Han reaparecido en nuestro país recetas que nunca antes funcionaron. La elaboración de políticas públicas pareciera estar atravesada por conceptos restrictivos e intervencionistas. Cuadro que se ve más agravado cuando las medidas tendrán el efecto adverso al que persiguen en primer lugar.
Restringir, cerrar, congelar e intervenir son verbos que nos condenan ya que impiden el normal desarrollo de las actividades económicas. Este tipo de decisiones parecieran ser un fantasma al servicio del actual oficialismo, un manotazo de ahogado, una carta lista para ser usada con estrictos fines electorales o como cortinas de humo.
El lunes por la noche se dio a conocer el anuncio del cierre de las exportaciones de carne, por un lapso de 30 días. El presunto objetivo del gobierno es la estabilización de precios en el mercado interno. Suena familiar porque ya lo hemos vivido: la historia no se repite, pero bien que rima.
En el 2006, cuando la misma medida fue tomada por el entonces Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, el país sufrió una de las peores recesiones de la historia de la ganadería. La medida, pensada supuestamente para mejorar las condiciones del mercado interno y bajar los precios de la carne en los mostradores, resultó en la reducción del stock nacional en 10 millones de cabezas, se fundió y sacó del negocio a cientos de miles de pequeños y medianos productores y para coronar, se alcanzaron precios de la carne en góndola máximos.
Pero los números parecerían no ser suficientes para el ejecutivo nacional desesperado por morigerar los efectos de una inflación galopante y sin techo, que no encuentra respiro tras ninguna de las medidas restrictivas que se han ido tomando.
Lo que es aún peor, da la sensación que lo decidido, que es una medida de alcance totalmente agro-ganadero, fue tomada en los despachos de la Secretaría de Comercio donde claramente desconocen en profundidad la realidad del campo argentino.
Vayamos a los datos: de la producción de carne bovina la Argentina se exporta en promedio el 25%, del cual un 75% (en volumen) tiene como destino China. El gigante asiático se caracteriza por demandar volumen y no calidad, cortes del cuarto delantero principalmente y generalmente de categorías como vaca descarte, CUT o viejas.
La demanda argentina apunta a cortes de mayor calidad, muchos de los cuales, salvo R&L, no se destinan a la exportación. Ni un kilo de carne de vaca de conserva o manufactura que hasta ayer viajaban a China serán consumidos mañana en la Argentina, puesto que nuestros consumidores prefieren cortes de mejor calidad.
En cambio, quienes “pagan el asado” en este escenario de restricciones son los pequeños y medianos productores, quienes en plena época de tactos y descartes de vacas improductivas, dependen enormemente de la venta de las mismas para reponer su stock productivo, invertir en mejoras, alimento y nuevas tecnologías para ser más sustentables, mejorar los índices productivos y en muchísimos casos, subsistir en una época donde se reduce el crecimiento de las pasturas y campos naturales, y la zafra de los terneros o bien terminó en marzo o bien comienza en agosto.
Como en todo relato, hay quienes festejan con abrazo de gol de media cancha esta resolución: los países exportadores de carne a quienes la Argentina dejaba atrás por su calidad y cantidad exportada celebran en estos momentos la ventana de oportunidad que el gobierno nacional fabricó para ellos. Por los próximos 30 días tendrán la posibilidad de vender con mucha menor presión de competencia y, si trabajan bien, hacerse de los contratos que la Argentina incumplirá en estas semanas.
Todas estas cuestiones, y tantas otras, parecen haberse obviado a la hora de tomar esta grave medida. El ejecutivo nacional decidió aumentar la carga al ya pesado cajón de requerimientos y problemas que tamizan el potencial del campo argentino. Como no pueden estatizar a los productores, recurren al intervencionismo más insensato y agresivo para suplir las falencias de la inoperancia de su (des) gobierno.
En plena negociación por la deuda, con faltas de vacunas y un abismal aumento de la pobreza es lamentable atacar a quienes producen riqueza y bienestar económico. De esta crisis se sale de la mano del campo trabajando a su par, pero no teniéndolo en contra.
Desde el Ateneo de la Sociedad Rural Argentina (SRA), añoramos ver un escenario donde el sector sea visto como un aliado estratégico y no como un enemigo.
La autora es presidenta del Ateneo de la Sociedad Rural Argentina (SRA)
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