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Jean-Éric Vergne, el descarte de la Fórmula 1 que es bicampeón de la Fórmula E
Tocó el cielo y también descendió al infierno. De joven promesa a ser triturado por la escuela Red Bull; de fracasar en Toyota a ser el primer bicampeón de la Fórmula E y de redescubrir el curso de su trayectoria a tener que cumplir con un día de trabajo comunitario por ensayar una comunicación polémica con sus ingenieros, en la primera carrera de la última doble fecha de los autos eléctricos en Nueva York…
Los mil episodios de la vida de Jean-Éric Vergne, el francés que luego de desandar una montaña rusa emocional detiene la marcha y puntualiza que solo regresaría a la Fórmula 1 si se tratara del llamado de una de las tres escuderías que marcan el camino, ya que no le interesa volver a ser parte de la feroz batalla por una butaca en la zona media de la grilla del Gran Circo.
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"Lo hice cuando era joven y es entendible, porque es en ese momento en donde un piloto debe enseñar su valor. Pero a mi edad [29 años] no tengo tiempo para que me tomen examen, no me interesa tener que luchar por la octava o novena posición o, de vez en cuando, por algún punto. Soy feliz en la Fórmula E, donde lucho por victorias y títulos junto a un equipo líder. Solo consideraría volver a la F.1 si tuviera una oferta de uno de los tres mejores equipos, pero no recibí nada", señaló el francés, cuyo apellido se escuchó en el paddock de Spielberg y de Silverstone, antes de que su compatriota Pierre Gasly demostrara su mejor versión y resultado en el reciente Gran Premio de Gran Bretaña, donde logró el cuarto puesto al mando de Red Bull Racing.
Fue parte de un programa ambicioso como estresante. Red Bull Junior Team es la estructura de promoción de pilotos por el que en una década transitaron 150 jóvenes talentos: el australiano Daniel Ricciardo y el ruso Daniil Kvyat, algunos de los compañeros de aventura de Vergne, que entre 2012 y 2014 corrió 58 Grandes Premios en Toro Rosso, la subsidiaria de RBR. Los sextos puestos en el GP de Canadá en 2013 y el GP de Singapur 2014, sus mejores credenciales. Pero la ilusión de ser una estrella le dio curso al desengaño. El desgaste fue gradual: después de medirse en el inicio del recorrido en la F.1 con Ricciardo, en la temporada 2013 el francés lo hizo con Kvyat y lo aplastó: cosechó 22 puntos ante 8 unidades del ruso. Pero las cuentas y las comparaciones internas no siempre son exactas ni justas. La irrupción del talentoso Max Verstappen en Toro Rosso en 2015 y la confirmación de Kvyat como ladero del neerlandés hundieron a Vergne en la frustración. "Todo empezó a ser negativo, aquella decisión me destruyó", le confesó a Autosport, quien, además, no se caracterizaba por un dócil temperamento.
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El mal genio que lo envolvía relució en la prueba que le brindó Toyota para ser parte del equipo oficial WEC (Mundial de Resistencia). La depresión y la escasa confianza de ese momento le hizo enseñar su peor rostro: si los tiempos en los cronómetros alimentaban una esperanza, las conductas lo condenaban. Los japoneses necesitaban un piloto que jugara en equipo y detectaron que las respuestas del francés no siempre iban en ese sentido. Vergne era un nuevo juguete roto, un descarte de la F.1, alguien que después de creerse suficiente no encajaba en ningún lado. "Toqué fondo, debía resetearme, necesitaba volver a ser el piloto que era antes de subir a la F.1", señaló en aquella entrevista. El derrotero lo condujo a la Fórmula E, que se convirtió en la calma para sus demonios.
