Vacunas: un sainete cada vez más dramático
Resulta imperativo que el Gobierno abandone la improvisación y los anuncios fantasiosos y electoralistas, y empiece a tomar en serio la salud de la población
El 29 de diciembre pasado, el Ministerio de Salud publicó en el Boletín Oficial el Plan estratégico de vacunación contra Covid-19. Sujeto a la disponibilidad de vacunas, define allí los grupos de población que serán priorizados: personal de salud, estratégico (Fuerzas Armadas y de seguridad, docentes y personal no docente y funcionarios del Estado), mayores de 80 años y personas de entre 18 y 59 años con factores de riesgo. Calculando la tasa de pérdida, estimada en 15%, el ministerio estima que serán necesarias 54.431.000 dosis para alcanzar a 23-24 millones de personas con dos inoculaciones.
El plan establece que la adquisición y la distribución de las dosis y del material descartable son responsabilidad de la administración central y delega en las provincias la implementación de la vacunación, sin mencionar cómo se hará. El documento oficial se reduce a listar de manera general algunos de los serios desafíos logísticos que deberán enfrentar los distritos, entre otros, almacenamientos centrales con cámaras frigoríficas, mantenimiento de la cadena de frío y centros de aplicación. No avanza en el análisis de las condiciones que deberá incorporar cada provincia para cumplir con un supuesto plan de vacunación que en términos de infraestructura o capacitación del personal de salud tampoco se conoce. El documento agrega que el Gobierno transferirá a las provincias 3000 millones de pesos para asegurar el éxito de la tarea.
El plan tampoco incluye un cronograma de vacunación, ni siquiera uno provisorio. El evidente retraso del gobierno nacional en negociar la compra de suficientes vacunas para toda la población y las demoras en la recepción de las pocas dosis adquiridas no pueden ser excusa para evadir la definición de plazos y metas imprescindibles para ordenar el complejo proceso de inoculación. En síntesis, el programa oficial solo plantea el qué, pero omite el cómo y el cuándo.
La estrategia inicial del Gobierno de negociar con solo un laboratorio, AstraZeneca, derivó en la promesa de provisión de 22 millones de dosis por ser entregadas al país entre marzo y julio de este año. La administración Fernández siguió una estrategia muy diferente de la de otros países, como los de la Unión Europea, que al prever la enorme demanda y los problemas y atrasos que podrían surgir de la producción diversificó la compra de 2300 millones de vacunas entre seis laboratorios –con un millonario pago por adelantado– para vacunar con las dos dosis necesarias a 1150 millones de personas, más de dos veces la población comunitaria, de 446 millones de habitantes.
Los ciudadanos que asistimos a tiempos de dolor e incertidumbre merecemos dirigentes responsables que no pretendan seguir inoculándonos la misma cepa del oportunismo, que solo se revela ineficaz
Las previsiones europeas fueron acertadas; recientemente AstraZeneca anunció que en el corto plazo solo podrá proveer a los países de la Unión Europea 31 de los casi 100 millones de dosis comprometidas, lo que provocó una fuerte reacción contra la empresa de parte de las naciones de la comunidad y las autoridades en Bruselas.
A pesar de ello, en sus declaraciones, el presidente Alberto Fernández aún expresa confiar en que el laboratorio en el que ha puesto sus esperanzas entregará las dosis comprometidas en los plazos acordados. Resulta llamativo que el resonante escándalo desatado en Europa por los incumplimientos no haya motivado a nuestro gobierno a solicitarle a AstraZeneca que ratifique los compromisos asumidos con el país.
Solo cuando se hizo evidente la dificultad de esa empresa para cumplir con sus planes de producción el gobierno argentino decidió buscar otras opciones que disimularan aquella grave falta de previsión. Fue entonces cuando acordó la compra de 19,7 millones de dosis del fármaco ruso Sputnik V: cinco millones por entregarse en enero y 14,7 millones en febrero, incluyendo un millón de la segunda dosis. Sin embargo, el Centro Gamaleya, proveedor de las vacunas rusas, ya anunció que no podrá cumplir con el contrato de suministro a la Argentina. A la fecha, llegaron a nuestro país solo 820.000 de las dosis prometidas, únicas disponibles hasta el momento.
