Tenemos todo el pasado por delante. Con esta frase de Jorge Luis Borges, trataremos de explicar lo inexplicable en lo atinente a las medidas adoptadas hace tres meses con el cierre primero y limitaciones después, de las exportaciones de carne vacuna, acompañadas de medidas que generan discrecionalidad y mayor concentración, privilegiando a algunos por encima del conjunto, pese a lo cual todos pierden.
El mundo ha cambiado, las oportunidades son inmensas y llegan por gravedad, no solo por la irrupción de China en el mercado internacional. Tuvieron que recurrir al pasado para anunciar un copia y pegue del PEA que era bueno en aquel entonces, de no haber quedado solo en un anuncio.
Con los aportes del Conicet, universidades, productores, técnicos y provincias fue un buen intento, superado en la actualidad ante un nuevo escenario y resulta abstracto anunciarlo como un Plan Ganadero y no de ganados y carnes, en un marco de limitaciones que licúa la confianza de los destinatarios.
Ese pasado permite medir las consecuencias del cierre de las exportaciones de 2006, resumidas en el despido de miles de trabajadores, suspensión de actividades de decenas de plantas, disminución de las exportaciones en un 74%, la pérdida de 12 millones de cabezas, equivalente a todo el stock vacuno de países competidores como Uruguay que hoy disfrutan la suba de precios internacionales gracias a nuestra medida y para peor, a contramano de los objetivos buscados, “hubo aumento de precios y cayó el consumo”.
Después de sesenta o setenta años, se acomodaron los planetas en esta materia. La exportación histórica y tradicional, que era del 15% y complementaba el gran mercado de la argentina del consumo interno que era el 85%, creció y la relación llegó a 70 /30% en una conjunción virtuosa a la que hay que sumar que el consumo de carne porcina tuvo un enorme crecimiento, pasando de los tres kilos -destinado básicamente a chacinados- a más de 18 kilos por habitante y por año.
Además, una actividad integrada desde los abuelos como la avícola igualó sino superó al consumo de carne vacuna. Basta decir que sumadas todas las carnes animales explican más de 110 kilos de proteínas por habitante y por año, lujo que solo pueden darse cuatro países en el mundo. Hoy día no hay parrilla donde no haya una bondiola o pechito de cerdo, o presa de pollo que acompañe a un asado.
Luego de muchos años, con la configuración del nuevo escenario de las exportaciones que nos abre China y el mundo, se produjeron inversiones en la industria frigorífica, se acomodó la comercialización de las menudencias, podemos exportar lo que no consumimos, osobuco, conserva y manufactura, lo que nos permite planificar crecimiento y ganar otros mercados con mejores precios, traccionando a toda la cadena hasta llegar a revalorizar en el norte los valores de razas como Braford o Brangus. La invernada sube a precios desconocidos, los livianos acercan el precio a los gordos y así podemos seguir enumerando ejemplos de ordenamiento y progreso de la actividad.
En un país ávido de inversiones y recursos para honrar nuestros compromisos, estábamos generando ingresos por casi U$S4000 millones y, en lugar de aceptarlos, nos comimos parte importante de la rentabilidad de los tambos, de los criadores, de empresarios exportadores sin planta entregándolos a unos pocos y a sus condiciones en un inédito proceso de concentración y discrecionalidad.
Un simple cotejo de información de precios de cortes “populares” de carne vacuna en el consumo interno y la dinámica de las exportaciones argentinas, como puede ser el precio del kilo de asado comparando valores históricos y su correlación con las exportaciones, es un claro ejemplo de que estas últimas no son las que determinan los precios internos o al menos, no son la causa central.
Es dable destacar que asado, vacío y matambre históricamente no tienen mercados en lo referente a las exportaciones, por lo que solo consisten en una excusa para reemplazar la polenta en la errónea promesa de llenar las heladeras.
Las exportaciones
Cualquier economista explica que el aumento de los precios de la carne obedece a la presión fiscal, la emisión monetaria o el déficit fiscal, pero las series históricas demuestran que nada tienen que ver las exportaciones con los precios internos.
Tanto para la carne vacuna como para el resto de los productos alimenticios, se puede afirmar que el consumidor argentino ha perdido poder adquisitivo y una forma de mostrar esa pérdida, es medir el Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM) en kilos de asado.
En el cuadro siguiente puede apreciarse que hasta el año 2015 (gestión FPV) con un SMVM promedio se podía adquirir unos 70 kilos de asado, en el periodo 2015/19 (gestión de JxC) el SMVM alcanzaba para de 67 kg de asado y a partir de 2020 (nueva gestión FPV) el salario mínimo apenas alcanzó para adquirir 52 kilos de asado y en lo que va del año 2021 estamos entre 36 y 38 kg promedio, con tendencia a la baja.
Claramente, cuando aumentaron las exportaciones a la luz de las estadísticas, los aumentos al consumo interno estuvieron porcentualmente por debajo, mientras en la situación contraria, cuando se desplomaron las exportaciones, los precios internos se fueron a las nubes.
Un capítulo aparte, resulta el cierre de la exportación de carne kosher con destino a Israel que en 2020 importó 27.310 toneladas, 15,1% más que el año anterior, por US$189,8 millones. Destino que permite integrar mejor el cuarto delantero con otros destinos de buen valor que demandan los cortes del cuarto trasero. Israel deja de comprar a Polonia, privilegia nuestras compras y los dejamos a mitad de camino, como a Alemania en 2006 en pleno mundial de fútbol, repleta de turistas cuando compraba el 80% de la Cuota Hilton.
Cuando se desplomaron las exportaciones los precios internos se fueron a las nubes
La carne vacuna desde Lisandro de la Torre hasta la actualidad ha tenido un precio “político” y ha sido primera plana por el precio en todos los diarios. Siempre tuvo peso político para las diferentes administraciones, a punto tal que hasta en una oportunidad se llegó a sacar de la determinación del Índice de Precios al Consumidor que estima la inflación.
Felizmente, con el reciente anuncio de ayuda para la industria avícola y los créditos a los feedlots, parecieran haber entendido que el camino es aumentar la producción y no limitar las exportaciones. Faltaría la honestidad política de dejar sin efecto la poco feliz iniciativa de cerrar o limitar las exportaciones y no confundir una oportunidad histórica con una coyuntura electoral.
Decisiones a la altura de las circunstancias son las que diferencian a los estadistas de los oportunistas. Actuando metafóricamente con los juegos de mesa y de estrategia, están jugando a las Damas -que cuando avanza come todo- y se olvidaron -como en el ajedrez- de planificar cuatro cinco movidas pensando en el futuro de esta producción y de todos los argentinos.
El autor fue presidente de la exOncca y exdirector Nacional de Control Comercial Agropecuario
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