Shona Brownlee sufrió un accidente en un entrenamiento militar; su fuerza de voluntad la llevó a competir en unos Juegos Paralímpicos
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Shona Brownlee sufrió una caída al final de su entrenamiento militar pero no le dio mucha importancia. Tras años de dolor crónico, tomó una decisión que le cambió la vida y que la llevaría a participar en los Juegos Paralímpicos Beijing 2022.
Shona tenía pasión por tocar el corno desde la infancia. “Música era lo único que yo quería hacer”, dice. “Mis tardes y fines de semana los ocupaba con prácticas de orquesta y conciertos”. La mujer de Livingston (Escocia) estudió música al más alto nivel, primero en el conservatorio de Birmingham (Inglaterra) y después en la universidad del estado de Arizona, en Estados Unidos. Pero la vida de freelance era dura. Los músicos de orquesta solo cobran por uno o dos ensayos antes de un concierto y luego por la actuación.
Ella sabía de amigos que se unieron al ejército del aire como músicos, buscando estabilidad. “Estás en uniforme, pero tienes ensayos, conciertos, viajes y bandas de clase mundial”. Shona se unió al ejercito del aire como aeronáutica. Aún con el foco en la música, tenía que cumplir con los mismos requerimientos que todos los reclutas y completar las pruebas básicas antes de poder tocar.
Llegando al final de las pruebas básicas, comenzó a imaginarse cómo sería su carrera musical. Y entonces se cayó. “Fue un accidente simple,” comenta sobre su caída desde un muelle de carga. No le dio mucha importancia. Su tobillo le dolía, pero asumió que tenia un esguince y se recuperaría pronto.
Se motivó a sí misma para acabar el entrenamiento y se unió a la banda. Pero casi no podía caminar. Shona fue referida a un centro de rehabilitación donde fue diagnosticada con síndrome de dolor regional complejo, que le causaba dolor persistente e incapacitante.
Los tratamientos tampoco funcionaron. “Me quedé en muletas con una pierna que no andaba”. Continuó en el ejército del aire, pero en ocasiones no podía actuar y marchar, uno de los componentes clave. Seis años después, sin éxito alguno con los tratamientos, el equipo médico que la trató le comunicó que “no había nada más que se pudiera hacer”.
Pero Shona sabía que no era tan cierto. Tenía amigos veteranos “doble o triplemente amputados que eran mucho más funcionales que ella porque tenían prótesis”, dice. Y recordó un chiste de años atrás: “Te la deberían cortar”.
Shona sabía que no era enteramente un chiste y decidió que le amputaran la pierna. “Por aquel entonces estaba un poco horrorizada y pensé que prefería tener una pierna floja que estar sin pierna,” pero cuando pasa el tiempo piensas que “no sería tan malo”. Comenzó a investigar la posibilidad de la amputación y cuando decidió que era para ella, se lo comunicó a su equipo médico.
Costó “un poco convencerles,” hablando sobre las ventajas y desventajas, hablando de la posibilidad de que a lo mejor no funcionara y no se acostumbrara a una prótesis. Shona estaba preparada para arriesgarse. “Tras seis años en muletas parecía que no había decisión alguna que tomar, porque mi pierna no funcionaba,” dice. “No tenía nada que perder”.
“Elegí que me amputaran la pierna debajo de la rodilla”. Shona comenta que la decisión le ayudó a asumir cómo sería la operación que la cambiaría la vida. Pero aún estando convencida, se sintió nerviosa el día de la operación. No tenia ni idea de si funcionaría y la dejaría sin dolor.
Tras despertar de la anestesia, miró abajo. “Había un pequeño bulto extraño donde debía estar la pierna, pero recuerdo pensar que no dolía, lo que era buena señal”. Pasó una semana en el hospital, seguida de seis semanas en silla de ruedas, para asegurarse de que la herida se recuperara antes de recibir la prótesis.
“Me adapté mejor de lo que esperaba. Fue raro al principio”, explica. Tuvo que aprender a cuidarse para evitar ampollas y llagas: “En un par de meses, la sensación fue normal”. Tan normal que pudo hasta marchar con la banda del ejercito por primera vez.
Mientras Shona hacía rehabilitación, vio un anuncio del ejército del aire que decía que daban ayuda a los lesionados, mediante el deporte y aventuras como parte de la recuperación. Este en particular, anunciaba un viaje de esquí a Bavaria (Alemania). Ella se apuntó: “Iban a ser 10 días para disfrutar, pero este fue el inicio de mi carrera de esquí”. Probó el esquí adaptado -con asiento montado encima de un esquí- con dos estabilizadores adaptados para coordinar el balance y la dirección.
“No diría que lo aprendí muy rápido. Una vez encuentras el equilibrio y tu centro de gravedad, está bien. Recuerdo estar boca abajo muchas veces, deslizándome montaña abajo y acabando en cunetas”. A pesar de los accidentes, alguien vio potencial en Shona y la introdujo en el equipo de Para-Snowsport, que da oportunidades de esquí a lesionados, al igual que entrenadores y equipamiento.
Entre el trabajo y la recuperación, comenzó a entrenar seriamente con la ayuda del equipo de Para-Snowsport, y esto la llevo al equipo británico, con el que compitió en campeonatos del mundo y a los Juegos Paralímpicos de invierno en Pekín. Ahora es parte del programa del equipo de elite del ejército del aire que permite tomarse descanso de los trabajos asignados y entrenar a tiempo completo. También fue nombrada deportista femenina del ejército en 2021.
Por mucho que a Shona le hubiera gustado una medalla de oro en Pekín 2022, lo más importante para ella es la experiencia: “¿La meta final? Volver a la banda y tocar música otra vez”.
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