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Brian O’Driscoll, una leyenda del rugby, produjo y realizó un documental sobre la salud mental de los deportistas luego del retiro y los golpes en el rugby
En su nueva función, el irlandés entrevistó a un abanico de personajes, en medio de confesiones de cómo sobrellevó su alejamiento y qué sigue perturbándolo a 8 años de dejar el deporte
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Brian O’Driscoll es un exjugador de rugby irlandés, una gloria del seleccionado de su país, con participaciones en cuatro Copas del Mundo. También resultó un ícono de Leinster, equipo en el que se inició en 1998, fue capitán durante varias temporadas y se despidió en 2014, sin haber dejado de vestir esa camiseta en 16 años. Es, además, miembro del Salón de la Fama de ese deporte desde 2016 y hoy, a los 43 años, continúa siendo el máximo anotador de tries de la historia del Seis Naciones. Por recorrido, logros y el respeto ganado, se convirtió un ejemplo de cómo sobrevivir con grandeza a los distintos cambios que fue teniendo el juego de la pelota ovalada en los últimos años. Y acaba de producir un documental enfocado en el retiro y la salud mental.
En una entrevista con el diario británico The Guardian, O’Driscoll profundiza en lo que son sus días hoy por hoy, desde sus visitas a un psiquiatra para ayudarlo a prepararse para la vida sin rugby hasta las jornadas angustiosas en las que se preocupaba por la aparición de la demencia después de todos los grandes golpes que había absorbido. Con la pelota en sus manos fue brillante, iluminó con su coraje. Desea conservar aquella lucidez.
“Mi sensación inicial cuando dejé el rugby fue que no podía salir lo suficientemente rápido porque sabía que estaba en decadencia masiva. Pero ganar el Seis Naciones fue un final de cuento de hadas. Estaba tan aliviado de salir ileso, pero también de que mi reputación estaba intacta”, recuerda, y agrega: “La gente buscaba más y lo bueno son las fiestas y las cosas lindas. Llegas a la próxima temporada y piensas: ‘Bueno, jugar rugby internacional es mejor que eso’. Ahí es cuando el retiro se siente”.
Se puso al hombro, esta vez, el documental, con experiencias propias y charlas con un intrigante contraste de personajes. Desde el exfutbolista y actual entrenador Gareth Southgate hasta el jockey Anthony “AP” McCoy, una leyenda de las pruebas con obstáculos. Los diálogos incluyen aquellas visitas preventivas a un psiquiatra, su claro reconocimiento del daño cerebral que puede causar el rugby y la pérdida de su amigo cercano Barry Twomey, que se suicidó en 2008.
O’Driscoll vio a un psiquiatra “tres o cuatro veces” mientras aún jugaba. “Me preparó para sentirme mal, para aceptar esos momentos en los que realmente desearías estar afuera. Me hizo entender que Irlanda y Leinster van a tener éxito, pero no hay forma de recuperar ese sentimiento. Durante tu carrera ese vaso siempre está medio lleno. Incluso cuando estás de capa caída puedes volver a ese lugar, pero no cuando estás retirado. Me ayudó a saber que es normal sentir pérdida y un poco de envidia hacia los que siguen jugando”, confesó a The Guardian.
“No sé si alguna vez podría decir que estuve deprimido. Eso es para que lo describa un médico, pero también es por eso que vi al médico antes de dejar el rugby. Quería adelantarme a la desventaja. Como todo el mundo, a veces me deprimo, pero mi estado emocional normalmente nunca fluctúa demasiado, ya sea con euforia o desilusión. Ése es mi maquillaje. Pero definitivamente hubo momentos en los que solamente estás avanzando y la falta un objetivo es un cambio enorme”, describió, tras reflexionar durante varios segundos.
BOD, como lo llaman en el mundo del rugby, dirige una productora bautizada “3 Rock”, que realizó su último documental junto con BT Sport. “Nada es igual a un partido de rugby. Sólo intentas convencerte que has hecho un buen programa. Piensas que fue genial, aunque, en realidad, eso no es arremangarse y vencer a Inglaterra o ganar un Grand Slam o volver contra Northampton en la final de la Copa Heineken en 2011. No se acerca”, compara.
Y nacen las crudas confesiones. McCoy admite que extraña “la agonía y la tortura” de aquellas carreras que corría y también sugiere, con una sonrisa seca, que “preferiría estar muerto antes que ver a alguien romperme el récord de 20 títulos consecutivos de jockey campeón”. “No sé si es mejor o peor para él haber logrado lo que hizo”, expuso O’Driscoll. “¿Todo su éxito hace que su final sea aún más doloroso? AP es realmente la versión extrema de un gran deportista en retiro. Estaba tratando de sugerir nuestros puntos en común, pero terminé diciendo que somos bestias diferentes”.
