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Luciano Benavides, el campeón del mundo que busca un nuevo reto: ganar el Dakar
El salteño, de 28 años revela cómo desandar el mítico desafío
- 14 minutos de lectura'
Un cierre de calendario agitado. La presencia en el Six Days Argentina, los entrenamientos con su hermano Kevin en Catamarca, la celebración de la obtención del título del mundo de Rally Raid W2RC con el equipo Husqvarna en la factoría de Austria, la gala en Liverpool de la Federación Internacional de Motociclismo, dos semanas de prácticas en el desierto de los Estados Unidos… Luciano Benavides no tiene prácticamente huecos en la agenda: el miércoles aterrizó en Buenos Aires y al día siguiente se marchó a Salta para continuar con la preparación del Rally Dakar 2024, que se desarrollará entre el 5 y el 19 de enero en Arabia Saudita. La carrera más peligrosa del planeta es el nuevo desafío que se impone el monarca, el primer piloto en la historia que lucirá el N°1 en la moto y el traje sin haber conquistado el Touareg. La incorporación del Dakar al calendario mundial, la razón por la que el salteño, de 28 años, se convertirá en el segundo piloto argentino y sudamericano en presentarse con el número que distingue a los campeones. El anterior fue Kevin, ganador en 2021 y 2023, y el primero en lograrlo con dos marcas: Honda y KTM.
El campeón del mundo será el único representante oficial de Husqvarna en el Dakar. “Pusieron todas les esperanzas en mí”, suelta con una sonrisa, durante la charla. “Honda tiene seis pilotos oficiales; KTM tiene tres, pero irán dos porque se lesionó Matthias Walkner; GasGas tiene dos y Hero, cuatro; Sherco, tres… De las marcas oficiales soy el único que estará solo. ¿Si es favorable o no? Sí y no. Por un lado, todos los ojos estarán puestos en mí y el equipo va detrás de un solo piloto: mecánicos pendientes de lo que me pasé, un camión exclusivo... Y no porque si en una etapa vas con un compañero de equipo podés armar una estrategia, como abrir pista un rato cada uno… Después, al final del Dakar, en la última etapa, KTM, Husqvarna y GasGas se hacen toda una, pero para eso hay que esperar al último día”, relata quien por tercer año compartirá motorhome con Kevin.
El reparto de camas será un tema de debate, entre privilegios y situaciones personales: “El primer año, en 2022, como era el campeón durmió en la cama grande y a mí me tocó la cama chica; este año me tocó a mí y ahora me debería tocar de nuevo porque soy el campeón”, advierte a su hermano, que se recupera en Salta de una pequeña fractura en el peroné de la pierna izquierda que le impedirá arribar a la cita en las mejores condiciones.
-¿Qué se siente ser campeón del mundo y empezar a revalidar el título en el Dakar?
-Lo que se siente es un sueño hecho realidad. Mi sueño desde chico siempre fue ser campeón del mundo, ser el mejor, y lograr este título es una sensación increíble. Llegar al Dakar con el N°1 es emocionante, porque además soy el primero en la historia en no ganar el Dakar y tener ese número, porque a partir de 2022 la carrera es parte de la temporada de la categoría. Llegaré a Arabia Saudita en un gran momento deportivo, personal, porque el resultado me dio una confianza tremenda, algo que me estaba faltando: tener un resultado, triunfos finales y no solamente parciales…
-La definición del campeonato fue muy ajustada, ¿eso también te fortaleció como piloto?
-En las dos últimas carreras fue mucha la presión. Tenía una posibilidad muy grande de conseguir el título y en el interior uno sabe que no se da todos los años la posibilidad de pelear por un Mundial. En Argentina, en el Desafío de la Ruta 40, tuve que salir a competir en un altísimo nivel por la presión de ser argentino, de correr en mi casa, y gané. El cierre en Marruecos fue una locura: Toby Price (KTM) tenía que ganar la carrera y sacarme a mí del podio para ser campeón. Él ganó, se la jugó toda. Y yo también, pero hasta el tercer día no se me venían dando las cosas. Es más, en el Día 3 pensé que se me escapaba: se me caían las lágrimas después de esa etapa, porque veía que se me iban las chances. Cambié la mentalidad y pasé de ‘la perdí’ a convencerme de que no podía pensar así, que tenía que dar vuelta la página: gané la Etapa 4 y en la última, donde abrí pista, terminé segundo; me perdí –era una etapa de dunas y mucha navegación- y pensé que me infartaba. Terminé segundo en la clasificación general y con cuatro puntos arriba en el campeonato.
-Kevin ganó dos veces el Dakar y no pudo ser campeón. Vos no lo ganaste, pero tenés el título del mundo, ¿es el desafío para 2024?
-Ahora elegiría ganar el Dakar, como pienso que Kevin elegiría ser campeón. El Dakar es más grande por repercusión, pero ser campeón del mundo es lo máximo: son cinco fechas en donde no podés fallar. Son los dos premios más importantes de nuestro deporte y que hayamos ganado uno cada uno en el mismo año es una locura total. Teniendo el Mundial, ahora quiero el Dakar. Sería cumplir mis dos sueños.
