Gisele Remorini maneja un establecimiento que vende en La Plata en dos carnicerías propias y en otras de la provincia de Buenos Aires
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Gisele Remorini es la hija del hombre con la matrícula para operar más vieja en el Mercado de Hacienda de Liniers. Al tratarse de un rubro en el que predominan los hombres, su padre Raúl prefería que sea su hijo varón quien lo acompañe al mercado, pero a él no le gustaba. La única interesada en seguir sus pasos era su única hija mujer: Gisele, que se familiarizó con el oficio de matarife, empezó a vender carne por su cuenta y en la actualidad es la encargada del frigorífico de su padre en La Plata.
“Al principio a mi papá no le gustaba mucho la idea, viene de una generación y familia bastante machista y era como que la mujer solo lo tenía que acompañar así que me costó sacarle eso, pero lo entendió y al final él fue mi maestro”, dijo Gisele.
En el frigorífico familiar, que lleva el nombre y apellido de su padre, faenan alrededor de 1000 cabezas por semana. La carne se distribuye en carnicerías de la provincia de Buenos Aires, dos de las cuales son propias en La Plata. “Mi matrícula, que se llama Star Meats, es de 300 cabezas por semana y los otros matarifes, a los que le prestamos servicio, hacen entre 700 y 800”, explicó en diálogo con LA NACION. En la empresa trabajan 37 empleados, “todos hombres”, expresó entre risas. Reconoce que ser la única mujer es algo que nunca le molestó. “Siempre me sentí respetada. Tengo muy buena relación con mis empleados y con los gremios”, señaló.
“Desde que empecé en esto que me paré con mucha convicción. Me pongo firme desde el vamos. De por sí, yo desde chica que tengo carácter. Pero no tuve ninguna situación que diga esto me pasó por ser mujer”, explica. “Igual es importante pararte firme desde la entrada porque si vas mansita te pasan por arriba. En cambio si te ven confiada te tratan como lo que sos: igual”.
Apenas terminó el colegio secundario, empezó a trabajar en la carnicería de su padre. “Ahí aprendí los cortes, a trozar pollo y a despostar. No hay un corte que yo no te reconozca. A mí no me vas a vender paleta por cuadril”, señaló.
A los 20 años empezó con su hermano a vender carne a carnicerías y personas que antes eran clientes de su padre. “Con mi hermano arrancamos juntos, pero como a él no le gustaba se empezó a dedicar a la venta de menudencias, que son las achuras; yo seguí con la carne”, relató.
Sin embargo, al tiempo quiso probar algo nuevo y se inscribió en la carrera de abogacía. “Siempre fui de que si me daban ganas de hacer algo largaba todo e iba por eso”, cuenta. Pero su iniciación en el mundo del litigio no le duró mucho tiempo. Al año ya había vuelto con los matarifes.
Regreso
Así fue como en 2014, acompañada de su papá, retomó al mercado ganadero. “Me fue enseñando. Después ya iba sola”, indicó. La adrenalina por ganar en el remate de hacienda es su momento preferido. “Me apasiona la situación de correr con otro matarife para llevarte las vacas”, subrayó. Desde que era chiquita disfrutaba de ir a los remates de antigüedades con su papá. “Creó que también tiene que ver con eso porque me gustan los remates en general”, recordó.
Con la llegada de su único hijo, abandonó sus recorridos por las pasarelas de Liniers, aunque cuando puede asegura que le deja el hijo a su mamá y hace una “escapadita”. Ahora el que se ocupa de eso es su marido y ella trabaja en el frigorífico, acompañada de su hermano, porque su padre se jubiló.
No obstante, su hermano sigue abocado a la menudencia y el mantenimiento y ella habla con los matarifes. “Me dicen que soy la única mujer con la que tratan en el sector. A mí es lo que más me gusta, tratar con ellos y con los usuarios. Ir al mercado y ver la hacienda”, afirmó.
La primera vez que vio una faena fue cuando apenas tenía 12 años. “Fue bastante shockeante, es un momento que todavía no puedo borrar de mi cabeza. Si digo que es todo color de rosa te estoy mintiendo”, indicó.
Está orgullosa de haber elegido seguir con una tradición familiar iniciada por su abuelo, Rodolfo, que abrió la primera carnicería en Bartolomé Bavio, cerca de La Plata. Rodolfo empezó a llevar a su hijo, Raúl, el papá de Gisele, a los remates desde los 12 años. Raúl fundó el frigorífico en el que trabaja ella ahora.
Esta nota se publicó originalmente el 17 de julio de 2021
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