O’Driscoll sumó a Anthony Ogogo, un boxeador ganador de medallas olímpicas cuya carrera profesional se vio truncada devastadoramente por una lesión en el ojo y le explicó cómo terminó “llorando en el piso de la cocina, con ganas de morir”. Fue sólo después de que perdió a su mejor amigo por cáncer en 2020 que la perspectiva de Ogogo cambió. Incluso, su vida se alejó de los altibajos dramáticos del boxeo.
Más de la mitad de los deportistas profesionales retirados tienen problemas de salud mental pero, dice O’Driscoll, solamente el 40 % de los afectados buscará ayuda. Recalca que “encontrar la forma de hablar de la depresión y el dolor suele ayudar”, aunque hay algo extraño: él no aparece hablando de la muerte de Twomey en el documental, aunque el tema se tocó. “Le hablé un poco sobre él a Jonny Bairstow [un jugador de críquet que tenía ocho años cuando su padre se quitó la vida] pero eso quedó entre nosotros en la sala de montaje”, confió.
Sí, le admite a The Guardian: “Teníamos un nivel de amistad en la que podíamos hablar de cualquier cosa, pero nunca mostró cierta depresión o ansiedad y, por eso, hasta hoy es un loco shock”. “Todos conocemos a personas por las que nos preocupamos [en términos de su salud mental], pero Barry nunca estuvo en ese radar. Incluso su novia no tenía idea. De todas las personas que podrían sentirse obligadas a quitarse la vida, él estaba al final de mi lista”.
El debate es mucho más amplio. “Al principio estaba nervioso después de retirarme. Cuando noté que se me caían mis llaves y chocaba contra las puertas, comencé a convencerme de que podría haber un problema. Fui y me hice un montón de pruebas, pero todo está bien”, aseguró. Alarmas alrededor suenan todo el tiempo. Ryan Jones, excapitán de Gales contra el que O’Driscoll jugó seguido y con el que también compartió la gira con los Lions en 2005, es el último jugador por el que temería que “su mundo se esté desmoronando”. Sin embargo, Jones fue diagnosticado recientemente con principio de demencia, a los 41 años. “Lo siento por él, me invade una gran tristeza. Si te detienes a pensar en eso, te volverás loco”, dijo.
“Sé cuáles podrían haber sido los riesgos [en sus tiempos de jugador], pero ¿cambiaría mucho de mi carrera? No. La pasé muy bien. ¿Hubo alguna ocasión en la que sentí que tenía una conmoción cerebral y traté de salir del campo? No puedes verlo así. No es la forma en que estás hecho. Por eso hay que quitarles las decisiones a los jugadores porque en ese momento no piensas racionalmente. Sólo quieres estar ahí adentro. Yo no me siento en mi casa en una habitación oscura a pensar en cómo seré a los 60. No sirve para nada”, profundizó.
“Están haciendo todo lo posible para reducir los peligros, pero no sé cómo cambias las cosas. Van a tener episodios de conmoción cerebral durante los próximos 150 años del juego si sobrevive tanto tiempo. Es la naturaleza del deporte de contacto. Si un hijo o una hija quieren jugar rugby profesional, no los detendría solo por el peligro. La ventaja es tan significativa que necesita comprender el riesgo y la recompensa”, aseguró. “El juego se volvió más físico, por el profesionalismo y los incentivos económicos. Desde mi retiro hace ocho años lo veo más brutal”, añadió.
“Si quitás los encontronazos, no será rugby. La gran responsabilidad de las partes interesadas es tratar de reducir el número de conmociones cerebrales y golpes en la cabeza. Pero los van a haber y esa es la realidad”, expuso Brian, que por momentos mira hacia el presente deportivo de su seleccionado, que le ganó cinco de los últimos ocho duelos a los All Blacks. “La primera vez fue en 2016 y fue agridulce para mí verlo. ¡Estuve tan cerca en 2013! En noviembre pasado fui a verlo con mi hijo, que tiene siete años, y lo disfruté. Él fue por primera vez. Y me dijo: ‘Esto es genial, papá ¿Alguna vez venciste a los All Blacks?’ Pensé enseguida cuál sería su siguiente pregunta”.
“¿Si sentiría las mismas sensaciones agridulces si Irlanda es campeón del mundo? Estaré allí. Si fuera mi primera Copa del Mundo, Dios mío. Pero ya habrán pasado tres el año próximo. Todavía tengo derecho a decir ‘oh, estos malditos afortunados’, pero podré disfrutarlo mucho más de lo que habría al año siguiente de mi retiro. Cada vez se hace más fácil”, completó.
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