-¿Qué pasa por la cabeza de un piloto que gana tres etapas en un Dakar y no llega al podio: frustración, desazón, impotencia?
-El rally es un deporte difícil de entender y es difícil plantear estrategias ante de una carrera. El Dakar es una carrera, pero en realidad son quince carreras juntas, porque cada etapa es una eternidad de tiempo y pasan mil cosas, factores ajenos a nosotros, más allá de los problemas mecánicos. Hay factores estratégicos que, si no estás en la posición justa en determinado día, chau: ganaste una etapa y si al día siguiente abrís una que se desarrolla en las dunas, sabés que vas a perder mucho más tiempo del que ganaste el día anterior. Pero como no sabemos cómo van a ser las etapas cada día, porque nos enteramos 20 minutos antes de largar, es muy difícil saber cuándo conviene ganar y cuando, no. Al final lo que hacemos es dar lo mejor todos los días: no hay otra estrategia. Viéndolo desde afuera, ganar tres etapas [ganó cuatro en la pista, pero por una penalización la estadística refleja tres] y no estar en el podio del Dakar es una frustración. Pero la categoría es tan competitiva, porque es en la que más marcas están representadas y la que tiene más apoyo de las fábricas, que hay 15 o 20 pilotos con respaldo oficial y preparados para ganar. Entonces, terminás sexto, con tres victorias parciales, y no es tan malo el resultado final.
¿A quiénes observas como rivales?
-El rival más grande creo que soy yo, porque es competir contra uno mismo. Es una carrera que vos corrés contra tu tiempo, más allá de que también lo tenés que hacer contra los rivales. Corrés contra la frustración cuando te perdés, porque en el Dakar todos nos perdemos en algún tramo: no hay ninguno que no se pierda, el que te dice eso es mentira. Ahí está la reacción, porque eso lo tenés que solucionar rápido, no te podés frustrar… La batalla más grande es estar bien con uno mismo, porque candidatos hay muchos: diez seguro que están muy fuertes, preparados para ganar, pero hay otros 15 que son también parte de la elite. Y obviamente hay tapados y factores que hacen que cambie la carrera, como un error de navegación o de la hoja de ruta como en 2022 que perdimos una hora y ese tiempo no te lo devuelve nadie. Es una carrera llena de trampas.
-¿Cómo se prepara un Dakar?
-Durante todo el año: termina y ya empezás a preparar el siguiente. Descansas una semana y volvés a proyectar. Es todo un año pensando en el Dakar. No solo la parte física, también el trabajo arriba de la moto del piloto y de la parte técnica; posiciones, posturas; entrenamiento de navegación, muchas horas en el desierto; lectura de la hoja de ruta, lectura del terreno… Son muchos entrenamientos juntos. Nosotros estamos abocados a esta disciplina y si bien el Dakar es una vez al año, es una carrera que para intentar ganarla tenés que estar todo el año en un altísimo nivel. El Mundial acompaña la preparación, porque el Dakar en cantidad de días es el equivalente a tres fechas del campeonato.
Del gimnasio a las pistas
-¿Cómo es tu equipo de trabajo?
-Tengo psicólogo, que es Gustavo Ruiz, el mismo de Kevin y de Franco Colapinto… Un nutricionista, que es de Francia, que lo suma el equipo; un coach de motos, Augusto Chino Freytes; un entrenador físico, de gimnasio -Pablo Sarmiento-, con el que entreno todos los días; los fisioterapeutas… Y después la gente del equipo: jefes de equipo, manager, mecánicos… Tomás Acedo, que es mi mano derecha entre los mecánicos y que vive en Salta. Es un grupo muy grande de gente que está y muchos los compartimos con Kevin, porque KTM y Husqvarna son marcas hermanas, así que nos rodeamos de las mismas personas. Compartimos mismas herramientas, porque al factor humano también se le agrega la moto, que son las mismas y solo cambia el color.
¿Qué sensación te provoca correr con Kevin?
-Con Kevin lo que pasa es que al haber una diferencia de edad –seis años- él estuvo siempre en un nivel más alto y conseguía resultados que yo no tenía. En el Dakar siempre para mí fue el referente, y recién ahora podemos decir que estamos en un mismo nivel, como para competir de igual a igual. Por él siento un orgullo terrible: todo lo que yo logré se lo debo a él, hasta la manera en la que llegué al rally, porque el contrato era para él y como no podía firmar [Kevin era piloto de Honda] me lo ofrecieron a mí. Después, en la pista, somos ultra competitivos, aunque en una carrera como el Dakar lo que más nos afecta es la preocupación por el otro: es una carrera tan peligrosa que no nos molestamos en saber quién de los dos está más adelante o más atrás en el clasificador, lo que importa es ver que los dos llegamos bien al final de cada etapa. Si yo largo primero y él sexto, y paso por un lugar que hay un peligro que no está marcado te ponés a pensar en que él también pueda sortearlo porque, aunque tengas ganas de avisarle no hay forma. Es duro: cuando estás en carrera hay cosas en juego y sabemos cómo corremos, la velocidad y los riesgos a los que nos enfrentamos.
