Un clásico picante: lo que se dijo después del 3-3 entre Argentina y Uruguay en el Sub 20

IBARRA, Ecuador.- Era un polvorín el campo de juego. Una mínima chispa hacía estallar todo por el aire. Entre las palabras y los roces se generó un clima denso en la cancha, en un clásico que no necesita de demasiados condimentos para encenderse. Un juego emocional en el 3-3 entre Argentina y Uruguay por el Sudamericano Sub 20 : seis goles, dos penales, una tarjeta roja y dos planteles de juveniles a los que les hierve la sangre. De a poco, las revoluciones se elevan. Las demoras de quienes van al frente en el marcador y el nerviosismo del que observa que el resultado se le escapa, aunque haya realizado los méritos para no perder, confluyen. Minuto 41 del segundo tiempo, Rodrigo Bentancur le comete una dura infracción a Lautaro Martínez ; expulsión del uruguayo y la mecha que se enciende. A 10 metros, empiezan los empujones y mientras unos separan otros aumentan la tensión. Los de adentro y también algunos de afuera. La terna de árbitros brasileños que lideró Anderson Daronco está sobrepasada por los focos de conflictos, que son varios, aunque ninguno fue demasiado intenso como para que la batahola se extendiera tras el pitazo final. Apenas un intento de un par de jugadores charrúas de desquiciar a Lautaro Martínez.

Diecinueve minutos más tarde, en la sala de conferencia de prensa del estadio Olímpico, los dos directores técnico le quitan dramatismo a lo que sucedió. No lo esconden, lo admiten, pero también entienden que se trató de un partido de fútbol y que el mensaje debe ser reparador y no inflamable. “Son clásicos que se viven con mucha intensidad, y tanto a ellos como a nosotros nos corre sangre por las venas… Hablamos mucho antes del partido para no confrontar y generar este tipo de conflictos. La adrenalina corre a mil en los jóvenes, que también se enojan. Cuando un equipo va ganando demora el juego y eso provoca que uno se enoje de más y tenga alguna reacción. Creo que tenemos que calmar desde afuera, como lo intentamos, porque buscamos no pasarnos de la raya y separar”, comentó Claudio Úbeda, cuyo cuerpo técnico sufrió la inexplicable expulsión del profesor Gerardo Salorio, a quien los gestos ampulosos por separar cuando los dos bancos de suplentes reaccionaron luego de la expulsión de Bentancur, le jugaron en contra.

“Quiero rescatar la actitud de uno de los chicos de Uruguay, un delantero, que fue quien nos dijo que Foyth estaba mareado y me pidió que paremos el partido, porque veía que nuestro jugador no sabía dónde estaba parado. Hay que agarrarse también de las cosa buenas que pasan en un partido y no siempre de lo malo. Cuando terminó, nos saludamos con el entrenador [Fabián Coito], con los jugadores…”, remató Úbeda.

Del lado uruguayo, Coito, que dirigió a la Celeste en el campeonato Sudamericano Sub 20, de Uruguay, hace dos años, relativizó lo que sucedió en el campo de juego. “La intención es que no pase, porque no aporta nada, desgasta y genera posibilidades de tarjetas, pero se juega a una tensión tan alta y con la intención de no perder… Son jóvenes y hay una carga emocional contenida que de repente explota por algo mínimo. Tampoco creo que pasó nada grave como para pensar que estamos en un problema”, explicó el entrenador.

Argentina y Uruguay, siempre clásico, en cualquier competencia. Quizás en Quito, si ambos se clasifican para disputar el hexagonal final, los dos equipos tengan una nueva prueba futbolística y una oportunidad para enseñar que las escaramuzas que ocurrieron en Ibarra quedaron olvidadas.

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