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Jaminton Campaz, el chico que gambeteaba balas y culebras en Colombia y encontró en Rosario Central su trampolín
La vertiginosa vida de la gran figura del Canalla, a horas de la final contra River
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El nombre no estaba en el radar del fútbol argentino, pero Miguel Ángel Russo sabía quién era Jaminton Campaz. No tuvo la oportunidad de enfrentarlo en ninguno de los cuatro partidos que, como director técnico de Millonarios, jugó contra Deportes Tolima, en los dos años que condujo al club bogotano. En su último paso por Boca, apuntó a los dirigentes para que el juvenil, de 20 años, se convirtiera en el reemplazo de Sebastián Villa, pero el pedido no prosperó y su ciclo se desvaneció seis meses después: una salida desprolija, entre el desgaste y las formas en que el Consejo de Fútbol lo empujó a dejar el cargo.
En silencio, Russo se marchó a Al Nassr, que cuando se desvinculó, tras un año, contrató a Cristiano Ronaldo para dominar la Liga de Arabia Saudita. No se incomodó: ya tenía sobre la mesa el proyecto que le ofreció Gonzalo Belloso, que en diciembre de 2022 se convirtió por amplio margen en presidente de Rosario Central. Aceptó el reto y, sin dudar, volvió a la carga por Campaz. “Es un jugador importante”, afirmó, cuando el 8 de febrero pasado, el futbolista se enseñaba como el octavo refuerzo canalla para 2023. Russo iniciaba así su quinto ciclo en Arroyito, y con el Bicho como bandera escribieron juntos otro capítulo dorado de la historia del club: campeón de la Copa de la Liga, clasificados para la Copa Libertadores 2024. Esta noche tendrá la oportunidad de sumar el Trofeo de Campeones, frente a River, desde las 21, en el estadio Madre de Ciudades, de Santiago del Estero.
En la presentación, junto al secretario deportivo Federico Lussenhoff, Campaz enseñó la confianza y la desfachatez que exhibió en la temporada en las canchas. “No quiero pasar por Rosario Central, sino dejar una huella”, disparó. En la charla anticipó que se sentía cómodo jugando por la banda izquierda o por el centro y que habló con Edwin Cardona -al que admira- y quien le auguró un año de éxitos. Cuando fue consultado sobre en quién intenta reflejarse, no dudó: “No es mi posición, pero me gusta mucho Cristiano Ronaldo”, resaltó. Apodado Bicho, como CR7, Campaz copió el festejo que ensaya el astro portugués en los goles.
Gambeta, definiciones, asistencias, velocidad, desborde, un pie a pie que descontrola a los rivales… Campaz resultó el jugador ofensivo más desequilibrante en la conquista de la Copa de la Liga. En los playoffs tuvo espacios de brillantez y otros en los que intentó un acto extra para darle mayor lustre a la acción y terminó por dilapidar oportunidades, como ante Racing, por los cuartos de final. En ese juego, el colombiano también enseñó fortaleza anímica: marcó de penal en el tiempo regular y reflejó la misma determinación en la serie de penales. Antes, fue uno de los faros en los 14 partidos que llevaron a Rosario Central a lograr una agónica clasificación: los canallas recién al terminar la última jornada fueron por primera vez parte del póquer de equipos que jugarían los playoffs.
A esa altura, el Bicho ya era una figura destacada y algunos clubes averiguaban su situación contractual: Rosario Central desembolsó 800 mil dólares por el préstamo y tiene una opción de compra de US$ 1.200.000, por la mitad del pase, que pertenece a Gremio, de Brasil. Las negociaciones ya tomaron su curso y resta definir el contrato del futbolista.
Contra River, en la Copa de la Liga
Campaz nació en Ibagué, pero se crió en Chontal de Tumaco. Una zona donde la lluvia era tan persistente como la presencia de los guerrilleros de las FARC. Las balas y la muerte, sin embargo, no le quitaron la sonrisa amplia y el deseo de jugar a la pelota. En la tierra, pero preferentemente en la playa. “Es lindo jugar en la arena, se corre más rápido. También hay que tener cuidado y gambetear a las culebras”, recordó sus inicios, esos que tuvieron a su madre como motor.
