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El goleador-hincha que estuvo dos veces al borde del retiro
Marco Ruben, de la pausa de seis meses al partido con el que alimenta el romance con Rosario Central; las extrañas estadísticas del artillero que tenía como referente a Pizzi y estuvo cerca de la despedida
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Los clubes se construyen con historias, hechos y leyendas que protagonizan futbolistas, entrenadores y simpatizantes. Algunos pocos, los elegidos, tienen el privilegio de trascender en el tiempo y convertirse en actores que engrandecen el recorrido. No es únicamente la gloria deportiva la que los eleva a la condición de referentes, ídolos. La identificación con el hincha, al que se le acelera el corazón y en la mente se agrupan postales de jornadas inolvidables al nombrar ese apellido, es la razón que los hace bandera. Marco Ruben cumple con todos los requisitos de un personaje de un cuento de Roberto Fontanarrosa, también con las características que los habitantes de la popular y de la platea les exigen a sus favoritos. Dos veces amagó con el retiro, siempre con Rosario Central como eje de sus decisiones. Las dos veces, la última después de ensayar una pausa de seis meses, volvió a vestirse de canalla y a sumar páginas a su libro de hazañas.
El clásico de la ciudad expone el aura de Ruben, que encara el partido con rigor profesional y la pasión del hincha. Ausente por precaución el miércoles en el triunfo 2-0 sobre San Lorenzo, por la Copa Sudamericana, el goleador no enseñó rastros de las molestias físicas que pudieron encender las alarmas en Arroyito. Necesitó 16 minutos para demostrar su jerarquía y vigencia: controló el pase de Damián Martínez y definió frente al desesperado achique del arquero Aguerre, antes de que la pelota toque el suelo; el roce del balón con el travesaño le dio una mayor espectacularidad a una jugada de diez pases, que nació en los pies del arquero Broun y desató la goleada 3-0 sobre Newell’s en el Gigante de Arroyito.
9️⃣😍 ¡Un goleador Clásico!
— Rosario Central (@CARCoficial) May 3, 2021
⚽ Marco Ruben anotó por quinta vez en el clásico. Cada vez que el 9 convirtió, Central se llevó el triunfo 👇🏻 pic.twitter.com/r1PBIjOYTG
“Este clásico fue muy especial y cuando me toca hacer un gol exploto de alegría. Se cruzan situaciones que viví y que soñé estando fuera. La ilusión de volver a jugar un clásico fue muy importante para el regreso. Qué mejor regalo para mi vuelta, después de lo que pasó: una noche soñada, ideal. El equipo enfrentó el partido como los mejores equipos de Central y puso lo que tenía que poner. No solo es fuerza huevo y corazón, si no es animarse a jugar. Nosotros tuvimos un poco de todo”, relató Ruben, el único futbolista titular de Rosario Central que hasta el domingo conocía el dulce sabor de la victoria en el partido que paraliza la ciudad.
El resultado ratificó el dato estadístico, ese que señala que si hay festejo de Ruben también hay victoria de Rosario Central. El hilo empezó con apenas 20 años, en el torneo Apertura 2006, en la goleada 4-1; la tarde en la que el Kily González, alguna vez su capitán y ahora su director técnico, convirtió de penal. Continuó en 2015, en su segundo ciclo en el club, en el Parque de la Independencia: pase de Nery Domínguez y definición cruzada; un año después, en Arroyito, selló un 2-0, tras asistencia de Gustavo Colman. La fórmula se repitió en 2017, pero de visitantes: el volante lanzó un centro y el goleador, de palomita, dejó su firma. Cuatro goles con los que emparejó una rareza que era propiedad de otro ícono canalla, como Edgardo Bauza: marcar en los cuatro arcos de las dos canchas. En la noche del domingo inició una nueva ronda, al marcar en el mismo arco que hace 15 años.
La intensidad del clásico rosarino nace en las divisiones inferiores y Ruben solo había marcado una vez, en Sexta. “Me muero cuando no les gano. Perder el clásico me pone más triste que perder un torneo, porque es así… Así nos criaron”, le comentó hace unos años a La Nacion. Se fue a probar a los 14 años, pero no quedó. La desilusión no lo envolvió, porque ser futbolista profesional era un sueño que veía lejano. “Regresé a mi club, Combate de San Lorenzo. Al año me probé de nuevo, pero más que nada porque me querían llevar a Libertad, de Paraguay. Me ofrecían boludeces y creía que ahí iba a triunfar, pero mis padres no me dejaron y me insistieron con otra prueba en Central”, recuerdos de uno de los tres referentes que tiene el grupo, junto con Jorge Fatura Broun y Emiliano Vecchio.
Con 17 años, en 2004, debutó en Rosario Central. Un año después, en un clásico, se presentó Vecchio. Nunca compartieron plantel en divisiones inferiores ni en la Reserva; en primera jugaron muy poco, apenas 13 partidos y con tres entrenadores diferentes: Ariel Cuffaro Russo, Ángel Tulio Zof y Leonardo Astrada. Pero la tirantez existía, al punto de que en 2017 Vecchio acusó al goleador de franquearle el regreso al club. Cuando el 22 de enero pasado se confirmó el retorno de Ruben, Vecchio -entonces capitán- subió una imagen a Instagram con la frase “Bienvenido goleador. Todos juntos seremos más fuerte. Vamos por la gloria”. La convivencia enseñó que, a pesar de tener personalidades diferentes, los une el objetivo. Con la victoria en el clásico, el artillero resaltó las virtudes de su compañero: “Es un gran jugador. Muy claro, te da otra cosa en la cancha y Central lo necesita cuando tenemos que bajar los decibeles. Nos hace muy fuerte”.
El vínculo de Ruben y Rosario Central es tan fuerte que cuando a fines de 2015 terminó el préstamo se negó a retornar a Dinamo de Kiev. “Si no me dejan quedarme en Central, me retiro”, le disparó al multimillonario y desangelado Ihor Surkis, dueño del club europeo. La operación de venta se realizó en 4 millones de dólares, la compra más cara de la historia de los canallas. La relación con la actual conducción también tuvo momentos de máxima tirantez en agosto de 2018, cuando el futbolista, cansado de filtraciones de las cifras que ganaba, arremetió contra los dirigentes. Seis meses después se marchó a préstamo a Athletico Paranaense, de Brasil. Con ofertas de clubes de España, Francia, Brasil, México y la MLS optó por retornar al club con la idea de jugar seis meses y retirarse.
“Es el último ídolo que tenemos y hay que cuidarlo”, dijo el Kily González, que lo abrazó cuando decidió, a los 39 minutos del segundo tiempo, que se terminaba el clásico para MR9. El pibe que admiraba a Juan Antonio Pizzi, el que disfruta del río, la pesca, las islas del Paraná, a los 34 años volvió a dejar su sello. Después, llegaría la emoción, las sonrisas cómplices y la diversión, con baile incluido, en la intimidad del vestuario. Alguna vez dijo que cuando termine como jugador se acaba el mundo del fútbol, porque solo le gusta ser futbolista. Rosario Central lo disfruta, es el lugar en el recupera la ilusión.
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