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Sin juego, pero con temple
Argentinos incomodó a River, que debió conformarse con el empate 0 a 0; la actitud les permitió a los millonarios rescatar un punto y ser los líderes.
Por Alberto Cantore
LA NACION
Con destellos le alcanza a River para caminar con firmeza en el torneo. Una genialidad de Ortega en el laborioso debut con Tigre; el oportunismo de Affranchino y la conducta para defender la diferencia frente a Huracán; la profundidad del goleador Funes Mori y algunos pasajes del estilo de juego que pregona el DT Cappa ante Independiente fueron las fórmulas a las que recurrió el equipo para enlazar tres victorias consecutivas, escalar en la tabla de los promedios y agigantar las esperanzas de pelear por el título. Pero ese resplandor que caracterizó en las tres fechas a los millonarios no relució en la Paternal, donde Argentinos le presentó un planteo incomodó. Maniatado desde lo futbolístico, River recurrió al carácter para resolver la ecuación. El resultado, al final de la tarde, no fue para despreciar: con el empate 0 a 0, es el líder del Apertura.
Un movimiento de Ortega, el más fresco mentalmente de las usinas para generar peligro, aunque frágil cuando el rival lo condujo al roce, esperanzó a River. Fue apenas un espejismo. El jujeño no tuvo laderos en quienes recostarse. Buonanotte, demasiado individualista y quejoso en exceso por las marcas, no aportó, algo que se repitió en los encuentros anteriores. Y sin oxígeno por los laterales -Affranchino y Pereyra esta vez no gravitaron-, el equipo perdió protagonismo en ofensiva. Sin la pelota, superado en la zona de combate -recién en el segundo tiempo Almeyda dejó de ser rebasado por el despliegue de Basualdo y de Mercier, la figura-, no le quedó más que refugiarse cerca de su área.
La seguridad que transmite Carrizo y la firmeza que enseñaron los centrales Ferrero y el debutante Román fueron los argumentos para sostener el arco invicto y no dejar de sumar. Ese triángulo resolvía lo que no podía defender el resto. Con simpleza, Argentinos fue acorralando a los millonarios. Con Mercier como estandarte -además de la dinámica se presentó como el jugador con más panorama para distribuir la pelota-, los locales asfixiaron a River. El volante marcaba el ritmo y Prósperi, cuando escaló por el sector derecho, hizo diferencias, desnivelaba. Pero Argentinos careció de contundencia, esa que exhibía con Calderón, Sosa y Pavlovich en el torneo pasado y que le posibilitó consagrarse campeón. La juventud y la movilidad de Romero y de Blandi sirven para desgastar a los zagueros rivales, para provocar algún resquicio por donde se puede filtrar un volante, pero no para inquietar en la zona de fuego. El uruguayo Vargas hubiera sido una salida, pero entre el cansancio por el partido con Independiente por la Copa Sudamericana y los tres puntos de sutura que le aplicaron por un corte en el cuero cabelludo, el DT Troglio optó por sentarlo entre los suplentes.
Sin señales claras de juego, el temple fue el mejor recurso que mostró River para resistir. Así, en la Paternal, los millonarios aprobaron una parte de la lección, aunque las formas poco se condicen con la idea que defiende el entrenador. No fue tiki tiki, tampoco catenaccio. En un torneo sin dueños absolutos, las cuentas le rinden y eso alcanza para ser feliz.