El emirato que compró a Messi: cómo Qatar pasó de pueblo de buscadores de perlas a uno de los países más ricos
En las últimas tres décadas dejó de ser un productor petrolero más, para figurar al tope en el ránking de PBI per cápita
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La historia de Qatar, el poderoso país que acaba de contratar a Lionel Messi en el Paris Saint-Germain (PSG), se parece a una conocida parábola cristiana, pero es exactamente al revés.
Una bimilenaria alegoría habla de un comerciante que busca perlas y que cuando encuentra una perla preciosa vende todo lo que tiene para adquirirla. La historia de Qatar va en sentido contrario. El buceo de perlas fue por siglos la principal industria de Qatar, una pequeña península sobre el Golfo Pérsico, con una superficie igual a la mitad de la provincia de Tucumán.
Pero en 1940 los qataríes descubrieron que estaban parados sobre una formidable reserva de petróleo y gas. Y entonces dejaron a un lado su búsqueda de perlas preciosas para dedicarse a explotar esa riqueza. Además, a mediados de los 90 comenzaron a exportar gas natural licuado (GNL), y transformaron en tres décadas el antiguo pueblo de pescadores en el segundo exportador mundial de GNL, y uno de los países con más alto PBI per cápita del planeta.
“Caminando por las calles de Doha, la capital, uno se cruza normalmente con autos Ferrari, Maserati y Jaguar. Pero lo más tradicional qatarí está en el Souq Wakif de Doha, un mercado artesanal muy popular, donde es posible conseguir desde ropa típica hasta tés y perfumes. Y ahí está el local del que es hoy uno de los últimos buceadores de perlas”, recordó a LA NACION el futbolista argentino Leonardo Pisculichi, que vivió y jugó en la península entre 2007 y 2012, y ahora vive en España.
El dueño del local, Saad al-Jasim, de 84 años, suele contar a sus clientes que se convirtió en buceador de perlas a los 18 años, y pasaba meses en el mar, comenzando su trabajo en el agua al amanecer y emergiendo al atardecer. Sus únicos compañeros en estas inmersiones eran una pesa para sujetarlo, la canasta para recoger las ostras y una pinza nasal para evitar la entrada de agua.
Por aquellas épocas la industria de las perlas llegó a representar el 75% de las exportaciones totales del Golfo Pérsico que acaparaba el 80% del mercado mundial de perlas. Pero el auge de la industria del cultivo artificial de perlas a partir de mediados del siglo pasado, terminó desplazando por completo al buceo artesanal. Por esos mismos años, el descubrimiento de los primeros yacimientos de petróleo y gas no solo vinieron al auxilio del bolsillo de los qataríes, sino que ubicaron al país en las grandes ligas de la economía mundial.
El gran salto
“El gran salto económico se produjo luego de que en 1995 el jeque Hamad al Thani derrocó a su padre y tomó el poder. Ahí abre el país a las inversiones extranjeras y activa la exportación de GNL”, señaló a LA NACION Luciano Zaccara, profesor argentino de Relaciones Internacionales en la Universidad de Qatar.
Frente a las limitaciones que tiene el gas natural, que solo se puede transportar por gasoductos, Hamad apostó a la licuefacción: transformar el gas natural en líquido, conservarlo a 160 grados bajo cero y así transportarlo por barcos como se hace con el petróleo. De esta manera el gas qatarí llegó a lugares tan alejados como la Argentina.
“En un vecindario muy competitivo donde hay grandes jugadores en el terreno energético, como Arabia Saudita, Irak e Irán, Hamad se propuso poner a su emirato en el mapa y no ser un país petrolero más”, señaló Zaccara. “Eso se ve con la creación de la cadena internacional de televisión Al-Jazeera en 1996, el potenciamiento del desarrollo de Qatar Airways para el transporte de cargas regional, e incluso la instalación de la base militar norteamericana de Al Udeid”, agregó.
Para eso, esta pequeña nación con poca población necesitó abrirse a la mano de obra extranjera. Y hoy se da la paradoja de que apenas un 20% de los 2,8 millones de habitantes son nativos qataríes, el resto, extranjeros.
