Tras la flexibilización de las exportaciones de carne vacuna, el precio del alimento continuará subiendo, sin dudas; de hecho, las decisiones políticas de los últimos cuatro meses aseguran esas subas
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El gobierno nacional decidió dar marcha atrás con una de las medidas más absurdas que había anunciado en mayo restringiendo las exportaciones de carne vacuna. A partir de ahora, se podrá exportar vaca de descarte completa hacia China, es decir lo que nadie quiere consumir aquí.
El objetivo, detrás de la excusa de la restricción, era bajar el precio de la carne vacuna para así ganar simpatía electoral entre los indecisos, nucleados principalmente en la clase media. El resultado: la carne vacuna en agosto pasado se ubicó un 9% más cara que en el mes de abril, previo al cierre de exportaciones y la carne de descarte, que le sacamos de la boca a los chinos, siguió sin verse en las góndolas.
Pero hay que decir, también, que en agosto el precio de la carne al consumidor bajó un 1,6% respecto de julio, es decir que en promedio nos ahorramos unos $12/kg consumido, que seguramente se escurrieron entre el 2,5% de inflación.
¿Valió la pena? La Sociedad Rural Argentina (SRA) ubicó el costo asumido por la cadena de la carne vacuna en torno a los 1000 millones de dólares. Ya no hay vuelta atrás para el que tuvo que malvender sus vacas durante el invierno al quedarse sin pasto o para el aventurero que hace unos tres años atrás asumió los riesgos, el trabajo, el tiempo, los costos económicos y financieros para producir el novillo que tres años después un escritorio le niega su venta.
La carne vacuna ha perdido poder político al ritmo que fue resignando participación en la dieta de los argentinos. Sin ir muy lejos, en 2000 se consumían 64,5 kilos de carne vacuna por habitante, que representaban el 70% del consumo total de proteína animal (vacuna, aviar y porcina).
Hoy se consumen alrededor de 46 kilos, que representan el 43% del total consumido de proteína. Hace rato, los bifes perdieron el quorum en la mesa de los argentinos. El consumo total de proteínas animales creció un 16% desde 2000; somos el segundo país consumidor de proteína animal del mundo, pero el número 91 en ingresos por habitante.
Se dio esta semana el primer encuentro Gobierno-campo post PASO. Se pueden hacer tres consideraciones sobre el antes, el durante y el después de la reunión.
Primero, hay que resaltar la velocidad de propagación del daño. Alcanzaron solo cuatro meses para que los perjuicios se trasladaran de punta a punta, desde el productor hasta el Gobierno. La realidad expuso todas las incoherencias de los que deciden hablando mucho y escuchando poco y a pocos.
Segundo, dando vuelta la página, habría que ver todo lo positivo que implica hacia adelante recuperar los volúmenes exportables a China en un momento clave del año para ese mercado.
También es positiva la ampliación para el acceso a créditos a tasas subsidiadas para ganaderos sin condicionamientos por tenencia de granos. Y también es positiva la voluntad de construir en la agenda un nuevo espacio de diálogo permanente entre el Gobierno y el campo. Nuevo ministro, pero con previa experiencia en manejo de incendios.
Tercero, todo lo nuevo sirve para corregir lo viejo y así es muy difícil avanzar con los problemas de fondo. El precio de la carne va a seguir subiendo, sin dudas; de hecho, las decisiones políticas de los últimos cuatro meses aseguran esas subas. Por otro lado, si los planes de crecimiento para la producción están sujetos a revisión constante de precios será muy difícil generar el ecosistema necesario para lograr más consumo y exportación.
El autor es consultor de ganados y carnes de AZ Group
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