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Zvonimir Boban: el romántico nacionalista que con un golpe incendió los Balcanes
El talento y el virtuosismo con la pelota resultó un sello de la trayectoria futbolística de Zvonimir Boban. La estrella logró su mayor brillo en Milan, con el que celebró nueve títulos en los años 90: la Liga de Campeones de Europa, en 1994, y cuatro scudettos, se ofrecen como los galardones de jerarquía; a Italia regresó hace un par de temporadas para asumir como director deportivo de la escuadra rossonera, función de la que fue cesanteado en marzo pasado. Antes, actuó como secretario general adjunto de la FIFA, entre 2016 y 2018. Sin dudas, un hombre de fútbol que recorrió campos y escritorios. Pero 30 años atrás, en el legendario estadio Maksimir, de Zagreb, protagonizó una acción política impensada, una escena que lo convirtió en una bandera de la causa nacionalista croata, meses antes del estallido de la Guerra de los Balcanes, el peor conflicto bélico en el Viejo Continente, después de la Segunda Guerra Mundial.
En 1990, el clásico entre Dínamo Zagreb y Estrella Roja, de Belgrado, era más que un partido de fútbol: era el juego que ponía frente a frente a croatas y a serbios en un pasaje crítico de la convivencia en la entonces Yugoslavia, un estado con siete fronteras, seis repúblicas, cinco nacionalidades, cuatro idiomas, tres religiones y dos alfabetos… Un país que se sostuvo enlazado hasta la muerte del líder Josep Brotz, el Mariscal Tito, el 4 de mayo de 1980; una década después, sin aquel mando con mano de hierro, las diferencias étnicas y religiosas explotaron con el deseo separatista de croatas, bosnios, eslovenos...
El 6 de mayo de 1990, Franjo Tudjman, de la Unión Democrática Croata, se impuso en las elecciones multipartidistas; la victoria alentaba la independencia, aunque el líder serbio Slobidan Milosevic estaba dispuesto a mantener el sistema comunista en toda Yugoslavia. Siete días más tarde, el fútbol expuso al mundo las divergencias y la hostilidad que se anidaba en ese territorio. El 13 de mayo se presentó como el prólogo de una guerra que se extendió hasta 1995 y dejó un saldo de 20 mil muertos. Y ahí estuvo Boban: "Ahí estaba yo, una cara pública, dispuesta a arriesgar mi vida, mi carrera, todo lo que la fama puede comprar… Todo por un ideal, todo por una causa: la causa croata".
El ejército de Arkan y los Bad Blues Boys
Faltaba una hora para el horario del partido y en las calles y en las tribunas se encendía la violencia. A Estrella Roja, desde Belgrado, lo acompañó 3 mil hinchas; nacionalistas serbios –los Delije-, que saltaron de la estación de tren de Zagreb al grito de "mataremos a Tudjman", "Croacia es Yugoslavia" y Do topole Do topole", un himno que entonaban los chetniks, la organización guerrillera nacionalista serbia de oposición al imperio Otomano, durante el siglo XIX. La caravana era custodiada por policías, en su inmensa mayoría también serbios, los que no desalentaban las amenazas ni el estado de exaltación de los hinchas. Los Delije, que durante la guerra serían un cuerpo de paramilitares serbios que pelearon contra Croacia y Bosnia-Herzegovina, eran dirigidos por Zelijko Raznatovic, conocido como Arkan, un líder paramilitar que reclutó a 10 mil hinchas para combatir en los Balcanes; acusado de crímenes de guerra contra croatas y bosnios, fue asesinado el 16 de enero de 2000 en el vestíbulo del hotel Intercontinental de Belgrado.
Con los dos planteles en el campo de juego ensayando la entrada en calor, los desmanes en las gradas no cedieron. De azul, Dinamo, de Zagreb, con Boban, Davor Suker, Drazen Ladic, Alen Peternac y Mladen Mladenovic…; en otro sector, de blanco y rojo, los futbolistas de Estrella Roja, donde sobresalían Robert Prosinecki, Dragan Stojkovic, Dejan Savicevic, Vlada Stosic… Pero los ojos, irremediablemente, se desviaban hacia los hinchas: los simpatizantes serbios, que ocupaban la tribuna cabecera sur, empezaron a arrancar los carteles de publicidad ante la pasividad de los policías, que observaban el vandalismo. Los Bad Blues Boys, los fanáticos de Dinamo, defensores a ultranza de la independencia de Croacia, alimentaban fogatas con banderas de Yugoslavia, mientras lanzaban bengalas a la pista de atletismo.
