En el ámbito cinematográfico se habla de remake cuando se presenta una vieja película reciclada, con nuevos actores (a veces son los mismos también reciclados) y algún cambio de interpretación a cargo del nuevo director. La nueva versión puede ser mejor o peor que la anterior, pero lo único que sabemos es cómo empieza y cómo termina la historia.
La película del precio de la carne vacuna tiene la particularidad de que, aún estando vigente su primera versión de 2006, ya tenemos un nuevo estreno en la pantalla grande. Pero bueno, para los más chicos, y para los que la memoria no los acompaña, les refresco la trama.
Introducción, el nudo y el desenlace
Primera parte. En un mundo lleno de oportunidades vienen creciendo las exportaciones de carne vacuna a un buen ritmo. En un contexto de un país inflacionario, sube también el precio de la carne vacuna. El gobierno nacional decide cerrar las exportaciones de la carne vacuna para que todos puedan comer más cantidad a menor precio.
Segunda parte. El negocio deja de ser atractivo, los productores no encuentran incentivo para invertir tanta plata durante tantos años. Se liquida hacienda y, por sobreoferta, bajan los precios de la carne y se consume más.
Tercera parte. Desenlace. Se reducen las existencias de hacienda drásticamente, baja la producción de carne, se reduce la cantidad de producto disponible para los consumidores y finalmente suben los precios por encima del valor inicial.
Todos pierden
¿Quiénes son los ganadores y los perdedores en esta historia? Atreviéndome a seguir spoileando un poco más, les cuento que todos pierden, pero no a la vez, sino que en distintos momentos.
Si se divide la película en dos partes, en la primera pierde el productor que viene esperando el momento de venta de su hacienda luego de dos o tres años de inversión en producción. Seguramente, en 2018 no imaginó la noticia del 17/5/2021. En ese caso nunca hubiese invertido y trabajado durante tres años.
Esto vale también para el productor que hoy tiene que decidir invertir pensando en tres años, en 2024; ya no tiene que pensar más. Pierde la industria exportadora, con modelos de negocio de elevados costos y exigencias sanitarias que solo son viables si exporta.
Pierden los proveedores de insumos y los comerciales. Baja la productividad, pierde la tecnología y el conocimiento. Pierde el Estado, 204 millones de dólares al mes, y 18 millones de dólares recaudados en concepto de derechos de exportación.
Pierde la Argentina mercados difíciles de recuperar. Ya no solo somos poco confiables como deudores; ahora también como proveedores. Celebran, incrédulos, los competidores de la región; literalmente, no lo pueden creer.
Vayamos ahora a fundamentar con datos. En 2006, el stock bovino era de 58,7 millones de cabezas y terminaba cinco años después con 48 millones de cabezas. Entre 2005 y 2011, la producción de carne cayó un 21%, el consumo un 13% y la exportación un 70%.
Lo único que subió, y con fuerza, fue el precio de la hacienda. Según datos de Ministerio de Agroindustria, el kilogramo de novillo en pie valía US$0,77 en marzo de 2006, mientras que en 2011 el mismo animal cotizaba a US$1,98/kg, con una suba de 156% en dólares que tiene su justificación: se perdieron tres millones de novillos del stock.
Para ir cerrando este espacio de película, algunas reflexiones e interrogantes que me quedaron al haber visto esta saga varias veces son las siguientes:
- El ganadero tiene un amor no correspondido con el país. Optimista y emprendedor por naturaleza, concentra sus esfuerzos en una actividad de ciclos biológicos largos en un país de corto plazo.
- Tenemos impreso en el ADN un gen que convierte toda oportunidad en amenaza.
- La carne parece ser algo así como un bien público, pero con inversión y riesgo privado.
- Dudas: si la carne es tan cara en la Argentina, ¿por qué no se importa carne barata de los países vecinos? ¿Será que se han debilitado nuestros salarios y todo nos parece caro?
La carne barata de hoy, es carne cara mañana. Esta regla no falla. Lo malo que sucede una vez no debería volver a suceder; lo que sucede dos veces puede suceder siempre. Hagamos que no suceda.
Por último, me olvidaba decir que la novedad de esta nueva versión es que ¡no estamos solos! En marzo pasado la población consumió 49,3kg/hab de carne de pollo y 16,54kg/hab de carne porcina; junto con los 48,62kg/hab de carne vacuna suman un total 114 kg/hab de proteína animal. En 2006, la población consumía 89kg/hab de proteína animal, el consumo de pollo era de 21kg/hab y el de cerdo, solo 6kg/hab.
La Argentina es el segundo país a nivel mundial con mayor consumo de proteína animal. El primer lugar lo ocupa Estados Unidos, que consume solo un 5% más que nosotros con un producto bruto interno por habitante siete veces superior al nuestro.
El autor es analista de ganados y carnes de AZ-Group
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