Desobediencia: El chileno Sebastián Lelio, un director que entiende las batallas femeninas
Hace casi un año que Desobediencia (Disobedience) tuvo su estreno mundial en el Festival de Toronto y se convirtió en uno de los títulos más convocantes y comentados de la gigantesca muestra canadiense, una de las grandes vidrieras globales del año cinematográfico. De lo que más se habló fue de la volcánica escena de sexo entre sus dos protagonistas, Rachel Weisz y Rachel McAdams , cuyos personajes forman parte de una comunidad judía ortodoxa de Londres. Es un momento clave de la película, tan bello como perturbador, que no tendría relevancia alguna si lo vemos de manera aislada, con prescindencia del entorno que lo envuelve o esa módica curiosidad que surge de alguna circunstancia considerada tabú.
Lo más interesante de la historia de amor lésbico que está en el centro de la trama de Desobediencia es la continuidad entre esta película y la obra previa de uno de los realizadores latinoamericanos más observados en el mundo, el chileno Sebastián Lelio . Después de Gloria y, sobre todo, de Una mujer fantástica, coronada a principios de este año con el Oscar a la mejor película extranjera, el realizador trasandino cierra con este primer trabajo hablado en inglés una suerte de trilogía sobre "personajes femeninos que se caen y se levantan", según sus propias palabras. Y que tendrá una suerte de coda (o bonus) que lo lleva de regreso al punto de partida con el estreno, previsto para antes de fin de año, de la remake norteamericana de Gloria, con Julianne Moore (en el papel que hizo brillar en 2013 a Paulina García), John Turturro y Michael Cera.
Parece el cierre de un círculo perfecto para la carrera de Lelio, cuyas películas más conocidas son objeto de revisión constante en todo el mundo desde antes de que obtuviera el premio más importante que otorga Hollywood para todo el cine realizado fuera de sus fronteras, además de un Goya y de cinco premios Platino. A aquella cincuentona de aliento vital que decide comprometerse en una relación llena de complicaciones (Gloria) y esa mujer transgénero que se enfrenta a barreras constantes en forma de adversidad y desdén (Una mujer fantástica) le sigue la pareja central de Desobediencia, cuyo estreno en la Argentina anuncia UIP para hoy.
Lelio no se sintió ajeno a este compromiso por más que Desobediencia haya sido un trabajo por encargo, en el que por primera vez en su carrera tuvo que recurrir a un guión que no le pertenece, adaptado de la novela autobiográfica de Naomi Alderman. Fue Weisz quien convocó a Lelio y lo convenció para que dirigiera la película después de adquirir los derechos de la novela y convertirse en productora, además de protagonista, junto a Rachel McAdams y Alessandro Nivola.
Weisz eligió al director chileno ("un excatólico heterosexual", según lo definió) porque estaba convencida de que podía meterse en esa historia sin prejuicios ni complejos, y a la vez escapar de asociaciones fáciles como la que inmediatamente se hizo luego de su estreno con la película francesa La vida de Adele. Weisz le contó a The New York Times que no quiso llevar al cine esta historia por su trama de amor sáfico, sino por las ganas de explorar un vínculo entre mujeres desde un lugar imposible de definir a través de una mirada masculina. "Una relación que nació como amistad desde la infancia y en la que hay amor, sexualidad, anhelos, deseos y cosas que se hacen y se viven con libertad", explicó.
"Desde el principio me convencí de que podía contar esta historia desde mi propia mirada. No recurrí a fuentes o referencias religiosas, sino que encaré Desobediencia como un cuento de ciencia ficción. Ronit vuelve al hogar de su infancia como una extraña. Es la historia de un ser alienígena que visita este otro mundo. Yo mismo encarno esa perspectiva. No tengo nada de inglés y tampoco de judío. Trabajar en otro idioma fue todo un desafío, pero el lenguaje nunca fue un condicionamiento en este caso", contó Lelio, que convocó a ocho integrantes del judaísmo ortodoxo para asegurarse un acercamiento fidedigno a ese mundo. Pero ante los medios norteamericanos que lo consultaron en Toronto, admitió que al comienzo del rodaje decidió retroceder sobre sus pasos. "Necesitaba encontrar mi propia mirada a través de las emociones del relato", reconoció.
La escena de sexo entre Weisz y McAdams resultó la más exigente y complicada de elaborar. "Ese momento es el corazón de la película –explicó Lelio–. Tenía que ser larga, no por su duración sino por su carácter único, por su especificidad. No tiene las características genéricas o típicas de una escena erótica, sino un momento que define y definirá la vida de ambas mujeres. Va más allá de lo correcto o lo equivocado. Es el deseo enfrentado a la ley. Hay una urgencia y una actitud de rebeldía en ese acto".
Antes de llegar a Toronto, Lelio había definido en California los lugares en los que se filmaría la remake de Gloria. "Tengo el privilegio de trabajar con una de las actrices más grandes del momento. Julianne Moore es irresistible como el jazz. El personaje es universal, pero ahora lo llevamos al universo de Los Ángeles y la textura cultural de este tiempo que viven los Estados Unidos. Igualmente, el espíritu original se mantiene. Es la historia de una mujer entre muchas que tratan de ser felices a los 50 y tantos, cuando una vida aparentemente aburrida puede resultar fascinante, erótica, divertida y compleja", explicó a The Hollywood Reporter el director chileno, que se va ganando por mérito propio un lugar en el cine internacional gracias a su talento para el retrato de personajes femeninos de extraordinaria fortaleza.
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