En medio de una dura situación que afrontaba la actividad ovina a fines de los noventa, un grupo de productores se unieron para producir, vender e industrializar; facturan $3800 millones y comercializan el 36% de esa carne que la Argentina vende al mundo
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RÍO GALLEGOS.- Hermenegildo Tejedor tiene 82 años y una memoria inoxidable, habla claro y pausado, como pidiéndole permiso a sus recuerdos para darles curso. Fue presidente de Estancias de Patagonia SA, una sociedad anónima integrada por productores, que nació en la crisis de fines de los noventa que dieron el riesgoso salto de transformarse de productores a vendedores. Renacieron. Hoy son el frigorífico de carne ovina más grande del país, exportan y se mantienen unidos. Una historia cuya fórmula de éxito se basa en tres valores: confianza, transparencia y equidad.
A Tejedor, nadie lo llama por su nombre, aquí todos lo conocen como “el Gaucho”. Es el noveno hijo de una familia de campo. Fue productor en la zona de Puerto San Julián, pero en 1985, cuando la desertificación en la meseta central ya estaba dejando huella, vendió dos campos y con ese dinero compró “El Relincho” en Fuentes del Coyle. “Cuando lo compramos no tenía nada. Solo campo y 5000 ovejas y a partir de ahí empezamos a crecer”, detalló a LA NACION desde el casco de la estancia ubicado a 10 km de la ruta 40, en el sur de Santa Cruz.
A él le gusta repetir que el crecimiento familiar lo hizo de la mano de su hijo Adrián, así les tocó campear la Gran Nevada del año ‘95, cuando en dos días perdieron la mitad del ganado que quedó atrapado debajo de la nieve.
Para fines de los noventa la crisis del sector estaba sin salida a la vista. Tejedor fue uno de los que promovió la idea de unir voluntades y encarar las ventas juntos. “Somos monocultivo, producíamos pero no sabíamos a quién vendérselo, y si lo vendíamos no sabíamos cuándo íbamos a cobrar, o nos pagaban tarde y mal, así nació esta idea semicolectiva, de asociarnos y controlar nosotros mismos la faena, la venta y la exportación”, contó.
Hoy el frigorífico Estancias de Patagonia SA es marca registrada de calidad y excelencia de la carne ovina en Patagonia. Allí se procesan 6000 toneladas de carne entre ovina, bovina y han incursionado también en guanacos, con una facturación anual bruta de $3800 millones y cuentan con 65 socios – permanecen todos los fundadores- y 25 son adherentes. Pero este próspero presente conlleva una alianza que hace 23 años atrás era solo un sueño.
La historia detrás del éxito
En los últimos años de los noventa, la cadena agroalimentaria de la carne ovina atravesaba una situación crítica ante la falta de rentabilidad y el cierre de establecimientos ganaderos, en tanto que las plantas frigoríficas de ese momento estaban cercanas al quebranto. A ello se sumaba la retracción del mercado interno y la caída de la faena.
Ante este panorama los productores nucleados en la Sociedad Rural de Río Gallegos y con compromiso inicial del gobierno provincial crearon el Programa Santacruceño de Carne Ovina, que fue la génesis de la empresa.
Entre el INTA y el Consejo Agrario crearon un sistema de tipificación de carcaza ovina y el Estado provincial facilitó el contrato de fasón con un frigorífico que estaba bajo su órbita. De este modo, los productores se metieron de lleno en la faena, la venta y la exportación de la carne y a ser parte activa en toda la cadena productiva.
“Desde el grupo promotor que fuimos entre ocho y diez productores, convocamos al resto. Se sumaron 40 productores que se comprometimos a garantizar 76.000 animales para la faena del frigorífico”, explicó Tejedor sobre la primera faena.
“Hasta que nos logramos constituir en SA, no había cuenta bancaria, así que se operó con las cuentas de los dos socios, por eso lo que primó desde un principio fue la confianza entre nosotros”, agregó el productor.
