¿Cómo deberían ser los breaks en el trabajo?
Frente a la posibilidad de estar conectados en cualquier lugar, la línea entre los momentos laborales y libres se torna difusa; las recomendaciones de los expertos para evitar el famoso burnout
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El año 1843 fue crucial para la humanidad, porque no solo se fundó The Economist, sino que paso algo casi igual de importante: ese año empezó a tomar forma “la semana” tal como hoy la conocemos. En Manchester lanzaron una campaña para que los obreros de fábrica tuvieran libre la mitad del día sábado, como forma de asegurarse de que el lunes por la mañana la mayoría de ellos se presentara en buenas condiciones para trabajar. La fórmula tuvo éxito, y esa práctica en determinado momento se convirtió el ley. Con el tiempo, la semana laboral de cinco días pasó a ser la norma en la mayoría de los países.
Ya sean los fines de semana, las vacaciones de verano o los días francos que las empresas les dan a sus empleados, ya nadie se opone al derecho de la gente a tomarse una pausa de su trabajo. Pero en el caso particular de los trabajadores de oficina, el límite entre tiempo de trabajo y tiempo libre se ha vuelto muy difuso. La práctica estándar ya es almorzar encorvado sobre el escritorio: basta con mirar el teclado de la compu, donde hay más migas que letras. Y ya nadie se pregunta por qué está chequeando los emails a medianoche, los fines de semana, o hasta en vacaciones.
Tampoco hay que ser simplistas: la posibilidad de elegir cuándo y desde dónde trabajar le viene bien a mucha gente. Pero también hace que los demás crean que pueden contactarnos en cualquier momento. Ya en 2013, los investigadores Melissa Mazmanian, de la Universidad de California, Irvine y Wanda Orlikowski, y JoAnne Yates, de la Escuela de Negocios del MIT, acuñaron el concepto de “paradoja de la autonomía” para describir cómo la mayor flexibilidad que tenían los individuos había terminado reduciendo su libertad para desconectarse.
Escapar de esa trampa es muy difícil, pero hay un experimento muy sencillo que podemos hacer para evaluar nuestro nivel de libertad, siguiendo las recomendaciones de Cal Newport, un estudioso del modo en que la hiperactividad del trabajo moderno obstaculiza nuestra capacidad de hacer lo que es importante. En su último libro, Slow Productivity (“Productividada lenta”), Newport propone modificar deliberadamente la intensidad del trabajo.
Entre otras cosas, sugiere agendarse una tarde libre al mes para ir a ver una película: tomarse tres horas libres una vez cada tanto no debería parecernos un disparate si después nos ponemos al día con el trabajo. Pero a los jefes probablemente no les caiga bien recibir un mensaje que diga: “No voy a estar disponible durante las próximas tres horas porque estoy en el cine viendo Deadpool & Wolverine”. Así que hace falta cierto nivel de discreción.
Para empezar, según el consejo de Newport, hay que agendar ese tiempo como “cita personal”: nunca tuvimos algo tan sospechoso escrito en nuestra agenda. Antes de entrar al cine, miramos alrededor por si de casualidad hay algún colega. En la sala hay varias personas que están solas: te preguntás cuántas de ellas están también en su “cita personal”. Te avisan que apagues el celular: el pecado mortal, la transgresión definitiva a la ética del trabajo en tiempos modernos. No bien salís, te fijás que durante tu ausencia no se haya desatado algún infierno. Y ya durante la película te comías la cabeza y te sentías un poco culpable de estar masticando pochoclo mientras tus compañeros están doblados sobre el escritorio. La experiencia en su conjunto fue tan agotadora que ya necesitás otro break.
Se entiende que a los jefes no les parezca bien que los empleados se vayan al cine cuando se les da la gana. Pero las empresas sí deberían asegurarse de que sus empleados no confundan agotamiento con logros, ni los recreos con vagancia. Newport cita el ejemplo de la empresa de software 37signals, que trabaja en ciclos de seis semanas. Al final de cada ciclo, los desarrolladores se liberan una o dos semanas de los proyectos programados en los que están trabajando y bajan un cambio.
La empresa Slack, también de software, hizo una encuesta anónima entre sus empleados y descubrió que solo dos de cada cinco se sentían cómodos y en libertad de tomarse tiempo libre. A continuación, hicieron un experimento: alentaron a algunos de los empleados a tomarse un poco de tiempo libre durante el día, y descubrieron que eso condujo a una notable mejora de su productividad y satisfacción laboral.
Si te parece que tus jefes no van por ese camino, de todos modos hay algunos hábitos sencillos que pueden mejorar nuestros momento de receso. Si decidimos trabajar durante el fin de semana o las vacaciones, por ejemplo, es mejor acotarlo a un momento del día, para garantizar que por lo menos vamos a tener lapsos extensos de tiempo sin tener que empujar el carro.
Y durante la semana laboral, hay un excelente consejo. Una investigación reciente sobre los momentos de recreo en el trabajo realizada por Zhanna Lyubykh y sus colegas de la Universidad Simon Fraser descubrió que la mejor manera de recargar las pilas es salir al exterior. Y un estudio sobre el trabajo de las enfermeras realizado por Makayla Cordoza y sus colegas de la Universidad de Vanderbilt reveló que las enfermeras que pasaban su momento de descanso en el jardín tenían menos riesgo de sufrir burnout o síndrome de desgaste profesional que sus colegas que pasaban el break en interiores.
Si desengancharse ya es de por sí muy difícil, quedarse adentro de la oficina lo vuelve todavía peor.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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