“Qatar se hizo un país muy abierto. Por ejemplo, las mujeres caminan por la calle a la usanza occidental y al mismo tiempo mis compañeros del Al-Arabi respetaban los horarios de oración islámica. Muchas veces pasaba que en los entretiempos, cuando yo iba al vestuario, ellos se iban a rezar”, recordó Pisculichi.
El futbolista marcó los contrastes que se ven en un emirato que crece de forma impresionante. “Yo he visto levantar en seis meses una torre altísima desde los cimientos”, señaló. Y al mismo tiempo Qatar sigue guardando viejas tradiciones: “me llama mucho la atención cuando comen el kharouf mahshou, cordero con arroz. Se sientan sobre una alfombra en el suelo, ponen un plato grande en el medio, y todos se sirven del mismo plato con la mano”.
Rivalidad, envidia o motivos ciertos, lo real es que Qatar fue en los últimos años un vecino problemático en el barrio del Golfo Pérsico. En 2017 Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Egipto y Arabia Saudita, el único país con el que la península tiene frontera terrestre, rompieron relaciones con su vecino rico al que acusaron de financiar el terrorismo.
Pero el aislamiento tuvo el efecto no deseado de acercar aún más a los qataríes a dos enemigos ideológicos de los sauditas: Turquía e Irán.
“Con plata no se puede hacer todo, pero se hace bastante, y se puede comprar voluntades. Y los qataríes empezaron con fuertes lobbies en Washington y en Londres”, recordó Zaccara.
Y así fue como en un matrimonio por conveniencia, los cuatro bloqueadores decidieron en enero pasado rehacer las paces con los qataríes.
Con su billetera abultada por el GNL Qatar armó hace algunos años un fondo soberano llamado Qatar Investment Authority (QIA), con el que salió de compras por Asia, Europa y Estados Unidos con el fin de asegurarse un futuro para cuando se acabe el limitado recurso del gas y el petróleo.
Se estima que el QIA ya ha invertido más de 400.000 millones de dólares en más de 40 países, en sectores estratégicos y de largo plazo. Y en 2011 la QIA se convirtió en el único accionista del Paris Saint-Germain, que ahora acaba de contratar al astro argentino.
“Mis amigos qataríes ya comenzaron a enviarme fotos con la camiseta con el número 30 de Messi en el PSG”, señaló Pisculichi.
La gran apuesta de Qatar en la vidriera global es el Mundial de Fútbol 2022, una decisión repleta de polémicas, entre otras cuestiones por las altísimas temperaturas de hasta 50 grados. “Yo tuve oportunidad de recorrer los estadios donde se va a jugar y están equipados con todo el confort para los jugadores, con aire acondicionado. El calor no va a ser un problema”, asegura Pisculichi.
Pero los activistas de Derechos Humanos plantearon que el problema va más allá del confort de los jugadores. La construcción de infraestructura para el Mundial sacó a la luz la difícil situación que enfrentan miles de obreros extranjeros que muchas veces trabajan en condiciones inhumanas. La Fundación para la Democracia Internacional, presidida por el argentino Guillermo Whpei, denunció condiciones de esclavitud en la construcción de los estadios y la muerte de más de 6500 trabajadores a causa del sistema de trabajo.
Pero dentro de Qatar no son tan conocidas estas denuncias, ni tampoco habría un medio de prensa interesado en publicarlas en un país donde el Código Penal castiga la difusión de “rumores, afirmaciones o noticias tendenciosas”.
Así como en Occidente las familias sueñan con un fin de semana en el campo, los qataríes suelen escaparse algunos días al mar o al desierto. “Con mis amigos de Qatar solemos ir al desierto a pasar varios días. Se arman unas carpas y nos dedicamos a andar en cuatriciclos por los médanos o hacer paseos en camello. Y es ahí en el desierto, o en los paseos en barco por el mar, donde ellos sienten que vuelven a encontrarse con sus tradiciones y sus raíces”, concluyó Pisculichi.
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