Los socios fueron la clave al asumir el compromiso de cumplir con la provisión de hacienda para la faena. Tener una cantidad abundante permitió hacer buenas faenas, la sociedad se quedaba con un porcentaje de comisión y pasaron de no vender o de malvender la hacienda a conseguir precios competitivos.
Construir la confianza
En 1999, Federico Rodríguez Zahn tenía 24 años, estudiaba agronomía en Balcarce, Buenos Aires, y ante la repentina muerte de su padre le tocó junto a su madre hacerse cargo del establecimiento familiar compuesto por la estancia 3 de Enero y la Don Bosco. “Creería que yo era el más joven en esas primeras reuniones cuando nos convocaron para conformar Estancias”, aseguró. Recordó que era septiembre y los productores estaban con las ovejas a punto de parición y todavía no habían cobrado las ventas del año anterior. El futuro era pura incertidumbre.
Él sostiene que el primer desafío de los productores fue convencerse que ellos podían ser parte del negocio y no limitarse solo a la cría. “Siempre tuvimos el concepto que no podíamos estar en la industria, por eso costó construir la confianza, que la gente vea que hoy el máximo exportador de carne [ovina] del país es una empresa manejada por productores desde hace 23 años”, dijo.
Rodríguez vive hoy en la estancia que sus padres, oriundos de Chubut, compraron en 1983. Se encuentra ubicada a 30 km de Río Gallegos y a poco menos de 40 km de la frontera con Chile, sobre la ruta 3. Para él, el éxito del frigorífico se palpitó en la capacidad de mantenerse juntos cuando la operatoria empezó a funcionar.
“A los 7, 8 años de arrancar, cuando empezamos a ser parte de la competencia, se nos podría haber desmadrado el rebaño, pero no, ese fue nuestro verdadero capital simbólico. Que los productores nos sigan eligiendo para vender sus ovejas, y que el frigorífico tenga escala para ser competitivo”, analizó. Destacó también el concepto de equidad que se estableció desde un principio donde por diez años no se podían ni transferir ni vender las acciones.
Con el crecimiento y las ganancias vinieron las reinversiones. Y en 2008 Estancias de Patagonia inauguró el frigorífico propio. La planta cuenta con 18.000 metros cuadrados, al sector ovino se adosó el vacuno y hoy también hay una faena experimental de guanaco. Pero el verdadero valor no está en la planta. “Lo que vale en este sector de la Patagonia, son los campos, que pueden producir un cordero patagónico. El verdadero capital de una empresa de este tipo es la voluntad de los productores que su materia prima sea procesada en nuestra propia planta”, afirmó Rodriguez Zahn
Hoy la principal preocupación de la actividad es la baja del volumen de producción, que desde 2000 viene mermando entre el 1 y 2 por ciento anual. “Si bien cumplimos metas como empresa, en orden general hay menor producción, aún cuando este año hemos faenado un 10% mas que el año pasado en volumen”, detalló Alvaro Sánchez Noya, al frente de la presidencia de Estancias desde 2009.
“La única condición para ser socio es ser productor. En estos 22 años Estancias logró darle transparencia al mercado de la carne, y se ha transformado en un metro patrón a raíz de su transparencia, no hemos sido agresivos con los otros mercados o industrias pero sí los obligamos a competir; hoy exportamos el 36% de la carne ovina de la Argentina”, afirmó Sánchez Noya, que llegó a Santa Cruz en 1982 y siempre trabajó como asesor agropecuario.
Sus palabras resumen el sentir de los miembros de la sociedad anónima. “Nuestro lema es solidaridad, transparencia y equidad. Cobra lo mismo el que entrega 50 o 5000 ovejas Es un sistema solidario y hay un sistema 100% auditable. Un productor sabe cuántos son los costos y ganancias y es equitativo, porque repartimos la carga entre todos de manera equitativa”, indicó. Remarcó que los establecimientos son todos de origen familiar. Una historia de esfuerzos en la Patagonia Austral.
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