La seguridad se desmadró cuando los hinchas serbios arremetieron contra el sector de plateas, donde los croatas fueron superados en número y en fuerza; los agresores atacaban y se replegaban, dejando en el piso heridos –en total se contabilizaron 300-; la batalla podía ser cuerpo a cuerpo o a distancia, con butacas y piedras que surcaban el aire. Ya en el campo de juego nadie se ejercitaba y el temor angustiaba. Cuando los Bad Blues Boys rompieron las rejas y tras pelear con la policía invadieron el terreno, el caos fue total. Los jugadores de Estrella Roja rápidamente partieron rumbo a los vestuarios para resguardarse de una posible golpiza. Los futbolistas de Dinamo Zagreb permanecieron por un rato en el césped. La policía inició la represión con sus porras, aunque el castigo tenía como blanco a los hinchas croatas.
La causa nacionalista croata
Camiseta N°10, de 21 años, Boban era un romántico nacionalista; lector de clásicos rusos como Chekhov y Dostoyevsky, se graduó en la carrera de Historia en la universidad de Zagreb, con una tesis sobre el cristianismo durante el Imperio Romano. Un distinto en la cancha y también fuera: años después y antes de un partido de selecciones, frente a Italia, señaló que si se tratara de un choque literario ganarían los italianos, "porque con Dante, Petrarca y Boccaccio en el equipo, no habría rival".
Incrédulo, Boban, que en 1987 integró el seleccionado yugoslavo que fue campeón mundial Sub 20, en Chile, y en 1998 jugó el primer mundial con Croacia, que terminó tercera en la Copa del Mundo de Francia 1998, observaba la barbarie desatada y la furia que descargaban los uniformados sobre los hinchas de Dinamo Zagreb. La paliza que recibía en el suelo un joven enfundado en una bandera croata le provocó una respuesta impensada: primero discutió con un agente, que intentó golpearlo; luego, corrió y se lanzó contra el policía derribándolo de una patada. Recibió de otro uniformado un golpe de porra en el brazo izquierdo, mientras un par de compañeros e hinchas lo auxiliaron y separaron de la escena.
"Era una injusticia. Los ultras de Estrella Roja destrozaron todo y la policía permaneció inmóvil, pero cuando los nuestros empezaron a defenderse tomaron medidas. Mientras estábamos en la cancha veía lo que sucedía en las gradas y comencé a decir palabras poco elegantes, porque estaban organizados para horrorizarlos. Y de ahí mi reacción: yo era como los otros compatriotas, pero llevaba la N°10 y se magnificó", recordó años después Boban, que fue escoltado hasta el vestuario por integrantes del plantel y varios ultras para no ser aprehendido por las fuerzas de seguridad serbias. En ese trayecto, desde las tribunas lo acompañó el grito de "Boban, Boban", un reconocimiento para quien terminaba de convertirse en héroe nacional.
"El pueblo croata reaccionó para exigir que ya no se podía más, que no se podía vivir bajo ese régimen. Ninguna persona inteligente podía aceptarlo. Fue una reacción joven, rebelde, pero no fuimos héroes. La guerra fue tremenda y ahí estuvieron realmente los héroes", desmenuzó el capitán de su selección en Francia 1998, el que arriesgó su fútbol y volvería a arriesgarlo debido a su convicción política: "Claramente que lo volvería a hacer, porque hablamos de la libertad de un pueblo, que es infinitamente más importante que una cuestión personal. Todo eso que sucedió significaba mucho más que mi carrera futbolística. Son momentos que difícilmente se puedan comprender y juzgar si no se viven". Por la agresión, Boban recibió un castigo de seis meses de suspensión de parte de la Federación yugoslava de fútbol, aunque aquel encuentro resultaría el último suyo en la historia de aquella liga.
Un partido que no se jugó, pero que dejó una huella histórica. En el estadio Maksimir, un relieve representa a hinchas convirtiéndose en soldados, bajo el que reza una inscripción: "Para los seguidores del equipo, que comenzaron la guerra con Serbia en este estadio el 13 de mayo de 1990".
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