-¿Alguna vez tuviste miedo o temor?
-El miedo y el temor siempre está. Es una carrera de súper alto riesgo, más peligrosa que la de cualquier otro deporte motor: estás todo el tiempo sin saber con qué te vas a encontrar en el desierto. Vamos muy rápido y si está presente ese miedo o temor es como que no te deja manejar: es como tener algo adelante que te nubla la vista y el cuerpo se pone tenso, no podés fluir arriba de la moto. La mayoría de las veces que me fue mal en mi carrera, por ejemplo, en 2021, era un miedo o temor constante: mi cabeza iba pensando ‘me voy a caer acá’, ‘si me caía ahí me mataba’, ‘uy, si le pegaba a esa piedra’… No te destrabas, es como que nunca vas para adelante: me costó mucho sacar y aislar todo eso. Son cosas que están solamente si vos las dejás entrar y hoy la confianza que me dieron los resultados me deja fluir y no pensar en nada de eso.
¿Cómo se convive con las lesiones?
-La gente que no conoce piensa que uno no se cansa arriba de la moto y te aseguro que me canso más arriba de la moto que haciendo dos horas de bicicleta a fondo. Es una disciplina muy dura para el físico y ni hablar si son etapas de dunas, por todos los impactos que recibe el cuerpo. La espalda se te destruye, tenés las articulaciones destruidas, y a eso súmale el cansancio físico y mental. Yo tengo más de 12 huesos rotos y Kevin está igual. Todos los que corremos en el rally estamos parecidos: es parte del deporte convivir con ese dolor constante, porque yo me levanto con dolores de espalda… El hecho de estar todo el día entrenando, con ejercicios de estiramiento, hace que sea más leve y podamos seguir en carrera. Ahora cuando sea más viejito voy a estar complicado.
-¿Cómo se maneja la alimentación en un Dakar?
-La alimentación en el Dakar es muy difícil, porque los horarios están todos modificados: el desayuno es a las 2; no tenés tiempo para nada, porque te tenés que cambiar, estás nervioso porque estás por largar y te comés una barrita o lo que sea y recién cuando volvés al vivac tenés una comida, que es como almorzar y cenar todo junto, porque la diferencia de horas es muy poca, quizás dos horas entre una comida y la otra. El equipo tiene un cocinero y después se sigue la parte de suplementación con el nutricionista, porque al no haber tiempo la recuperación en el Dakar es imposible. Cada minuto en esa carrera es muy valioso, no solo en la pista.
-¿Cuántos kilos perdés?
-Tenemos un estimativo, porque nos vamos controlando. Yo pierdo entre cuatro y cinco kilos: mucha masa muscular. Y ese es el problema de este deporte: te consumís mucho, porque al final del Dakar terminás con cero músculos y la panza de carbohidratos y pasta de toda la carrera.
-¿Qué información tienen sobre el recorrido de 2024?
-El de 2023 fue durísimo y por lo que hablé con David Castera [director del Dakar] nos dijo que será uno de los Dakar más duro, así que va a ser duro en serio. No sabemos cómo serán las etapas, pero serán por lugares por donde ya pasamos en carreras anteriores y te aseguro que si quieren hacerlo más complicado pueden hacerlo: para la parte física y para la parte de navegación. Creo que va a ser interesante. Imagino que habrá de vuelta lo que pasó en 2021, que le decíamos el trencito: un grupo de pilotos que estaba del puesto 1 al 5 y en la siguiente etapa pasaban al 20 y después volvían arriba… Habrá que ver de qué lado del trencito estamos.
¿Preferís un rally técnico o veloz?
-Más técnico, porque me considero un piloto con esas características. Rápido vamos todos y a mí me cuesta más porque como soy liviano, cuando vas a 150 o 160 km/h es como que cada obstáculo al que le pegás con la moto te hace flamear como una bandera. Los que son más corpulentos absorben más el impacto y pueden ir más firme y más rápido. Yo prefiero más las dunas, que son tipo motocross, más técnico… Prefiero a que se suban las pulsaciones a más de 170 por esa razón y no por ir más rápido.
-¿La moto de 2024 es muy distinta a la de este año?
-Estéticamente no hay cambios. Sí, hay cambios internos: en el chasis se trabajó mucho durante todo el año, porque teníamos un chasis muy rígido y ahora es más flexible. La suspensión también tiene componentes nuevos. La parte electrónica, un acelerador nuevo que es más largo, el control de tracción que este año no lo teníamos y por eso en la primera semana me costó tanto… Son pequeñas cosas que al final hacen una gran diferencia: la moto llega muy competitiva. Y como piloto los 1300 kilómetros de entrenamientos en el desierto, en Estados Unidos, me dejó muy conforme con la lectura del roadbook: casi no cometí errores y eso ayuda a la confianza que uno acumula por el año. Ahora quedará salir a divertirme.
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