Los autos eléctricos y el equipo Andretti resultaron una contención para Vergne, que se descubrió seguro desde el primer contacto con el coche: debutó en la tercera fecha del calendario, en Punta del Este, y marcó la pole position. Pero el estilo de manejo del francés no le era favorable en carrera: agresivo, no interpretaba ni lograba gestionar la eficiencia energética de los autos. La séptima ubicación en el campeonato se presentó como un aprendizaje, un modo de desandar un nuevo camino para reencontrarse con el piloto que hizo los méritos para manejar en la F.1. El traspaso a DS Virgin para la temporada 2015/2016 no fue un salto cualitativo, su compañero de techo el británico Sam Bird lo superó, aunque con el espíritu fortalecido Vergne no cayó en el pesimismo ni en el desánimo. Medirse a los nuevos retos lo mantenía activo, involucrado, pero sin la presión ni la asfixia que sintió en los días en que Helmut Marko lo llevaba al límite en Red Bull Junior Team. "A Ricciardo le repetía que si quería tener alguna posibilidad en la F.1 debía ganar y a Vergne le decía que lo dejarían sin coche su no superaba a Ricciardo", relataban desde dentro del equipo.
Por esa razón, la de sentirse encantado y no engañado en su nuevo desarrollo, cuando Team Auguri se hizo de DS Techeetah y lo tentó para treparse a uno de sus autos aceptó el desafío y hasta resultó propietario de una porción del paquete accionario. "Aprendí a estar de los dos lados, a tratar con los ingenieros, los mecánicos, a tener calma para tomar decisiones", recordó Vergne, que en el primer año logró en Montreal su primer triunfo en la Fórmula E. La victoria fue el espaldarazo particular y del conjunto, el primer eslabón de la cadena de éxitos que se sucederían en las siguientes dos temporadas con el bicampeonato.
Nueva York es la ciudad de las coronaciones de Vergne. Ahí logró los dos cetros, aunque en circunstancias diferentes. El primero, después de ganar cuatro carreras y de puntuar en todas las competencias del calendario. "Vivo para las carreras, respiro carreras", comentó antes de consagrarse por primera vez quien realizó un profundo cambio de hábito: "Los 65 días de manejo en simuladores son un ejemplo de la búsqueda de aprendizaje y de saber gestionar un auto. Todos ganamos confianza", resumía, quien quedó dolido por no poder conducir a DS Techeetah al título de equipos. Los errores en el último fin de semana de carrera provocaron que Audi le arrebatara el N°1 por apenas dos puntos.
La doble corona llegaría en la siguiente temporada, la 2018/19, pero también la polémica. La carrera 1 de las dos que se desarrollaron el fin de semana pasado en Nueva York, el centro del escándalo. "¡Que André [Lotterer, su compañero de equipo y ahora nueva cara de Porsche para 2019/20] pare, que provoque la salida del Auto de Seguridad!", gritó entre oportunidades Vergne a los ingenieros de DS Techeetah, que se mantuvieron mudos, sin responder. El francés veía peligrar los 32 puntos de ventaja con los que llegaba a la última doble fecha del calendario y el inicio de la primera carrera no era lo proyectado: un múltiple choque afectó a su auto como al de Lotterer; la fortuna ayudó a Vergne a llegar a los boxes y realizar las reparaciones –cambió el alerón y el neumático-, aunque demasiado retrasado como para sumar puntos. El equipo no hizo caso al requerimiento y aunque el Auto de Seguridad ingresó por un nuevo accidente, Vergne intentó una maniobra extrema y terminó impactando a Felipe Massa.
La corona se la calzó al día siguiente, al arribar en el séptimo puesto. En la misma jornada, se conoció la sanción por la comunicación: un día de trabajo comunitario, como alguna vez ocurrió con Max Verstappen en la F.1. "El piloto reconoció que los mensajes no eran adecuados, pero es una obligación de un deportista a este nivel actuar de forma correcta y limpia", rezaba el comunicado. Fue DS Techeetah quien lo salvó de un castigo más duro: el equipo nunca respondió a sus pedidos, no contestó ni actuó. "Estoy feliz por la sanción, es un ejemplo para los demás y para mí, así nos dejamos de quejar por las radios para intentar que las cosas sucedan en nuestro beneficio", se sinceró Vergne, que enseñó que se pueden controlar los demonios y también renacer de las cenizas.
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