Jaminton es integrante de una familia en la que el fútbol marca tendencia: su hermano Mike jugó para Guinea Ecuatorial y su primo Darwin Quintero es jugador de América de Cali. Su mamá, Betzabet, fue arquera del equipo femenino de Tumaco y quien empujó el sueño de futbolista de Jaminton, que a los 10 años realizó una prueba en Deportivo Pasto. Pero la ilusión se truncó por un olvido: Betzabet no completó el permiso, y sin autorización no existía modo de fichar al pequeño. América asomó en el horizonte por una gestión de su tío Gilbert, pero sin rodaje, sin oportunidades para demostrar su talento y desparpajo, optó por seguir el consejo de su hermano Mike y retornar a Ibagué para destacarse en River Soccer. Los reclutadores observaron el juego del pequeño y Deportes Tolima se adueñó del pase.
Un argentino, Víctor Del Río -jugó en Racing entre 1973 y 1977 antes de emigrar al fútbol colombiano, donde se desempeñó en Once Caldas, Deportes Tolima y Deportivo Pereira- le marcó el paso, y otro criollo, como Oscar Quintabani, lo hizo debutar en la elite del fútbol colombiano con 16 años: el estreno con Tigres F.C. también resultó el partido de su primer gol. En esa formación estuvo Marco Pérez -con pasado en Gimnasia LP, Independiente y Belgrano- y desde el banco de suplentes ingresó Villa. En aquella temporada, The Guardian lo nominó entre las 60 promesas de mayor proyección del planeta. El consagrado Luis Rueda apuntaló su recorrido y el momento de esplendor lo disfrutó Hernán Torres en la campaña consagratoria en el torneo Apertura 2021 colombiano, donde Deportes Tolima fue campeón. Pero Campaz no fue parte de la final con Millonarios, ya que estaba afectado a la selección.
El fútbol ya era su modo de vida y atrás quedaban los días de Campaz pescador. Identificar la gigantesca variedad de peces raya y no entrar en pánico durante la noche en una barcaza en el medio del mar fueron dos costumbres que hizo carne. “Como pescador eran jornadas largas, de mirar el cielo despejado y no moverse mucho para ahorrar fuerzas, porque a la madrugaba tocaba tirar duro de la red para recoger lo que se había pescado”, contó a El Espectador. Era la época en la que lo picó una culebra, un susto mayúsculo que se llevó Jaminton: “Se me puso el pie rojo y estábamos mar adentro. Don Alirio, un señor que ya se murió y que a veces se embarcaba con nosotros, me apretó fuerte y me quitó el veneno. Me curó”, relató quien tras la obtención del título fue comprado por Gremio, que desembolsó 4.000.000 de dólares, convirtiéndose en la compra más cara de ese mercado de pases para los gaúchos.
No arribó en el mejor momento de Gremio, que perdió la categoría. Campaz jugó 17 partidos y convirtió dos goles. También fue parte del plantel que produjo el retorno del gigante al año siguiente, aportando dos festejos y una asistencia en 29 cotejos. Los dirigentes deseaban una renovación del vestuario y las ligas de México y de Chile se presentaban como opciones para el futuro de Jaminton. Pero Russo insistió y hasta se comunicó con el colombiano para que se uniera al proyecto de Rosario Central, que iniciaba el año con riesgo de descenso: cinco puntos separaban a los canallas de la pérdida de la categoría. Se convenció que en el fútbol argentino se redescubriría. “Al profe no lo enfrenté, pero tuve a varios colegas que lo tuvieron de técnico y a todos les fue bien. Ojalá que este sea también un buen ciclo”, dijo, con esperanza, diez meses atrás.
Convirtió en todas las competencias: Liga Profesional, Copa de la Liga y Copa Argentina. Antes del clásico con Newell’s visitó un centro de estética con su compatriota Dannovi Quiñones para realizarse la manicura: las fotos se hicieron virales y Russo actuó como escudo. “No conocen a los colombianos. Son cosas naturales”, comentó en la conferencia de prensa el DT.
Los canallas se impusieron 1-0 con gol de tiro libre de Ignacio Malcorra y al partido siguiente, con Huracán, también en el Gigante de Arroyito, Campaz convirtió y celebró con el gesto de limarse las uñas. El atrevimiento de Jaminton también se observó en los bailes con los que acompaña los festejos y en el irrisorio pedido que le hizo a Russo, tras ganar la Copa de la Liga: durante una nota en el campo de juego al entrenador, se acercó y solicitó “un Mercho, un Mercho”, en referencia a un auto Mercedes Benz como premio por el título. Risas y abrazos sellaron la escena de dos de las banderas que flameó Rosario Central para su coronación.
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