La última vez que escuché al secretario de Comercio, Matías Tombolini, hablar de acuerdos voluntarios para participar del programa de Precios Justos o que el brutal incremento de la inflación en alimentos del mes de marzo se debió, no solo a la sequía, olas de calor y la gripe aviar (no hizo hincapié en la guerra como lo hizo la portavoz presidencial) sino a “groseros incumplimientos” de los comercios de cercanía, me puse a analizar qué pasó con los “precios justos” de la carne vacuna en el primer mes, completo, de su implementación.
Revisando publicaciones oficiales me concentré en los anuncios del programa, verificando la batería de medidas que aseguraría su cumplimiento: precios con descuentos del 30% para 7 cortes a los que se prohíbe su exportación para asegurar un volumen que debería representar el 15% del consumo nacional y un “estímulo voluntario” a participar a los exportadores para poder exportar, siempre y cuando aporten al programa.
Además, descuentos del 10% directo para el consumidor hasta un monto de compra de $20.000, que se elevaría al 35% cuando la compra se realiza con tarjetas de bancos oficiales, y una serie de beneficios fiscales para los comercios que se sumaran al programa.
Esperanzado con la medida, me propuse verificar qué había ocurrido en el primer mes completo de implementación. Cargando los datos publicados por el Indec y los del Ipcva (Instituto de la Carne Vacuna Argentina) casi me desmayo cuando aparecieron los datos del siguiente grafico:
Las diferencias entre los precios reales y los acordados en el programa de “precios justos” oscilaban entre el 46 y el 74% según el corte, pero que terminaron promedianto el 58,4%.
En ese momento me pregunté: ¿no habré metido el dedo en la tecla equivocada? Luego de repetir el cálculo varias, el 58,44% se repitió hasta el cansancio y tomé conciencia que, si el resultado era correcto, lo que estaba equivocado era el método utilizado.
Pese a todas las zanahorias y garrotes incorporados, que incluyeron a multitudes de entusiastas jóvenes camporistas “para la revolución” y gremialistas que parecía que se iban a comer los chicos crudos, pero que finalmente fracasaron porque, parece, no les contaron que el trabajo no era del dia que iban las cámaras de televisión sino que era todos los días, de 9 a 20. La próxima vez, seguramente habrá otra, no sean malos, cuenten la versión completa y no solo la que ajusta al relato.
Números
Con los datos a la vista, miré un poco más y vi que el ajuste interanual del IPC dio el 104,3%, mientras que el precio del novillo publicado por el Mercado Agroganadero solo ajustó el 62,6% (41,4 puntos porcentuales detrás de la inflación). En tanto, la carne al consumidor, con el 87,4%, quedó 17 puntos por detrás del IPC.
Esta vez me aseguré de recalcular varias veces antes de contárselos y, no solo me dio igual, sino que volvió a surgirme una duda que me atormenta desde la niñez: ¿No era que la carne vacuna es la responsable histórica de la inflación y de atentar contra la mesa de los argentinos? ¿Cómo se explica un diferencial de 25 puntos porcentuales entre la carne y el ganado cuando este representa el 100% del costo de la materia prima? Ahí me planté y me dije: que lo expliquen los que saben, hasta aquí llegué.
Me permito terminar la nota dando un consejo a los actuales y futuros funcionarios: si quieren incrementar la producción, abastecer mercados, generar estímulos a la cadena, ingreso de divisas y asegurar la mesa de los argentinos, por favor no cierre o limiten las exportaciones, ya que al hacerlo solo lograrán que se envíen animales a faena mucho más livianos, ya que son y serán las exportaciones (bibliotecas completas sobre el tema) el estímulo imbatible para incrementar significativamente el peso de cada animal y la oferta total.
Recordando al genio de Albert Einstein, ¿por qué no prueban cambiar y liberar todas las trabas? Me animo a afirmar que lo harán con un costo estatal infinitamente menor, darán mayor estímulo para impulsar el potencial existente en todos los eslabones de la cadena y habrá más carne para todos y todas.
El autor es consultor ganadero
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