta gastronómica del mismo estará a cargo de Mariam, la hija de la pareja, quien se formó como chef y se especializó en alimentación saludable. De hecho, ella fue elegida como invitada para representar a San Juan cuando el programa Cocineros Argentinos fue a grabar a la provincia.
“La idea no es que sea un restaurante normal, sino, directamente, saludable. No es que los clientes van a venir y nos van a tener que preguntar si, por ejemplo, hay comida apta para celíacos. Directamente, se cocinará sin gluten”, explica Marún. Además, la familia sueña con abrir en el futuro cercano una vermutería italiana dentro de su predio.
Lejos de quedarse quieta, la pareja también se encuentra trabajando en el mejoramiento de los códigos QR para poder brindar una experiencia interactiva y digital para los visitantes del museo. “Ahora, también estamos inaugurando unos salones para reuniones empresariales. Se trata de dos salones grandes. También armamos un tercer espacio para llevar a cabo un show kitchen. Esto es algo que ya habíamos hecho algunos años, pero ahora lo relanzaremos con un canal de YouTube, porque nos interesa asesorar en materia gastronómica”.
El museo también cuenta con un almacén gourmet en el que se ofrecen, según sostiene Marún, productos que son “difíciles de conseguir en un supermercado”. Entre ellos, algunos quesos, jamones y aderezos. “Cuando venís a mi negocio, a lo mejor, te quedás una hora. Nos gusta asesorar a los clientes para que conozcan los productos que se llevan y que sepan cómo pueden cocinarlos”, reconoce.
Finalmente, Aguilar recuerda que, a lo largo de los años, varios famosos y personajes ilustres visitaron el museo pero que, uno de los que más los marcó, fue Luis Landriscina. “Una de las cosas que él nos dijo, y que a mí me quedó grabada, fue que la historia se tiene que preservar porque es un patrimonio intangible de la Argentina. Nos dijo que las historias como las de Don Julio eran motivadoras y ejemplos de vida, fuerza y creatividad”.
“En nuestro caso, es muy importante destacar que la historia de Tupelí sigue siendo contada por la familia porque, la mayoría de las veces, estas historias ya son contadas por otros. Es decir, la historia queda pero son empresas compradas las que la cuentan. En nuestro caso, es una tercera generación que sigue trabajando y que sigue contando la historia que le pertenece”.