Rompieron “el chanchito”, trajeron un negocio de Europa y explotaron en la pandemia
Repitieron un modelo muy extendido en Europa, agregándole un sistema de gestión integrado; funcionan en Córdoba y son los primeros de esas características en el país
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CORDOBA.- Invirtieron US$70.000 hace unos dos años para convertirse en una de las primeras “dark kitchen” (cocina oscura, en la trastienda) de la Argentina. Aseguran que son la única en su tipo: en su espacio del centro de la ciudad de Córdoba trabajan unas 20 marcas diferentes; las otras existentes operan con propuestas propias. El modelo, muy extendido en Europa, tiene la ventaja de ofrecer toda la infraestructura por un precio menor al del alquiler de un local.
Los dueños de Blimp son los hermanos Matías y Francisco Quiñonero y Franco Loson. “Tomamos la idea de Europa, donde vimos varias hechas, pero no tan profesionales -dice Matías Quiñonero a LA NACION-. Montamos el modelo de un restaurante, con equipamiento de primera línea y asesorados”.
Cuando abrieron, poco antes de la irrupción de la pandemia de Covid-19, el sistema fue muy novedoso. Para los creadores el negocio no es el gastronómico, sino el inmobiliario. La empresa no fabrica ningún producto; alquila los espacios.
La pandemia los terminó beneficiando porque para muchas marcas fue una opción ante la imposibilidad de seguir pagando alquileres y no poder vender nada más que por delivery: “Se generó un mercado que, probablemente, no hubiera crecido tan rápido de no haber sido por esa condición”, admite Matías Quiñonero.
Por cada cocina con que cuentan -siete en total- van varias marcas. Los creadores explican que para montar un espacio como el que ofrecen la inversión individual rondaría entre los $2,5 y $3 millones. Un monto muy difícil de alcanzar para las Pymes. “Les ofrecemos todo, incluso asesoramiento, para que puedan enfocarse en su producción y venta”, agregan.
Los empleados de la barra -todo lo que se vende se retira en el lugar o es delivery- son de la empresa y también cuentan con beneficios por el contacto directo con las plataformas de reparto. “Es un sistema integrado, que elimina riesgos; cada pedido va directo a la cocina; las comisiones son menores. Todos salen beneficiados”, sostiene Matías Quiñonero. La facturación también la hacen ellos por la cuponera.
Entre las marcas que trabajan en el espacio hay algunas ya bien posicionadas y otras nuevas; está desde una “reconocida” que tenía un salón importante y que por la pandemia lo dejó y se instaló en la dark kitchen, a otras más recientes de emprendedores.
Más allá de las ventas en Blimp, están las que aprovechan los costos hundidos y hacen catering. El esquema funciona como una suerte de co-working gastronómico. El local tiene todo el espacio para cocinar y, además, un depósito compartido con freezers.
Los locatarios pagan un fijo mensual y un porcentaje por el uso del canal de ventas, por la integración de aplicaciones y por las expensas (que incluyen todos los servicios).
Los fundadores están trabajando en empezar a franquiciar la marca y para abrir otras cocinas similares en otras zonas de la ciudad. Ya tienen todo listo para una en la zona norte. “Se puede escalar; el sistema da para más, es valor agregado y en momentos de recortar costos, es de mucho beneficio para las marcas. La gestión integrada es un diferencial que se valora”, sintetiza Matías Quiñoneros.
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