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El Sub 20 de Venezuela: de la alegría por los resultados a la preocupación por la situación política del país
RANCAGUA, Chile.- De a uno o en grupos, identificados con camisetas vinotinto, de algún equipo de fútbol, banderas o gorras con los colores patrios, ellos le ponen color a cada una de las jornadas del campeonato Sudamericano Sub 20. El estadio el Teniente sirve de punto de encuentro para los hinchas venezolanos que alimentan el espíritu con las actuaciones de la selección que comanda Rafael Dudamel. Durante un par de horas, la coqueta cancha del club O’Higgins es una sucursal de lo que podría ser el Monumental de Maturín, el Metropolitano de Mérida o el Polideportivo Pueblo Nuevo de San Cristóbal. Venezuela se siente local en el certamen, un piso de 6 mil espectadores acompaña al equipo en cada juego. Vive su fiesta en territorio ajeno, porque más de 7300 kilómetros separan a la capital Caracas del escenario del hexagonal final del torneo. Los envuelve la pasión: se encienden con los éxitos y se apagan con la derrota, vibran cuando suena el himno nacional, el que entonan con voz alzada, orgullosos, a pesar de la angustia que les carcome por la situación política de su tierra natal.
La crisis venezolana tiene en vilo al mundo y ellos observan a la distancia, miran con preocupación. Se marcharon en busca de esperanza, la que perdieron hace tiempo cuando la hiperinflación, el desabastecimiento y el desempleo los expulsó. En los juveniles descubren ilusión, las selecciones menores son el estandarte que por estos tiempos logran unificar a una nación desmembrada. Lo fueron dos años atrás en el campeonato que se desarrolló en Ecuador y en donde Venezuela ensayó un papel protagónico; mucho más durante la Copa del Mundo Sub 20 de Corea del Sur, cuando la Vinotinto disputó la final frente a Inglaterra, que terminó consagrándose campeón.
Los de afuera alientan y los de adentro responden con su fútbol, pero también con sus actos. En la cancha, desplegando un juego que entusiasma y que en el hexagonal final encontró freno ante la Argentina. Rommel Ibarra es quien agita: el volante levanta los brazos y al instante los hinchas se paran y cantan. Los que acceden sobre la hora, copan las graderías Pacífico al grito de "ahí viene la avalancha". No es el caso de Nelson Mora, de 38 años, que siempre llega cuando promedia el segundo partido de la triple jornada, que en las tres fechas disputadas siempre tuvo a la Vinotinto como selección de cierre. Llegó desde San Cristobal, aunque su familia es de la isla Margarita. "Vine por trabajo, soy técnico electrónico, y ya hace dos años que vivo en Chile. Estos chicos te quitan un poco la angustia de las noticias que me llegan cuando hablo con mi madre. Mi deseo es regresar a Venezuela, pero con otro gobierno. Maduro se agotó, no le está haciendo un favor al pueblo", dice quien viste la camiseta vinotinto con el nombre de Rondón.
Con remeras de Deportivo Táchira, Juan Albornoz (28 años) y su hermano Ash (25) suben a paso ligero las escaleras para ocupar la tribuna Sur. A los recién llegados de Viña del Mar, a 300 kilómetros de esta ciudad, los espera su primo Mikel. "Vinimos para los partidos con Colombia y Chile, en la etapa de grupos. Ahora con Argentina, y volveremos contra Colombia y Ecuador. Este equipo ilusiona, como nos ilusionamos dos años atrás con la anterior Sub 20 en el Mundial. Queremos que éste envión se traslade a la Copa América y a las eliminatorias. Soñamos con clasificarnos por primera vez a una Copa del Mundo", relata José, mientras se acomoda una gorra con los colores de la bandera. Cuando habla de la crisis del país caribeño, es categórico: "No hay derechos para las personas. Se sufren arrestos, caes preso y se te acusa de terrorismo porque asistes a una marcha. Tus ingresos son en bolívares y los precios están dolarizados; los alimentos escasean, pero también los productos de higiene, de primera necesidad", agrega quien tiene a sus padres en San Cristóbal, en la región de Táchira, donde el domingo los manifestantes colmaron las avenidas reclamando la salida de Nicolás Maduro.
"Es imposible abstraer a los juveniles de lo que pasa en el país. Como regla de convivencia y para respetar los tiempos de descanso y de comidas, nosotros recogemos los celulares en esas horas. Pero claro que ellos dialogan con sus familias, sus amigos, y les comentan cuál es la situación. Pero aquí hay 23 futbolistas que están dando la vida por el país y se sienten orgullosos de ser venezolanos y de ponerse la Vinotinto. Ellos quieren transmitir ilusión y pasión", le comenta Dudamel a LA NACION, y le quita el tono a la polémica que se instaló antes del partido con Bolivia, cuando los jugadores en el vestuario cantaron "Y va a caer, y va a caer", en referencia a la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela.
El acompañamiento de los compatriotas en las tribunas colma de energía a Dudamel. "Vivimos una fiesta que desde las gradas baja a la cancha y la estamos disfrutando. En ningún momento nos distrajo la alegría y la felicidad de los venezolanos en Rancagua. Cada lugar que visitamos, los veo ganándose la vida con dignidad. Este es un lindo momento para darles alegrías a ellos. Nuestros muchachos sienten ese apoyo de ellos, los que están en el estadio y los que alientan desde Venezuela", agrega el seleccionador, que en la Copa del Mundo Sub 20 de Corea del Sur lanzó un mensaje pacificador, al conocerse el asesinato de un joven de 17 años en una de las manifestaciones en contra del presidente Maduro. "Presidente, paremos ya las armas. Esos chicos que salen a la calle lo único que quieren es una Venezuela mejor, la que ría, la que sonría y la que disfrute de la vida. Hoy la alegría nos la ha dado un chico de 17 años y ayer murió uno de 17 años", dijo a la cadena DirecTV Sports, después que Samuel Sosa –el N°10 de la actual Sub 20- marcara el gol del empate en las semifinales frente a Uruguay.
Venezuela y sus dos caras. En ese escenario, de caos y alegría, los juveniles de la Vinotinto son la única bandera capaz de unir al pueblo en tiempo de crisis.
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