Graciela Cappelletti alertó que, por las restricciones para exportar carne, las vacas que ya no tienen un destino productivo se van a morir en los campos
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“Las vacas se nos van a morir en los campos”, reclama, desesperada, Graciela Cappelletti, una productora agropecuaria de la zona del sur de la provincia de Santa Fe sobre la Costa del Arroyo Saladillo, luego de que el Gobierno prorrogara por dos meses, hasta el 31 de octubre próximo, el cepo a la exportación de carne vacuna que cuotificó en un 50% los embarques al exterior. Junto a su familia tienen un establecimiento con aproximadamente 150 vacas, muchas de la llamada “vaca china”, que es el animal que llegó al final de su ciclo productivo y antes se colocaba para ese mercado sin restricciones.
Algo similar plantea Hernán Alejandro Graciarena, un productor agropecuario que tiene campo en el sur de la provincia de Córdoba y en la zona de General Villegas y en Balcarce, provincia de Buenos Aires. Comenta: “Tengo 200 vacas que en estos momentos las tengo que asistir para que sobrevivan. Algunas se han muerto porque ya no tienen dientes, están muy viejas”.
No encontrar compradores para este tipo de animal no es al único problema al que se enfrentan por las restricciones a la exportación de carne. Ambos coinciden en que trabajan bajo un clima de incertidumbre que no les permite proyectar y que cada vez se les complica más vender la hacienda.
“Para nosotros los productores es muy difícil trabajar si no tenemos medidas claras porque en la ganadería, cuando vos apostás, apostás a años. Uno pone en juego muchas cosas”, detalla la productora.
Este año, los Cappelletti duplicaron las cabezas para realizar un sistema de producción más intensivo con implantación de pasturas. “Teníamos la idea de vender las vacas viejas, estábamos inclusive en condiciones de exportarlas, pero el Gobierno tomó esta medida que nos queremos morir porque uno sacrificó un montón y al final fue para la nada”, explica.
Agrega que habían realizado inversiones en animales, en pasturas y alimentación en general. “Es una lástima que este país no le de oportunidades a la gente de campo, el laburante que piensa en la Argentina porque invierte y gasta en el país”, indica.
Explica que en su campo actualmente hay muchas vacas. Si bien ahora están produciendo, no van a poder ser nuevamente entoradas porque están viejas. “A los productores se nos van a morir las vacas en los campos, porque cortaron la exportación de un corte comercial que la Argentina no consume”, reclama.
Por su parte, Graciarena señala: “Tenemos muchas vacas que llegan a un estado adulto que mandamos a último ternero, que se llama CUT. Entonces, nos hacíamos de un lote de vacas que nos daban casi el precio de una vaca nueva preñada. Hubo un momento en que era muy beneficioso lo que sacábamos de una vaca que acá no se consume. No entiendo por qué nos prohibieron eso”.
“No entra ni un gramo más de carne en el mercado interno. Se nos complica vender algo excelente. Los frigoríficos están abarrotados de carne y exportar cada vez es más engorroso. La cadena productiva está rota”, se queja.
Ambos coinciden que las pérdidas ocasionadas por las restricciones a la exportación van desde el productor hasta el consumidor. “Siempre los extremos de la cadena fueron los que durante todo este tiempo se sintieron perjudicados, pero no hay que olvidar a los frigoríficos y a los trabajadores de las industrias, que también se sintieron tocados por la disminución de la actividad”, destaca la productora.
En ese sentido hizo referencia al informe del Instituto de Estudios Económicos de la Sociedad Rural Argentina (SRA), que revela que la cadena del sector, que incluye a productores, frigoríficos, empleados, servicios vinculados, entre otros rubros, viene perdiendo más de ocho millones de dólares por día desde que las autoridades comenzaron a intervenir en la actividad. En tanto, la cifra acumulada como pérdida desde entonces se ubica en US$1084 millones.
“Son cifras abrumadoras, es una enormidad para un país que no se puede permitir esas pérdidas en alimentos”, sostiene
Frente a este contexto, la productora confiesa: ”Muchas veces me dieron ganas de largar todo e irme, pero al final siempre termino decidiendo seguir luchándola. Eso es lo que pasa siempre con el productor; a pesar de no tener medidas claras, siempre apuesta y sigue adelante”.
A pesar de que ella decide continuar en la actividad, remarca: “Se hace muy difícil seguir así con un Gobierno que tenés que ir aguantando todo el tiempo con escenarios de confrontación, que te señalen como el culpable y no poder tener un diálogo. Nos señalan como oligarcas, pero en realidad somos laburantes que a pesar de que no tenemos reglas claras decidimos seguir con la cultura de la cría de vacas”.
Con un nudo en la garganta, la productora lamenta: “Uno sigue apostando a este país, pero nuestros hijos adolescentes y jóvenes están pensando en Ezeiza. Que feo panorama y sabor amargo hay en la Argentina”. Ella es la segunda generación. Fue su padre el que comenzó con la actividad ganadera. “Mis hijos ya piensan en irse del país”, se lamenta.
“Nosotros los productores estamos dispuestos a seguir produciendo alimentos para toda la Argentina, déjennos laburar, pongan reglas claras”, pide.
Graciarena coincide con Cappelletti: “Más allá del descontento que tenemos por las medidas que ya se han tomado, tenemos tanta incertidumbre que no sabemos bien cómo seguir porque las medidas cambian todo el tiempo”. Añade: “Necesitamos previsibilidad. En este momento la política agropecuaria es una risa, están pensando en un plan ganadero y cierran las exportaciones”.
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