Tampoco quedaron claros los motivos por los cuales no se pudo avanzar con la compra a Pfizer. Mientras tanto, el Gobierno dice que recibirá del Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19 (Covax), que orienta la Organización Mundial de la Salud, nueve millones de dosis y que está negociando entregas con otros laboratorios privados y, sobre todo, con el gobierno chino. Sin embargo, se desconoce cuándo llegarían efectivamente al país.
Con estos resultados a la vista y sin un cronograma, sorprende que el gobierno nacional persista en una comunicación basada en promesas, ofreciendo dosis de las que no dispone y anunciando que millones de argentinos serán vacunados en breve. La gobernación bonaerense lanzó la posibilidad del registro con el operativo Vacunate, y reporta que ya lleva aplicadas más de 120.000 dosis. El propio gobernador Kicillof, acompañado por el diputado nacional Máximo Kirchner y otros dirigentes del oficialismo, a pesar de que no cuenta con un número de dosis mínimamente suficiente, desplegó recientemente un espectáculo mediático de vacunación de adultos mayores residentes en geriátricos, dando inicio a la entrega de dosis a ese grupo, ponderando las gestiones presidenciales y celebrando "un día histórico". Lamentablemente, una vez más, las autoridades recurren al relato para intentar cautivar votantes siendo solo capaces de disfrazar por un rato una tan cruda como incontrastable realidad.
En diciembre pasado el presidente Alberto Fernández había afirmado que entre enero y febrero se vacunaría a 10 millones de argentinos. El 28 de diciembre, el ministro de Defensa, Agustín Rossi, declaraba que el Gobierno había comprado 51 millones de vacunas y que estaba buscando tener 20 millones más. El pasado 31 de enero, la asesora presidencial Cecilia Nicolini daba a conocer que las dosis comprometidas al país ya ascendían a 60 millones.
La realidad corre por otro carril: al 28 de enero, es decir, al mes de haberse iniciado el proceso, 278.451 personas recibieron la primera dosis y 65.583, la segunda.
La proyección de estos números refleja, además, que a ese ritmo se necesitarán al menos 20 años para vacunar con dos dosis a la población de nuestro país. Y todavía está por verse hasta qué punto el sistema de salud podrá dar respuesta a las exigencias de una vacunación a gran escala.
Resulta imperativo que el Gobierno abandone la improvisación, los anuncios fantasiosos y las promesas de tinte electoralista, y asuma con una razonabilidad que hasta aquí no ha evidenciado el liderazgo que presupone llevar adelante el gigantesco esfuerzo de vacunar en el menor tiempo posible a los argentinos. Este es uno de los desafíos más grandes que enfrentamos como sociedad no solo por la cantidad de vidas en juego, sino también por los efectos de la cuestión sanitaria sobre la economía y el bienestar presente y futuro de la nación.
También es un llamado a la responsabilidad. La Cámpora y otras agrupaciones políticas y sociales que integran la coalición que dirige el país iniciaron en la provincia de Buenos Aires una campaña para convocar a la población a inscribirse para la vacunación en las unidades básicas. Además de ser una repudiable actitud, consentida por el gobierno nacional, supone una grosera apropiación partidaria de las funciones del Estado y el engaño a personas desprevenidas que acuden, confiadas, a enrolarse en la peligrosa trampa del fraude. A la ineptitud del Gobierno para pilotear la crisis sanitaria se suma el vergonzoso aprovechamiento político que se busca hacer de tan dramática situación. Los ciudadanos, que asistimos a tiempos de dolor e incertidumbre, merecemos dirigentes responsables, lúcidos y honestos que nos ayuden a dejar atrás cuanto antes este temporal. Hasta aquí, solo han demostrado no estar a la altura de las circunstancias. Que no pretendan seguir inoculándonos la misma cepa del oportunismo, que solo se revela ineficaz e irritante.