El cuidado de bosques y ecosistemas naturales puede ser compatible con modelos que interactúen con los recursos ya existentes
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Bosques, pastizales, humedales y sabanas están siendo reemplazados a un ritmo alarmante debido a la expansión agrícola, vinculada a la demanda mundial de productos como la soja, la carne o el aceite de palma. El Informe Planeta Vivo 2022 de WWF advierte que la creciente destrucción de la naturaleza está teniendo impactos catastróficos no solo en las poblaciones de vida silvestre, sino también en la salud humana, los medios de vida y la seguridad alimentaria.
Para resolver el conflicto entre la producción de alimentos y la conservación de la naturaleza, es necesario contar con información que permita diferenciar productos provenientes de un manejo sustentable de aquellos que provienen de sistemas de producción con alto impacto socioambiental. Hace falta un sistema de trazabilidad que combine información sobre el sistema de producción, el ecosistema donde se desarrolla y los impactos generados. Así, es posible rastrear el camino recorrido por un producto comercial desde su origen hasta su destino final, identificando los impactos sociales y ambientales.
La Argentina es uno de los pocos países que ya cuenta con dos elementos fundamentales: un sistema de registro de establecimientos agropecuarios y seguimiento animal provisto por Senasa, y un sistema de monitoreo constante de deforestación por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable. Lograr que estos sistemas dialoguen y que se sume el monitoreo de transformación de los ambientes naturales, permitiría el posicionamiento de una parte de nuestros productos con atributos diferenciales en materia de sustentabilidad y responder satisfactoriamente a las demandas comerciales, tanto locales como internacionales. En este sentido, desde 2019, Fundación Vida Silvestre trabaja en lograr que las exportaciones de carne vacuna de Argentina sean libres de deforestación y conversión.
Las cadenas agropecuarias deben tener un rol activo para frenar la pérdida de biodiversidad y fomentar la restauración de los ecosistemas. Para lograr un verdadero cambio que permita compatibilizar producción y conservación, asegurando calidad y cantidad de alimentos para una población creciente y el ingreso de dividendos para el país, los modelos de producción deben:
- Minimizar la conversión de ambientes naturales;
- Impulsar la restauración de ecosistemas degradados y transformados y la recuperación de ambientes productivos;
- Promover paisajes resilientes con ambientes naturales sanos y conectados que alberguen a la biodiversidad nativa y protejan los servicios ecosistémicos.
- Reducir emisiones y aumentar el secuestro de CO2 para ayudar a no superar el 1,5ºC promedio en la temperatura global.
En ese sentido, el Manejo de Bosques con Ganadería Integrada (MBGI) es una herramienta que busca fomentar y contribuir al uso sustentable de los bosques nativos y se plantea como una alternativa de producción compatible con la conservación. Su denominación refiere a la priorización en el manejo del bosque, integrando el desarrollo ganadero bajo preceptos de sustentabilidad ambiental. Para ello, el MBGI requiere de la planificación de toda actividad ganadera dentro de un bosque nativo que, complementando los objetivos productivos, conserve la dinámica del bosque, con la biodiversidad asociada.
Un modelo similar al MBGI y que puede tomarse como ejemplo de producción y conservación es la Estancia La Media Legua, de Walter y Pablo Poncio, ubicada en la provincia de Chaco. El campo, de 3200 hectáreas, se dedica a la ganadería y sigue un régimen de rolado donde no se toca el 30% de la superficie de cada potrero. Además, hay un monte de bosque nativo con más de 200 árboles/ha y se han registrado tapires, pecaríes, osos hormigueros, guazunchos, ñandúes y conejos de los palos.
El camino es claro: redefinir los modelos productivos y contar con sistemas confiables de monitoreo, que contribuyan eficazmente a la conservación de los bosques y ecosistemas naturales y que reduzcan los impactos socioambientales negativos de la actividad agropecuaria en nuestro país.
El autor es director general de la Fundación Vida Silvestre Argentina
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