Debbie Reynolds y el motivo por el que su hija la consideraba la Jennifer Aniston de su tiempo
"Eran la pareja del año, encarnaban el ideal americano, pertenecían a los fans que habían invertido toda su energía en aquella pareja increíblemente bella. Así que cuando todo se fue al diablo, la gente se sintió traicionada". Con estas palabras recordaba en sus memorias la fallecida Carrie Fisher el fin de la historia de amor entre sus padres, el cantante Eddie Fisher y la actriz Debbie Reynolds.
El matrimonio entre el conocido crooner y la intérprete de Cantando bajo la lluvia duró cuatro años –desde 1955 hasta 1959– tiempo suficiente para convertirse en la power couple del Hollywood dorado. Sin embargo, la idílica unión acabó en sonado escándalo cuando Fisher dejó a su esposa y a sus dos hijos pequeños, Todd y la propia Carrie, por Elizabeth Taylor. La ruptura causó gran revuelo en aquel momento y Debbie Reynolds se convirtió en la Jennifer Aniston de su tiempo (su propia hija, Carrie Fisher, la calificaba así en su monólogo Wishful Drinking). Una mujer a la que su esposo, al que llamaba "mi apuesto príncipe", abandonó por uno de los rostros más aclamados de la industria.
El principio del fin comenzó con una llamada de teléfono. Eddie estaba de gira y cuando Debbie llamó a la que era su mejor amiga, Elizabeth Taylor, fue su marido quien descolgó el teléfono de la habitación de hotel donde esta se alojaba. Elizabeth acababa de enviudar, después de que su esposo, Mike Todd, falleciera en un accidente aéreo. Los rumores acerca de una posible relación entre Fisher y ella ya llevaban tiempo en el aire, pero Debbie Reynolds nunca sospechó. A fin de cuentas, había sido la dama de honor en la boda de Taylor y Todd, y hasta se había encargado de peinar a su amiga antes de pasar por la iglesia. Pero después de aquella llamada no había duda. Fisher la estaba engañando con la famosa actriz y no era un simple affaire: quería el divorcio. La noticia conmocionó a los medios y a los fans y, aunque la nueva pareja llegó a pasar por el altar (Taylor se convirtió al judaísmo, religión que practicaba Fisher), su relación fue tan fugaz como había pronosticado Reynolds.
Siete años después de aquello, cuando ambas habían rehecho sus vidas (Taylor con Richard Burton y Reynolds con su segundo marido, el magnate del calzado Harry Karl) volvieron a coincidir en el crucero Queen Elizabeth. Fue a bordo del barco cuando se reconciliaron y recuperaron su amistad riendo a carcajadas. "No culpo a Elizabeth ahora. Pero en aquel momento fue un shock para mí", afirmó la actriz en el programa de Oprah, en 2011. Un par de años después confesó a The Sun: "No tenía nada que hacer contra ella. Yo era igual que Jennifer Aniston con Brad Pitt cuando él se enamoró de Angelina Jolie. Si Angelina quiere a alguien, entonces está hecho. Algunas mujeres tienen ese poder. ¿Qué posibilidades tenía yo contra Elizabeth, una mujer de gran experiencia, cuando no tenía ninguna en absoluto?", reflexionaba la actriz, minimizando los encantos por los que ha sido nombrada la mujer más bella del mundo en dos ocasiones además de ser un ejemplo de lucha contra la presión femenina que la prensa ejerce sobre las mujeres, Jennifer Aniston. Y concluía: "He tenido una carrera maravillosa, pero como muy mala suerte con los hombres".
Tal y como confesó en 2015, creía que la culpa de sus tres fracasos matrimoniales (su enlace con el millonario Harry Karl duró trece años y su matrimonio con Richard Hamlett, diez) la tenía el sexo. "Mis tres maridos me dejaron por otras mujeres así que, obviamente, no fui una mujer demasiado sexual. Mis esposos siempre decían que no era muy pasional", declaró la actriz. Su segundo marido, Harry Karl, dilapidó su fortuna en apuestas (7 millones de la propia Reynolds) y tenía problemas con el alcohol. Tras la ruptura, Reynolds volvió a casarse por tercera y última vez con Richard Hamlett, un inversor inmobiliario que solo la quería por el dinero, según explicó ella misma en sus memorias. Cuando se divorciaron en 1996, el acuerdo le costó a la actriz 8,9 millones de dólares y las deudas la obligaron a vender el casino de Las Vegas. Después de aquello nunca se le conoció otra relación sentimental.
A pesar de su encuentro en aquel crucero, la reconciliación total entre Reynolds y Taylor no llegaría hasta el nuevo siglo. En 2001, ambas protagonizaron la película televisiva These Old Broads, escrita por la propia Carrie Fisher y Elizabeth quiso invitarlas a comer. "Fue genial. Para entonces, ella y mi madre habían regresado a aquel momento de sus vidas en el que habían sido inseparables. Nos encontramos con bastante frecuencia después de eso. Pero fue cuando filmamos These Old Broads cuando ella se disculpó de verdad ante mi madre", rememoraba Fisher en sus memorias. Según confesó Reynolds a su hija, Taylor le había dicho que si quedaba alguna cuenta pendiente, esperaba que se solucionara. "Después de la conversación vi como mi madre salía del set con lágrimas en los ojos. Nunca quise ser actriz y mucho menos una celebridad. He crecido viendo cómo el brillante estrellato de mis padres poco a poco se atenuaba y se enfriaba hasta desvanecerse"
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