La urgencia de los funcionarios y, en muchos casos, el desconocimiento del sector de ganados y carnes, hace difícil un diálogo que logre soluciones de mediano y largo plazo.
¿Por qué en ganadería se necesita pensar a mediano y largo plazo? Porque es una producción biológica que requiere respetar sus propios tiempos para aumentar la producción. A diferencia de una fábrica de tornillos en la cual, si existe la decisión empresaria, solo hay que aumentar las horas de trabajo para aumentar la producción, una vaca necesita nueve meses para darnos un ternero. Y si nos regimos por el índice de destete nacional, por cada 100 vacas en servicio se obtienen 65/70 terneros/año. Además, debemos contemplar el período de lactancia hasta el destete.
Aquellos que analizamos este sector desde hace muchos años estamos convencidos de que la única forma de evitar que el precio relativo de la carne vacuna suba sistemáticamente, es a través del aumento de la producción ganadera. Ahora, para sacar al sector del estancamiento de décadas y que la oferta crezca de forma sostenida en el tiempo, necesitamos en primera instancia previsibilidad en el mediano y largo plazo.
En este sentido, lo expresado por el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, luego de la reunión con algunos representantes de la cadena de carnes, respecto de la necesidad de aumentar la producción ganadera para elevar la producción de carne, generando así más oferta para consumo y exportación, es una muy buena noticia para productores, industriales y consumidores.
Sustentable
Al respecto, entendemos que para aumentar la producción de carne de manera sustentable el sector necesita un horizonte previsible para los próximos cinco años. Una forma de generar esa confianza puede ser aplicada directamente y sin dilación, por el Ministerio de Agricultura, con una resolución que incremente el peso de faena (reducido en 50 kg de un día para el otro por el gobierno anterior sin sustento en la producción).
A nuestro juicio, la medida debería implementarse de manera escalonada, para evitar la caída instantánea de la oferta y brindar previsibilidad, hasta llegar a un peso mínimo de faena de 400 kg. A modo de ejemplo, pensemos que si este mes el Sr. Ministro firmara una resolución en la que dispone que a partir del 1ro. de junio de 2022 el peso mínimo de faena será de 320 kg vivo, que a su vez aumentará en 20 kilos cada 6 meses hasta llegar a un peso mínimo de 400 kilos, con nuestra faena promedio de 12 millones de cabezas anuales, en 2 años y medio habremos aumentado la producción de carne en 600.000 toneladas con el mismo stock ganadero que tenemos en la actualidad.
Esas 600.000 toneladas equivalen al 20% de la producción de los últimos 20 años, y si se distribuye en la misma proporción actual entre consumo y exportación (75/25), ese aumento de la producción aportaría 450.000 toneladas al consumo y 150.000 a la exportación de un modo simple que no requiere de recursos económicos por parte del Estado, ya que no se trata ni de un subsidio ni de una quita impositiva.
La carne no puede “bajar inmediatamente” como quieren los funcionarios, porque los ciclos biológicos no lo permiten. Pero existen medidas positivas que pueden adoptarse.
Este es el momento indicado para recuperar el peso de faena dado que las actuales condiciones macroeconómicas generaron la recuperación de las recrías largas para ingresar animales más pesados a los corrales.
Es decir, la modificación de la norma publicada con 6 meses de anticipación permitiría a todos los actores de la cadena cumplirla, sin que se produzca desabastecimiento y al mismo tiempo les daría a los productores un horizonte de futuro para que sigan apostando por el aumento de la producción.
Finalmente, también es bueno recordar que una política que fomente el aumento de la producción no implica favorecer a los grandes terratenientes a expensas del pueblo. En absoluto. La oligarquía ganadera es cosa del pasado. En nuestro país hoy existen 220.000 productores ganaderos, de los cuales 165.000 son pyme. Pero no están solos, porque el sector de ganados y carnes también lo integran 4300 matarifes y frigoríficos, 60.000 carnicerías y, sobre todo, 45 millones de consumidores que pagan, cuando pueden, los precios al público.
El autor es presidente de la Cámara de la Industria y el Comercio de las Carnes de la República Argentina (Ciccra)
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